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Ya no hay mucho más que decir. Estamos a viernes 14, en cuestión de horas (pasado mañana), tendremos otra jornada electoral. Una jornada electoral importante porque vamos a elegir a los gobernadores de nuestros estados, y vamos a elegir a los diputados de los Consejos Legislativos de nuestros estados.
Más de uno reacciona con desanimo, casi con un bostezo. “¡Ah, Elecciones! ¿Para qué ir a votar? ¿Por qué ir a votar?”, pareciera ser la voz que más se escucha luego del golpe, el trancazo, del 7 de octubre. Esto en el caso opositor.
“Para qué ir a votar, en medio de lo que se está viviendo…”, puede ser la voz del oficialista que está en este momento en trance ante la difícil situación por la que está atravesando el Presidente Chávez.
Hay que ir a votar porque es el deber de todo ciudadano. Hay que ir a votar porque es el momento puntual más alto de la ciudadanía. Hay que ir a votar porque es una responsabilidad de todos. Pero también es un derecho que tenemos todos. La ciudadanía no es algo para dejarlo en manos de los demás. Abstenerse por dejadez, por fastidio, por un largo bostezo, no tiene ningún sentido.
Este próximo domingo hay que ir a votar. Así que hago mío el comienzo de la editorial de hoy de Laureano Márquez, bajo el título “Devoto del voto”:
“Bueno, en medio de las agobiantes circunstancias de un país en el que de cualquier cosa le puede uno suceder, menos el aburrimiento, nos enfrentamos a otro proceso electoral. Estos días han sido tan intensos, que no parece que tuviéramos elecciones pasado mañana. Yo ya no sé muy bien lo que elegimos, si además de gobernadores también hay alguna junta de algo que elegir o si aquello que antes eran las Asambleas Legislativas todavía existen y si se vota por ellas en esta oportunidad o si se llaman de una manera diferente. Sé también que hay abuso de poder, ventajismo, fraude y todo lo demás vicios que puedan achacársele a un sistema electoral, aunque Carter diga lo contrario. Sé, como si lo anterior fuese poco, que en Venezuela se produce una misteriosa e inexplicable correlación inversamente proporcional entre elecciones y democracia. Sin embargo, a pesar de las certezas expuestas, he decidido que voy a votar”.
Decídalo usted también… Hay que ir a votar.