Andrés Hoyos

Nyet – Andrés Hoyos

Publicado en: El Espectador

Por: Andrés Hoyos

No existe producción ni consumo de energía que no afecte la salud del planeta. Ninguno. O sea que si uno quiere tener un efecto nulo sobre el medioambiente, lo mejor es desaparecer, porque tampoco se ha inventado una forma de organizar la vida en sociedad sin energía. ¿Cianuro al desayuno?

La intermitencia hace que las energías solar o eólica sean poco confiables. Además, los sistemas de almacenamiento asociados con ellas generan grandes desperdicios y todavía no son de fiar. ¿Mañana sí? Ojalá. Ambas producen gran cantidad de basura perjudicial. Los grandes molinos son letales para varias especies, por ejemplo de murciélagos. Pero, sí, son energías renovables, como también lo es la hidráulica. Según la mayoría de los expertos, esta es una de las formas ecológicamente más amigables, así también genere daños, sobre todo al comienzo, pues a veces los embalses obligan a inundar trozos de bosque y tierras fértiles o a desplazar poblaciones, aunque las escalas suelen ser manejables. Pese a los problemas descritos, las represas tienen la ventaja de que ayudan a controlar las inundaciones río abajo, tan comunes en los países lluviosos como Colombia. Una costumbre perniciosa sobreestima los daños causados por las represas, pero no dice ni mu sobre la devastación de las inundaciones, achacadas a la madre naturaleza. Según lo hemos visto últimamente, ella también puede causar calamidades. No aclaran los enemigos de las represas que las alternativas obvias son las centrales de carbón, petróleo o gas, que lanzan toneladas de CO2 a la atmósfera. Por último, cualquier represa se hace o no y listo.

Estas premisas no parecen convencer a los ambientalistas más radicales. Uno los ve casi babear de gusto por los problemas que trajo y todavía puede traer Hidroituango, el proyecto de generación eléctrica más grande de Colombia. Yo sería el último en negar los daños ocasionados. El optimista interno me dice que no hubo ninguna catástrofe y que es poco probable que los daños se repitan en proyectos futuros. El pesimista interno contesta: represas, nyet.

¿Por qué? Porque de lo dicho se deriva una verdad de a puño: es imposible que el sector privado construya o gestione una central hidroeléctrica grande. Los crucificarían. Esto solo deja a las empresas de mayoría pública, o 100 % estatales, como EPM. Pues bien, tras los errores cometidos por esta última, el deporte de la crucifixión se ejerció con generosidad sobre los funcionarios públicos involucrados y/o las personas elegidas a cargos públicos con influencia sobre Hidroituango. ¿Alguien se le volverá a medir pronto a una represa grande? Contestemos de nuevo en ruso: nyet.

Iluso que sigo siendo, entiendo que la energía hidroeléctrica, limitada solo por las sequías, se complementa de forma natural con la solar, pues en las sequías brilla más el sol. Claro que una de las consecuencias esperadas del calentamiento global es el aumento de las lluvias, por definición buenas para las represas y malas para los paneles solares.

Todavía se produce más energía eléctrica en el mundo con carbón, petróleo y gas que con agua embalsada. Lo que sí se ha visto es que la combinación de energías es más favorable que depender de una sola. Leo en distintas fuentes que las economías emergentes presentan una gran oportunidad de desarrollo hidroeléctrico, ya que se utiliza menos del 30 % del potencial en América del Sur y Asia. ¿Habrá que dejar ese potencial intacto?

 

 

 

Lea también: «El centro converge«; de Andrés Hoyos

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes