El caos y el orden

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  La foto en la primera página del Diario VEA nos muestra al Alto Mando Militar. Están allí los generales de la Guardia, del Ejército, de la Aviación, los Almirantes, todos con sus uniformes impecables, sus condecoraciones muy brillantes llenándoles el pecho hasta bien abajo. Delante, flores multicolores. Tras ellos, las banderas de sus destacamentos. Dice aquí: CEO (Comando Estratégico Operativo) reimpulsa operaciones en defensa de la nación.

  Uno ve esta foto y dice: Todo está en orden. Así pareciera que le dicen ellos a su Comandante el Presidente Chávez, “Todo en orden comandante”, “Todo bajo control”.

  ¿Será cierto que todo está bajo control?

  Por no hablar del pobre mensajero que asesinaron a cuadras de Miraflores. Fíjese usted el país que estamos viviendo donde la anarquía pareciera ser la que está realmente en control.  Leo apenas el inicio de esta crónica que firma Javier Brassesco en el diario El Universal: Dos taquillas y un control de acceso destrozados y saqueados, un guardia nacional con el hombro dislocado, barandas rotas y lanzadas a la vía férrea, tiros al aire y cuatro usuarios detenidos fue el saldo de una batalla campal de tres horas que ayer tuvo lugar en la estación Cúa del ferrocarril del Tuy.

  ¿Qué pasó?

  Todo comenzó poco antes de las seis de la mañana en la estación Charallave Norte cuando un grupo de personas se metió en la cabina del conductor y quiso obligarlo a que continuase su trayecto a Cúa en vez de devolverse a Caracas, tal como estaba previsto.

  Primer paso de la anarquía: aquí cualquiera hace lo que le da la gana. ¿A cuenta de qué van a desviar la ruta de un tren? Como si fuera el tren de ellos. “No, yo voy primero a Caracas, yo no tengo que ir a Cúa” dice el conductor. ¡Pero si es un tren! ¡Tiene una ruta!

  Sigue la crónica: El conductor llamó a Control Interno, y desde allí se llamó a la policía, pues se trataba de un delito mayor (intento de secuestro de un tren). –¡Solo en Caracas!- Ahí comenzó el primer forcejeo entre usuarios y fuerzas de seguridad, pues la gente de la estación impidió que detuvieran a los agresores.

  El colmo, ¿no? Como todos formamos parte de la anarquía, ¿por qué a estos secuestradores lo van a detener?

  Escribe el cronista: Esto a su vez creó retrasos en la estación de Cúa, donde los usuarios comenzaron a aglomerarse. Allí los primeros roces ocurrieron entre los pasajeros que hacían la fila para comprar su boleto y quienes querían colearse. Un grupo de usuarios, tal y como sucede todas las mañanas, estaba en el andén y otro fuera de la estación, pues el portón se abre cada cierto tiempo para que todo el público no se acumule en el andén. Entonces unas personas forzaron el portón y de pronto todos entraron al mismo tiempo.

Vinieron entonces los primeros destrozos: partieron los vidrios de dos boleterías y de un control de acceso y se llevaron no solo el dinero que había allí sino también las pertenencias de varios trabajadores que estaban en las gavetas. Además rompieron unas barandas y las arrojaron en la vía férrea.

  Después vino la Guardia, la policía y todo lo demás. Ese es el país que tenemos. Un país donde el secuestro ya se lee de muchas maneras, ¡hasta se secuestra un tren! ¿Le parece a usted que eso es insólito? ¡No! Acá se secuestran también instalaciones. Leo este titular en El  Clarín de la Victoria, en el estado Aragua: “Pacientes y familiares amotinados secuestraron instalaciones del Benítez”. Escribe Andreina Toscano: Desde tempranas horas de la mañana de ayer, un nutrido grupo de pacientes se reveló contra las autoridades del Hospital José María Benítez, al tomar todas sus instalaciones, negando la entrada y salida de la mayor parte del personal, acciones que justificaron como una medida de presión, ante las innumerables fallas que presenta el primer centro asistencial de La Victoria.

  Parece un país de histéricos, de energúmenos, donde cada quien termina haciendo lo que le da la gana. Estamos hartos de que todo vaya mal y la violencia estalla con naturalidad. Pero eso sí, la foto  del Diario VEA nos muestra un  Alto Mando vestido de gala, muy condecorado,  donde todo -al menos para ellos- está en orden.

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