Soledad Morillo Belloso

No sé decirte cómo fue – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Sentada en la playa luego de una hora de caminar, un bolero viejo y gastado, de esos que en tiempos de mi juventud bailábamos en la tenue luz de las discotecas, suena en el parlante del chiringuito donde venden empanadas. Raro. Porque en los últimos tiempos, el ambiente musical de calle suele ser algún estridente reggaeton de letra que los modales y el buen gusto me impiden repetir. Lo curioso es que quien atiende en aquel puesto no es una “persona mayor”, lo cual justificaría la selección de aquel bolero. No. Es un hombre joven, de escasamente treinta. Me acerco. Me mata la curiosidad. Necesito descubrir por qué un joven escucha un bolero que hizo famoso Beny Moré y que data de tiempos de mis papás. Le pregunto: “¿Quién canta?”. “Mi prima, que está en Barcelona. Lo hace bien, ¿no?”, me responde mientras me alcanza un agua e’ papelón.

Por estos días, apareció en las redes un jovencito cubano, muy jovencito, de nombre Elio no sé cuántos, que se pasea por el repertorio de José José, un crooner mexicano que tuvo su esplendor en los años ochenta y noventa, cuando ese muchacho ni soñaba en nacer. Lo hace con una maestría sublime.

Un venezolano, de nombre Gian Faraone, es aplaudido en muchos lugares por sus extraordinarias dotes vocales. Lo curioso es que en su maleta carga las partituras de boleros de Manzanero y lo mejor del portafolio de Sinatra.

Lo malo del tiempo es que pasa. Lo bueno del tiempo es, también, que pasa. El tiempo, al fin y al cabo, por muy poderoso que luzca, es sólo eso, tiempo. Y no es lo suficientemente poderoso como para poder arrasar con lo que fue bueno y lo seguirá siendo.

Maluma, colombiano, es muy bueno. Y a pesar de tener que sacrificar su libertad por la fama, él sabe que lo que importa es la música. Sabe que “… cuando los años nos pesen, y las piernas no caminen, los ojos se nos cierren, y la piel ya no se estire”, el tiempo no podrá borrar lo que hizo de bueno. Y de aquí a unos veinte o treinta años, en alguna playa, en algún chiringuito cualquiera, un joven, que aún no ha nacido o tal vez hoy es un bebé de cuna, escuchará un “cover” de esa canción de Maluma interpretada por una voz que habrá entendido que el tiempo es sólo eso, tiempo.

 

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