La fatal atracción de Maduro por las locuras de Salas – Andrés Miguel Rondón

Por: Andrés Miguel Rondón

El pasado jueves, Luis Salas fue el autor más leído en Aporrea.FOTO-ANDRES-M-JPG-150x150 Aunque su contribución aparentaba ser nomás que un artículo de opinión, tenía toda la pinta de haber sido el memo interno que le consiguió el cargo de Maestro de la Anti-Economía en el reciente tremor simbólico del gabinete ministerial.

Maduro debió amarlo. En partes, su cadena durante la rueda de prensa del miércoles repetía su bizarra retórica casi verbatim. Y es fácil ver por qué: este memo tiene la mezcla perfecta de pueril autocrítica y denuncia furiosa de abominables chivos expiatorios que se ha vuelto protocolar en todos los mal llamados “golpes de timón» del chavismo. Es el parangón de las trampas intelectuales a las cuales los económicamente iletrados de la izquierda caen una y otra vez. Así que no es difícil imaginar la excitación que pudo haber sentido Maduro, días antes, al encontrar en el autor de esta pieza maestra de género la próxima punta de lanza de su huida hacia adelante.

Por sus propias y desquiciadas razones, este memo de Salas es de lectura obligatoria. Los intentos desesperados de darle cierta justificación intelectual a su galáctico calcado de axiomas económicos son simplemente hilarantes. El documento, salpicado de citas de Proust y problemas (nivel aprendiz) de la Teoría del Juego, realmente solo coge impulso en el sexto párrafo (previo al cual, querido lector, se encontrará usted con digresiones epistemológicas de por qué el Bien y el Mal deben escribirse entre comillas, o manifiestas cursilerías como por qué el Amor es más bello que la Esperanza) cuando empieza hablar del rol de las expectativas en las economías de mercado. Atención, por favor, que esta es la columna vertebral (o mejor dicho única columna) de la edificación de su propuesta económica.

Las expectativas, dice Salas, pueden ser irracionales. Según su teoría, uno puede formar expectativas a través de empirismos retrospectivos (el sol saldrá mañana porque salió hoy, etcétera) o el pronóstico del futuro gracias al análisis de la información disponible en el presente (lo que nosotros los economistas llamamos expectativas racionales, a pesar de que él no quiera darle ese nombre). Pero para Salas esta segunda ruta es mucho menos cierta y rigurosa. Claramente, es este segundo método contra el cual él quiere pelear, y es en las espaldas de esta pelea que espera lanzar el grandioso proyecto de acabar con nuestra presente recesión inflacionaria a través del desmantelamiento total de las Ciencias Económicas.

Como para que uno no vaya a creer que no está al tanto de los debates más recientes de la materia, Salas empieza su ataque con una disección de la obra de Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía del 2002 y autor del bestseller Thinking Fast and Slow. Ningún estudiante de mi generación pudo haber ignorado la refutación de Kanheman a la Teoría de la Utilidad Esperada basada en su hallazgo de que nosotros, Homos Sapiens, a diferencia del idealizado Homo Economicus de los académicos, «menospreciamos resultados que son meramente probables a favor de resultados que se obtienen con certeza… lo cual contribuye a la aversión al riesgo en decisiones que involucran ganancias certeras y al apetito al riesgo en decisiones que involucran pérdidas certeras».

Pues bien, Salas, descubriste América en un vaso de leche y acabaste con el Homo Economicus con treinta años de retraso. Sí, a veces nuestras expectativas no son racionales. De acuerdo, también, cuánto importa cómo se construye la pregunta (casos donde el riesgo es perderlo todo versus casos donde el riesgo es ganarlo todo, etcétera). ¿Pero a dónde estamos yendo con esto, Salas? ¿Cómo propones utilizar la teoría de Kanheman para ayudar a Venezuela a salir de su infierno económico?

Escuchen esto, según Salas resulta que nuestra economía está cayendo en picada porque la sociedad venezolana, en su plenitud, está valorando irracionalmente el precio de las cosas debido a que está sufriendo una pandemia de expectativas irracionales. Es decir, olvídense de Kanheman –y, por favor, aguántense la risa-, resulta que el venezolano compra cada vez más cara la carne porque sufre de la errónea expectativa de que el precio de las cosas va a seguir subiendo. Si tan solo pudiese corregirse esa expectativa, entonces compraría la carne por su verdadero precio y todos seríamos felices para siempre.

Esta singular teoría es sin duda la obra maestra de la literatura marxista-dadaísta. El mismo Jorge Luis Borges aplaudiría el ingenio de Salas en la creación de tal mundo paralelo. Ya que, no nos confundamos, esto es en definitiva lo que es esta teoría: un mundo paralelo donde le puedo comprar un yate por dos manzanas si tan solo logro convencerle de que mañana, cuando vaya a comprárselo, su precio será justamente dos manzanas. O bien donde, por arte de hipnosis, convenza a todo el pueblo de Madrid que espere que el Museo del Prado este día jueves valga precisamente tres mandarinas para comprárselo.

Lo cual, por cierto, es menos fantástico que pensar que, en la presente inundación rampante de dinero inorgánico, el venezolano creerá realmente en el mito de la inflación estática. Tristemente, a estos temas -la monetización de la deuda y el manejo descontrolado de nuestro déficit- Salas no le dedica ni una palabra. Ni una sola.

Está claro, entonces, cual es ahora la propuesta de Maduro. Su famoso reseteo no será otra cosa que corregir las ‘erróneas’ expectativas del pueblo a través de campañas publicitarias donde se explaye a toda voz el ‘verdadero’ precio de las cosas; intentando, en definitiva, hacer con marketing lo que no pudo hacerse con los mercados. Es decir, el nuevo planteamiento de Maduro es convencer a todo el país de que su proyecto económico sí ha sido exitoso. Esto no es otra cosa que el colmo de la negación. También, claramente, la razón de la fatal atracción de Maduro por la posesa locura de Salas.

 

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