Por: Floralicia Anzola
No podemos aceptar que a los venezolanos se nos siga tratando como ciudadanos de tercera, que se pueda destruir la red que nos permite subsistir, el trabajo, la salud, la seguridad.
No debemos aceptar que sea normal no poder ni siquiera manifestar pues es culpa de quien lo hace que sea golpeado o vejado por las fuerzas del poder.
No tenemos por qué respirar hondo y callarnos cuando de regreso al país,en vuelo humanitario, después del confinamiento obligado en Madrid o cualquier otro sitio de España, se nos vapulea, manipula, veja, al atravesar inmigración en nuestro propio país.
No es posible que sigamos siendo testigos tristes de golpes a abuelos y abuelas hambrientas que se concentran con pancartas para exigir un pago justo que no les haga morir de hambre ahora cuando su tiempo mengua.
¿Cómo puede alguien vivir en Venezuela con menos de 2 dólares al mes, cuando no le alcanza siquiera para comer?
¿Qué clase de persona hay que ser para someter a ancianos o familias enteras que vienen de un viaje de 8 horas a la trácala, a sentirse como apestados, obligados a probar su salud con 4 o 5 pruebas en un mismo día, para ver si en tan pocas horas se contagiaron de Covid 19?
¿Cuántas veces será válido el atropello, la siembra del terror para no poder siquiera defender a los nuestros? ¿hasta cuándo seguiremos culpando a manifestantes o periodistas de su suerte de ser víctimas de golpes y detenciones porque “se lo buscaron ellos mismos” por exponerse? ¿qué tiene de malo desplegar una bandera entre ancianos que sobrevivieron a la dictadura de Pérez Jiménez, que levantaron familias enteras en democracia y siguen luchando legítima y cívicamente por esa aspiración? ¿qué se esconde ante la indolencia de quien amenaza desde el poder, de quien le obedece uniformado en las calles, de quien se regodea en el morbo en el Twitter, de aquel que no se mueve, pues el asunto es del “otro”?.
¿Es que no nos hemos dado cuenta aún que ese “otro”, somos todos?. Esa suma de otros, ya nos alcanza a ti y a mí.
Cada vez que callamos, que no confrontamos, que observamos con un sentimiento de que eso que ocurre es ajeno, perdemos. Perdemos ciudadanía, perdemos nuestros derechos, perdemos también mucho de dignidad.
Todos compartimos una única suerte, y le digo, suerte, somos venezolanos. Podemos hacer la diferencia para que esa suerte deje de ser un infortunio para todos.No lo aceptes más
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