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El presidente fuera de libreto

El Nuevo país lo dice bien: Luego de dos semanas de anunciar un anuncio, ayer el jefe del gobierno, acompañado de parte del tren ministerial y algunos dirigentes del PSUV, presentó videos sobre el asesinato del diputado Robert Serra y la confesión de su Jefe de Seguridad.

Por fin ayer habló el Presidente. Es evidentemente la noticia del día. No es poco el centimetraje que la prensa dedica a este asunto.

“Presidente Maduro acusó a paramilitar colombiano de asesinar a Robert Serra”, esa es la primera revelación importante. Nos habla de una banda de un tal Padilla Leiva, a quien llaman “El Colombia”. Es el jefe de una organización “paramilitar” que consigue el dinero y convence y contacta a Edwin Torres Camacho, Jefe de los escoltas de Robert Serra, y durante tres meses planifican el asesinato. Dijo Maduro: “Sabemos quienes pagaron por ese crimen (…) No podemos decir más, es parte de la investigación. Es muy delicada”.

Presenta entonces dos videos. Uno muestra la confesión de Torres Camacho. Y el otro es muy interesante porque es un montaje que, con música dramática y un locutor muy dramático también él, pretende ponernos en contexto el asesinato; se remota a las elecciones regionales y luego, hilvanando hechos no necesariamente conexos, termina dándole connotaciones políticas al crímen.

Pero lo cierto es que el Presidente, a pesar del video, no revela argumentos creíbles que confirmen que es realmente un crimen político. Él solo lo afirma pero no da pruebas al respecto.

Dice que el móvil del robo está descartado, y, sin embargo, nada dijo del dinero que, según informaciones previas, le habría sido sustraído al diputado. Tampoco habló de los fusiles, de las armas largas en poder de Serra. Y, para darle aún más tinte político al asunto, revela que un francotirador habría intentado asesinar al Ministro de Educación, Héctor Rodríguez. Mas no dice dónde, no dice cuándo, ni cómo. Pero, con la habilidad que tienen y la necesidad de armar escándalo que les caracteriza, extraña que la opinión pública nunca supiera de ese supuesto atentado.

Por si fuera poco, tres días después del crimen de Serra, revela Maduro, intentaron asesinar nada menos que a Diosdado Cabello. ¿Sería por eso que este dijo que se sentía amenazado?

La verdad es que después de oir al presidente más de uno quedo con una sensación de desazón, de burla, como si hubiésemos sido estafados. La verdad no pareciera estar ahí. Eso sí, ninguna mención al diputado Berrizbeitia y nada de las supuestas vinculaciones de los políticos venezolanos, con lo cual el tinglado de la “extrema derecha fascista” definitivamente rodó por el suelo. Solo Uribe queda como una banderita para mostrar.

Lo más patético de ayer, sin embargo, fue el final. La primera pregunta de la rueda de prensa le tocó al corresponsal de Associated Press, Joshua Goodman. Entiendiendo quizás que todos los argumentos esgrimidos por el presidente eran humareda, neblina, el corresponsal fue directo a lo que consideraba el verdadero problema, la verdadera noticia, y le preguntó por la caída de los precios del petróleo y sobre cómo iba el gobierno a enfrentar dicha caída.

El presidente Maduro lució desconcertado, le dijo que ese no era el tema, pero no pudo parar allí y siguió hablando. Aquí vino lo grave, lo que no tenía en el libreto. Soltó una especie de pronóstico endeble y muy peligroso: “Los precios del petróleo tocaran piso y después subirán, y Venezuela, pon la firma allí –le dijo al gringo-, volverá a levantarse… Si quieres hablamos de esto pasado mañana.”

Pasado mañana no, presidente. Ahora. Ya que reconoció que los precios del petróleo tocarán piso, ¿qué va a hacer su gobierno al respecto? ¿Por qué afirma que Venezuela volverá a levantarse? ¿Cómo se va a levantar, con qué, cuándo? Y peor aún: ¿cómo será la caída? ¿Tiene su gobierno algún plan para evitarla o al menos atenuarla?

En resumen: ¿tiene usted idea de la gravedad de la frase que soltó ayer, así como si nada, como por no dejar?

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