Venezuela está en terapia intensiva – Carlos Flores

Artículo publicado en www.newsweek.mx 24-09-2014

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Por: Carlos Flores

Las enfermedades y epidemias se curan con agua de cocos  y patitas de pollo.BzouHLS__400x400

 Uno puede intuir que el sistema de salud de un país está crítico, destruido y lejos de ayudar a la población afectada cuando, ante la escasez de medicamentos básicos (como el acetaminofén), se hace un llamado para que la ciudadanía ingiera —como si estuviésemos atravesando algún período oscurantista de la Edad Media— mucha agua de coco y coma tantas patas de pollo (en su caldo) como pueda, para así hacerle frente a los diferentes padecimientos que diariamente aniquilan a los venezolanos… Una pausa. Algo de sentido común y un dejo de realidad, entonces todo parece entrar en contexto: ¿agua de coco? ¿Patas de pollo? Sí, suena a componentes de una mala película de terror… pero es real, muy real.

 Es la triste realidad de la Venezuela-chavista-madurista-castrista-antiescuálidos-antioligarcas-antiimperialista-antimaría-conchita-que-quiere-igualdad-y-felicidad-para-todos. En medio de los adelantos científicos que hacen ebullición en el planeta Tierra, con la medicina tan adelantada, tan desarrollada en tantos campos diferentes… para este año 2014, en la República Bolivariana de Venezuela las enfermedades se curan con el agua de los cocos y las patitas de los pollos (y alguno que otro rezo invocado a un santo). Esto, toda la situación es, en dos platos, la respuesta —grande y lastimosamente exagerada— a una pregunta que hace tiempo daba vueltas por ahí: ¿qué rayos es el socialismo del siglo XXI?

Nuestro horrible Vietnam en casa

Algo grave ocurrió durante los últimos años de gobierno del difunto presidente Hugo Chávez, que terminó de germinar con su sucesor, Nicolás Maduro. De alguna manera, en medio de discursos, cadenas, promesas de mejoras, giras internacionales y vulgares y abochornantes despilfarros de dinero de la nación, muchas de las aristas importantes, imprescindibles, para que un país funcione más o menos bien, fueron dejadas a un lado, fueron descuidadas… la salud fue una de ellas. Los planes chavistas de protegerse y armarse ante una inminente “guerra asimétrica” —que nunca ocurrió— contra enemigos invisibles, la imperiosa necesidad de convertirse en un “líder mundial” de poca monta y mucho insulto y la dilatada visión antiglobal, antiactualidad y siempre en pro de lo pasado, de lo que feneció, de lo inútil, arrinconó al sistema de salud venezolano y lo enterró bajo una losa de ineptitud y dejadez. Fallidas “misiones” como Barrio Adentro, con médicos cubanos que hoy andan dispersos por el país, escondidos, tratando de pasar por venezolanos para jamás regresar a la isla de los Castro; amén de malos planes y poco presupuesto, todo eso, el Frankenstein acomodaticio donde comenzaron a escasear medicamentos, alimentos y todo lo que se necesita para vivir, decanta en el cancerígeno presente que dibuja con deprimente claridad el Ministerio del Poder Popular para la Salud, en su Boletín Epidemiológico; un mapa donde Venezuela luce como lo que es: un paciente infectado, cuya cura se perdió en un pasillo del enorme edificio de la burocracia, donde hasta la malaria llegó como un mal recuerdo de otos tiempos. Da la impresión de que ni en Vietnam ha existido tanta malaria como la que hay en Venezuela.

Durante la Semana Epidemiológica número 36, del 31 de agosto al 6 de septiembre de 2014, y con datos oficiales concernientes al virus del dengue, se diagnosticaron 2527 casos probables (solo durante esa semana), de los cuales cuatro fueron dengue grave (0.16 por ciento). Y durante lo que va del año 2014 el acumulado de casos es de 45 745, de los cuales 82.12 por ciento son dengue sin signo de alarma (37 565 casos), 17.58 por ciento son dengue con signo de alarma (8042 casos) y 0.30 por ciento son dengue grave (138 casos).

En cuanto a la malaria o paludismo, 100 por ciento de las 24 entidadesENFE2 federales realizaron la respectiva notificación semanal obligatoria de casos, con el registro de 10 423 muestras tomadas y el diagnóstico de 1835 casos en el país, 1818 autóctonos (99 por ciento) y 17 casos (uno por ciento) importados del exterior (Guyana uno y Colombia 16), reportados desde los estados de Táchira, Amazonas y Delta Amacuro. Hasta la fecha existe un acumulativo, en lo que va del año 2014, de 58 081 casos, lo que representa un aumento de 4.4 por ciento con respecto al período homólogo del año anterior.

“Se exhorta a todas las autoridades sanitarias del país a intensificar la vigilancia epidemiológica ante posibles casos de malaria, motivado a la gran movilización del período vacacional escolar hacia aéreas endémicas”, puede leerse como recomendación en el Boletín Epidemiológico. En resumen: 45 745 casos de dengue y 58 081 de malaria durante lo que va de 2014, tomando algo muy importante en consideración… estos son los casos controlados, diagnosticados… solo Dios sabe cuántos casos existen sin ser identificados y que no llegarán a ser atendidos.

Pero si la ciudadanía estaba preocupada por el dengue, la malaria y los molestos y maléficos mosquitos que propagan esas enfermedades (Aedes aegypti y Anopheles, respectivamente), lo peor, lo más rudo, apenas estaba por asomarse el 12 de junio de 2014, cuando se presentó el paciente cero de algo llamado fiebre chikungunya. De ahí en adelante, Venezuela se doblaría de dolor. El caos apenas comenzaba.

Fiebre, dolor… ¡y no hay acetaminofén!

 Los síntomas son parecidos al dengue, con la única —y terrible— diferencia de que la fiebre chikungunya, como indica la traducción, significa, literalmente, doblarse de dolor. Tras dos a cinco días de fiebre muy intensa, el paciente experimenta dolores en las articulaciones de las extremidades; este dolor puede persistir semanas, meses o incluso durante años. Y desde el 12 de junio de 2014, Venezuela recibió este dolor entre sus ciudadanos. ¿Tratamiento? Solo se recomiendan los medicamentos con acetaminofén como componente principal. Pero, en medio de la crisis por carencia de dólares para realizar importaciones, la gran mayoría de los laboratorios que fabrican medicinas en el país, han tenido que detener su producción al estar imposibilitados para obtener componentes en el extranjero. Es decir: además de la escasez de alimentos y artículos de aseo personal, ahora en Venezuela no hay medicamentos. Entonces, el plan B es consumir agua de coco y sopa de patas de pollo. Recomendado incluso por miembros del Gobierno Nacional. Sin embargo, esto ha creado dos situaciones particulares: el incremento hasta en 300 por ciento del precio de los cocos y las patas de pollo y, durante la última semana, la escasez de ambos rubros. Ya es costumbre ver un letrero en la carnicería de la esquina que anuncia: No hay patas de pollo. Pero “¡hay patria!”, diría Nicolás Maduro, con el orgullo saltando entre sus densos y aceitosos bigotes.

ENFE3La ministra de Salud, Nancy Pérez, ofreció una rueda de prensa el 17 de septiembre donde anunció que hay tres muertos y 398 afectados por chikungunya en el país, además de 1239 casos sospechosos. Y en el Boletín Epidemiológico se explica que los pacientes infectados por el virus de dengue o chikungunya son el reservorio de la infección para otras personas, tanto en el hogar como en la comunidad. Por consiguiente, las medidas de salud pública para reducir al mínimo la exposición de los pacientes a mosquitos se convierten en imperativas para prevenir la diseminación del virus y, por ende, de la enfermedad. Así, tenemos que es necesario educar al paciente y a otros miembros del hogar y a la comunidad afectada acerca del riesgo de transmisión y las maneras de reducir al mínimo este riesgo al disminuir la población de vectores y el contacto entre el vector y las personas. Para reducir al mínimo el contacto del vector-paciente, se recomienda: a) El paciente debe descansar bajo mosquiteros, impregnados o no con insecticida. b) El paciente, así como otros miembros del hogar, han de llevar mangas largas para cubrir las extremidades. c) Los repelentes que contienen DEET, IR3535 o Icaridina se pueden aplicar en la piel expuesta o en ropa de vestir, y su uso debe estar en estricta conformidad con las instrucciones de la etiqueta del producto. d) Emplear alambre/malla/redes en puertas y ventanas.

  

Otra guerra más

El miércoles 11 de septiembre, el Dr. Ángel Sarmiento, presidente del Colegio de Médicos del estado de Aragua, ofreció una rueda de prensa que se convertiría en polémica. Ahí soltó la bomba: denunció la repentina muerte de niños, adultos y adolescentes, que se registraron durante 72 horas en el Hospital Central de Maracay. Sarmiento explicó que se trataba de “síndrome hemorrágico febril agudo que produce la muerte en forma abrupta; en un lapso no mayor a las 72 horas. Hasta los momentos se registran ocho muertes entre adultos y niños”, agregó. Un par de días más tarde se presentarían dos muertes más. Hasta ahora se desconoce el tipo de enfermedad, pero el gobierno descartó, ante una serie de rumores que circularon desbocados, que no se trata de ébola. Pero, sea lo que sea, está matando a los venezolanos que viven en el centro del país. Sin embargo, en vez de crearse una comisión para investigar lo que ocurre en ese hospital de la ciudad de Maracay, el Gobierno tildó de mentiroso al Dr. Sarmiento, quien ahora será interpelado por el Parlamento del estado Aragua.

 “¡Hay una guerra bacteriológica!”, gritó Nicolás Maduro haciendo referencia a lo ocurrido en el Hospital de Maracay. Dijo tener “serias sospechas” de que “la derecha pretendía meter algún tipo de virus” en ese hospital para iniciar “una guerra bacteriológica”. Además anunció acciones legales contra CNN y El Nuevo Herald por publicar noticias sobre el caso. Sus gritos fueron en el mismo tono beligerante, rabioso y mediático que con tanto afán intenta copiar de su predecesor: es un tono que puede traducirse en: “¿Adivinen qué?, ahí viene otra vez el lobo feroz… ¡y nos quiere morder!”. Es un tiempo de guerras en Venezuela… guerras económicas, psicológicas y, ahora, epidemiológicas. El problema es que, como todas las anteriores, las únicas pruebas de guerra alguna existen en enormes cantidades… pero solo dentro de la mente del presidente venezolano. ¿Y los cocos? ¡Tampoco hay!

Carlos Flores es periodista venezolano. Ha sido colaborador de diversos medios de comunicación y es autor de La moda del suicidio (EXD, 2000), Temporada caníbal (Random House Mondadori, 2004) y Unisex (Santillana, 2008). Actualmente es editor en jefe del diario Notitarde La Costa y columnista de The Huffington Post.  @CarlosFloresX

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