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La guerra como salvación

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El pasado viernes 24 cerramos nuestro editorial con un comentario sobre el incidente ocurrido en Arauquita, Colombia, cuando 60 militares venezolanos entraron, montaron un campamento e izaron la bandera venezolana. Allí nos preguntábamos: “¿Qué pasó? ¿Qué hacían esos 60 venezolanos en territorio colombiano? Según se desprende de la poca información suministrada -toda desde Colombia, porque es notoria la parquedad del gobierno venezolano- pareciera que se trata de una provocación contra el país vecino. ¿O realmente fue error de mapas y señales satelitales? Si es así, qué pena, a pedir disculpas. ¿O más bien fue otra cosa? Quién sabe…” Y dejamos abierta la suspicacia porque, en efecto, lucía demasiado sospechosa, por decir lo menos, la incursión en cuestión.

Hoy el editorial de El Nacional, firmado por su editor Miguel Henrique Otero, destaca en el titulo: “El peligroso juego de Maduro y Padrino López en la frontera”. El texto cierra con esta idea: “Por el temor a la activación de la Carta Democrática Interamericana, intentaron crear un conflicto fronterizo que cohesionara un posible fervor nacional. Pero fracasaron. Ni en Colombia ni en Venezuela lograron polarizar a la opinión pública. ¿Y qué lograron? La humillación de un grupo de soldados venezolanos”.

Hoy el diario margariteño La Hora coloca en su gran titular que “Diosdado Cabello acusa a la Revista Semana de buscar una guerra con Venezuela”. ¿Por qué dice esto Cabello? Vayamos a la revista colombiana donde, en una cronología de lo ocurrido, con el titulo: “Venezuela los coletazos de la crisis”, se esbozan varias hipótesis. La primera y más importante plantea que la incursión de soldados venezolanos en territorio colombiano fue una provocación:

“El gobierno colombiano cree que Venezuela buscaba un pretexto para generar una crisis entre los dos países y así levantar una cortina de humo sobre la crisis política que atraviesa su país, y de paso decretar un estado de excepción o emergencia. Esto ha ocurrido en el pasado, o por lo menos así fueron interpretadas muchas de las peleas que el presidente Hugo Chávez casó tanto con Colombia, en tiempos de Álvaro Uribe, como con Estados Unidos, país con el que mantuvo una constante confrontación. Respecto a Colombia, incluso al final del gobierno de Uribe se llegó a hablar de un estado de preguerra, y ambos países se dotaron de armas de defensa nacional para precaver un escenario bélico.

“Si esa fuera la apuesta de Maduro, le habría salido muy mal. La conversación entre ambos presidentes y la subsiguiente salida de las tropas le ha costado duros cuestionamientos de quienes en los círculos radicales de Caracas creen que debió pelear por una redefinición de los límites en Arauca”.

Esa era la idea, según esta tésis: provocar al vecino para que aquí se crease un alboroto, y saliese el pueblo a defender a nuestra Fuerza Armada, la integridad territorial, la soberanía, etc. Pero el pueblo venezolano ni se inmutó. Quizá porque el argumento sonó burdo. Quizá porque con tanta hambre y escasez de todo, ese falso y lejano problema no estaba en las prioridades de ninguno. Quizá porque a este gobierno, por más de los esfuerzos de “Villeguitas”, ya nadie le cree nada. Por eso a pasar la página que el trapo rojo, el pote de humo en Colombia ya se disipó.

Eso sí, ha de alarmarnos a todos los venezolanos que este gobierno de ineptos y farsantes, una vez que se ha visto desbordado por la peor crisis de toda nuestra historia -desgracia que él mismo ha creado y multiplicado-, pueda inventarse una guerra absurda como única salvación. Que Dios nos agarre confesados.

 

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