Andrés Hoyos

La cuadratura del círculo – Andrés Hoyos

Publicado en: El Espectador

Por: Andrés Hoyos

El mítico problema del título, de resolución proverbialmente imposible, se le está viniendo encima al gobierno del presidente Petro. Aclaremos de entrada que su programa de gobierno contiene varios ineludibles: la reforma agraria, postergada por décadas por una derecha miope; el fin de la absurda guerra contra las drogas, obligada por Estados Unidos contra el interés de Colombia, y la inclusión de las minorías en distintas instancias.

Sin embargo, los ímpetus fundacionales de Petro van mucho más allá y es entonces cuando surgen los problemas. El presidente habló de la existencia de un “enemigo interno”. Pues bien, si se trata de una persona, digamos el ministro José Antonio Ocampo, lo puede despedir y listo. Ahora bien, si el enemigo interno son las leyes y reglas que se derivan de la división de poderes, es decir, que un presidente no pueda hacer todo lo que le venga en gana, ahí sí ni modos.

Viene la reforma tributaria, sobre cuyo articulado hay opiniones variadas. Me reservo la propia en el entendido de que muchas veces he defendido su necesidad. ¿Será excesiva, como opinan algunos? Quizás. El recaudo venía subiendo en todo caso, así que una cosa es apretar más algunas clavijas y otra reventar el diapasón. Ya veremos qué pasa. De cualquier modo, hay muchos sectores que no pagan impuestos, diga usted una parte de los médicos, dentistas y abogados que cobran sus consultas privadas en billetes. En esos casos las sanciones son demasiado suaves. No obstante, exprimir a los menos y ser flojo con los más no es buena política.

Algunos expertos prevén un frenón en los contratos de infraestructura, sobre todo a cargo de la ANI, por ejemplo el megaproyecto de recuperación del Canal del Dique. Sobre eso, el silencio es clamoroso. ¿Nuevas carreteras grandes, nuevas hidroeléctricas? No se vislumbran. En fin, yo también espero estar equivocado.

La inflación es un mal heredado que se puede agravar mucho sobre todo por cuenta de la devaluación. Esta afectará, sí o sí, al trigo, al maíz, a la soya, a la cebada, por lo tanto, el precio final del pan, del pollo, del cerdo y de la cerveza, todos de consumo popular. Con un dólar más caro, la deuda externa crecerá en pesos y el déficit por los subsidios a los combustibles, también. Casi más grave que la devaluación desbordada ha sido la depreciación de los títulos de la deuda pública de la Nación, con efecto sobre los inversionistas que han creído en Colombia.

Brigitte Baptiste habla, con razón, del “abandono prematuro de los hidrocarburos”. Los ingresos por las exportaciones agropecuarias (¿aguacates?) que deberían amortiguar los menores ingresos petroleros se ven venir lentos y en cuantía muy inferior a la necesaria. En general, abundan las propuestas, algunas delirantes, pero no las realizaciones. ¿Se resuelven los problemas con el control de precios que propone la despistada ministra de Trabajo? Ni hablar; ese sí sería el acabose. Ya tenemos suficientes mercados negros, como para agregar otros más.

Varios de los problemas actuales no se originaron con Petro —eso no tiene discusión—, pero vaya que las soluciones erradas pueden agravarlos y redundar en problemas nuevos, ellos sí causados por quien está en el poder. Las opciones de ampliación del gasto no son del tamaño que el presidente quiere. La perspectiva de su popularidad tampoco se ve tan apetitosa, aunque nada de eso se resuelve haciendo locuras.

 

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