Ronald abandonó el parque – Mari Montes

Ronald Acuña Jr. protagonizó el segundo de la final de la LVBP dentro y fuera del terreno.

Publicado en: El Extrabase

Por: Mari Montes

La rivalidad entre caraquistas y guairistas siempre ha sido intensa. 

Desde los años 60, cuando los Tiburones aparecieron en los mares de la LVBP, los duelos en el Universitario llevan la carga extra de la supremacía en el patio, aunque en verdad el parque de Los Chaguaramos es un escenario alquilado, que pertenece a la UCV, ambas aficiones sienten que es su casa y los tonos de la disputa siempre han sido altos.

Tal vez ahora lo vemos más, porque las redes sociales lo muestran y porque hay medios que le dan volumen a estos incidentes para lograr mas visitas y “likes”.

Las hostilidades, siempre deportivas, entre los “Rivales de la Capital”, han incluido episodios como el no hit no run de Luis Tiant, contra el Caracas, que combinó la venganza personal del serpentinero cubano porque su antiguo equipo no lo contrató, con el antagonismo de siempre entre melenudos y escualos. Para los guairistas es un gran recuerdo, así como para los caraquistas lo es aquella remontada histórica que terminó con el campeonato de los Leones en la temporada 1966-1967, la primera vez que ganaron un torneo en las tres series finales peleadas hasta entonces, entre ellos.

Es extensa la lista de situaciones que han contribuido a alimentar esa “enemistad”.

En 1973, Urbano Lugo padre les propinó un juego sin hits ni carreras. También se incluye un “matrimonio obligado”, cuando en la temporada 1975-1976, al no llegar a un acuerdo con la Universidad Central de Venezuela para el arrendamiento del parque, se fusionaron en “Llaneros de Portuguesa”, aunque se les recuerda como “Tibuleones”. Solo existieron en esa temporada, clasificaron a playoffs pero no a la final.

En los 80s, los años inolvidables de “La Guerrilla”, la rivalidad se intensificó.

Los Tiburones fueron campeones en la campaña 1985-1986, última vez que alzaron un trofeo, al año siguiente cayeron barridos en 4 juegos, coronados con una joya de pitcheo, el No Hit No Run de Urbano Lugo hijo, quien igual que su padre, contó con Baudilio Díaz como receptor.

En 1981 comenzaron a escucharse los tambores de la Samba, para acompañar las alegrías de los guairistas. Desde entonces se entonan los cánticos “Ahora gatito, cálate la samba” y “Ahora sardina, tócame la samba”. Por un tiempo estuvieron presentes en todos los duelos, aun siendo visitantes, hasta que hace unos años surgió un problema por actuar ya iniciados los movimientos de los lanzadores. Más tarde surgió un grito nuevo: “Somos guairistas, anticaraquistas”.

Después de 36 años sin enfrentarse en una Final, se están viendo las caras, coronando sendas buenas campañas; ambos se ganaron ser finalistas por el trabajo que hicieron en el terreno y en las oficinas.

Esta serie Final comenzó con la ilusión de muchos fanáticos mayores de 40, de revivir la revalidad en la máxima instancia, los dos sedientos de triunfo; La Guaira con 36 años sin un trofeo, y los Leones con 13 años sin ser campeones. Los más jóvenes no menos ansiosos.

«Acuña Matata»

Apenas clasificaron los Tiburones, Ronald Acuña Jr., quien jugó 10 encuentros con el equipo en la ronda regular, anunció que volvería a uniformarse para disputar toda la final, con la posibilidad de llegar hasta la Serie del Caribe. Obtuvo el permiso de los Bravos y se presentó en El Universitario para ser el bateador designado desde el juego uno.

Al tiempo que se supo de la gestión para conseguir la autorización para jugar con La Guaira, el propio jugador informó que la gerencia de Atlanta está negada a que participe en el Clásico Mundial. Aunque manifestó su pesar por la negativa del cuerpo médico y gerencia del equipo, además de su deseo de ser parte de la Selección de Venezuela, surgieron dudas. Es difícil de entender que le permitan jugar en Venezuela, y no en un evento que organiza MLB, y que se jugará en un estadio de Grandes Ligas, con menos riegos.

Desde su primera aparición en la final, recibió abucheos de un grupo de fanáticos de los Leones. Nada que no haya sucedido antes con otras figuras, incluso del mismo equipo. Estoy segura porque he recorrido todos los estadios de la LVBP, de que ninguna afición se salva de haber pitado a los jugadores rivales, por estrellas que hayan sido o sean.

No quiero decir que esté bien, pero los abucheos son parte del juego, en esta y en todas las épocas, no solo en Venezuela o el Caribe, también en las Grandes Ligas. Se pita por rechazo y según sea el caso, también por respeto.

Lamentable cuando se llega a la ofensa, no es justificable, comprar una entrada no da derecho a irrespetar a los jugadores, árbitros, familiares, a nadie, pero también es verdad que ocurre y que hay que estar preparados para lidiar con eso.

Un buen ejemplo que siempre cito es Robert Pérez, abucheado e insultado en cada turno de la final Lara- Caracas de las temporadas 1997-1998 y 1998-1999, cuando el toletero de los Cardenales devolvía las afrentas, con batazos de todos los calibres.

Acuña y su familia escucharon los desplantes caraquistas en ese primer juego. Del sabanero se esperaban con seguridad dos cosas: que pronto soltara un batazo para las gradas, porque eso siempre hay que esperarlo de un bateador como él, y que cuando eso sucediera, se gozara la celebración.

Cubro el beisbol en Miami; uno de los equipos que más viene a loanDepot park es Atlanta, puedo decir desde mi experiencia, viendo a Acuña Jr. desde que debutó, que ese es su estilo, no estoy diciendo que me guste, no importa mi opinión en ese sentido, pero recalco que él tiene por costumbre celebrar efusivamente sus batazos, cosa que no ha caído bien todo el tiempo, recordemos aquel largo sencillo que pegó contra la pared y que el jugador se quedó mirando, pensando que se iría del parque y lo que ello provocó, que el manager lo sentara y una crítica de su entonces compañero Freddie Freeman.

Las celebraciones de Acuña, así como las de otras jóvenes estrellas de las Grandes Ligas, que incluyen “bate flips” y gestos que se describen como “perreos”, son tan mal vistos como celebrados.

“Let The Kids Play” fue una campaña de MLB para destacar estos estilos.

No todos celebran tan marcadamente sus batazos, pero parece estar quedando para la historia esta cita de Mickey Mantle: “Después de conectar un HR, corría las bases con la cabeza agachada. Pensaba que el lanzador ya se sentía bastante mal».

Ronald la sacó y se fue

En el cuarto inning, con los Tiburones arriba 4-3, Acuña despachó la pelota a las gradas del jardín central, un jonrón solitario. El festejo del batazo podría describirse como una combinación de todos los gestos que usa habitualmente el jugador. Un “perreo” que incluyó el tiempo que tardó en recorrer las bases mientras gesticulaba, también con señas dirigidas a los fanáticos adversarios. Era temprano, aun faltaban 5 capítulos, palabra perfecta porque lo que siguió fue un drama.

Ronald Acuña Jr. recorre las bases luego de conectar jonrón solitario ante los Leones del Caracas en el segundo juego de la Gran Final de la LVBP 2022-2023.
Cortesía: Víctor Vázquez / El Extrabase.

El jonrón y la celebración contribuyó a exacerbar los ánimos. La familia de Acuña estaba presente en el juego. En el séptimo inning algunos fanáticos gritaron ofensas a Ronald Acuña Jr y esto hizo que la familia los enfrentara con más insultos y manotazos, como puede verse en los videos, y la situación se tornó violenta, hasta que seguridad intervino.

A los minutos, Acuña publicó en su cuenta de Instagram, en las historias, un mensaje que después borró: “Retirado oficialmente de la liga de Venezuela, buenas noches fue un placer jugar frente a ustedes los quiero”. 

Lo que más tarde se explicó, es que la situación vivida por su familia lo hizo tomar la decisión de irse, en pleno juego, cuando aún debía consumir un turno.

Imposible no pensar en José Altuve, a quien insultan en prácticamente, todos los estadios de las GL, en especial en el Yankee Stadium, donde miles de fanáticos le gritan “Fuck you!” y él estoicamente soporta las ofensas y abucheos y se concentra en batear y si da un jonrón recorre las bases sin aspavientos.

No es nuestra función ni objetivo decirle a ningún jugador qué hacer, pero el talento indiscutible que tiene para jugar beisbol y su juventud, deben servirle de base para avanzar y para corregir lo que puede alejarlo de la ruta del éxito. Otros también fueron inmaduros y se equivocaron, pero decidieron ser mejores, trabajaron en eso, y se convirtieron en leyendas.

 

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