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El parricida

Parricidio es uno de los peores crímenes. Parricidio es el asesinato del padre por el hijo. En el día de hoy el portal Konzapata.com ha calificado a Nicolás Maduro como parricida. Y ello porque ha acabado con la obra cumbre, políticamente hablando, de quien él considera su padre político, Hugo Chávez. Ha acabado con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que en 1999 le dio inicio a esto que se ha conocido como proceso revolucionario.

“…En uso de mis atribuciones presidenciales como Jefe de Estado Constitucional, de acuerdo al artículo 347, convoco al Poder Constituyente originario para que la clase obrera y el pueblo en un proceso popular constituyente convoquen la Asamblea Nacional Constituyente. ¡Asamblea Nacional Constituyente! Con el pueblo, con la clase obrera”.

Con este anuncio Maduro está despachando una nueva constitución moribunda, la del 99, la de su padre. ¿Pero por qué procede a semejante crímen, a semejante traición política? ¿Por qué acabar con una Constitución que hasta ayer él mismo tenía por perfecta? Pues, sencillamente, porque ella ya no le permite seguir en el poder. No está en el ánimo del accidentado gobernante solucionar los graves problemas del país, a él sólo lo anima y obliga resolver, prolongar su turbulenta permanencia en el poder. Y para ello se ha inventado esta fórmula única y arbitraria, rarísima, gracias a la cual esa asamblea constituyente, de curioso apellido “comunal”, no será elegida de manera directa por nadie; es decir, no por los electores venezolanos –todos los inscritos en el REP- sino por un grupo de privilegiados escogidos a dedo y, obviamente, militantemente chavistas. La intención la ha definido diáfanamente el historiador Tomás Straka en un tuit elocuente: “Si no puedes ganar elecciones haz una constitución para que solo voten tus amigos y así puedas ganar”.

La oposición ha calificado esto como algo brutal, la continuación del mismo golpe de estado que se disparó desde hace poco más de un mes. El presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, ayer proclamó:

“Es el golpe más grave en la historia venezolana. Es Nicolás Maduro disolviendo la democracia y disolviendo la republica. Y, frente a eso, la Unidad Democrática y los diputados de la Asamblea Nacional, llamamos a rebelarse al pueblo de Venezuela y no aceptar este golpe de estado”.

Maduro ha disuelto la republica, no solo la democracia. Nos ha quitado el país. Para él ya no somos ciudadanos, tampoco venezolanos. El parricida ha matado al padre decretando la muerte de la V república. El que tantas veces juró que pulverizaría a la oligarquía, al capitalismo, al imperio y al dólar paralelo, entre tantas otras amenazas que terminaron polvo cósmico en la memoria colectiva, solo terminó pulverizando la constitución que le daba sentido y razón de ser a la revolución que heredó y que con extraordinaria torpeza rápidamente destruyó. En el futuro inmediato ni siquiera los suyos le recordarán con alguna pizca de afecto, todo lo contrario.

¿Qué viene ahora? Solo el pueblo venezolano –que no Maduro- lo podrá decidir.

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