20 de mayo de 2018 – Fernando Rodríguez

Publicado en: El Nacional

Por: Fernando Rodríguez

La verdad es que, contrario a lo que yo pensaba, un concierto de grises medianías, el tal 20 fue un notable espectáculo, una fotografía extraordinariamente decidora del acertijo nacional. Desde la soledad cívica del día hasta que Tibisay murmurara su oscura y cansona oración.

El momento crucial fue el discurso de Henri Falcón desenmascarando el fraude. Yo terminé oyéndolo de pie y con la boca abierta. El legitimador de las elecciones podridas las estaba destruyendo en el momento crucial, socavando las pocas bases que le quedaban después de un día de centros electorales desiertos, como nunca en una elección presidencial, en ciudades y pueblos maltratados y ahítos de ira. Sobre esto tengo que agregar que creí hasta el final que había un pacto poselectoral, que ratificaba el bucanero de Zapatero, quien afirmó  tener ya hasta los comensales del diálogo y andaba por ahí ese domingo, con el pateado Correa y el disfuncional Maradona, diciendo impúdicas mentiras sobre la limpidez del proceso. Bueno, a pesar de que tengo no pocos apreciables y fraternos amigos que decidieron votar, ese creí que era el torpe y desesperado proyecto político. Les pido excusas. (Así como quiero dejar constancia de mi alegría del día de ayer, al saber que el gobierno español decidió retirarle todo su apoyo al corsario trashumante, subrayando que ya es un bagazo político para venezolanos y demócratas del globo). No se puede dejar pasar tampoco las contradictorias declaraciones de Bertucci, que al menos sirvieron unas horas, que es mucho para su talante.

Pero me pareció también notable que el Estado Mayor, con sus uniformes de guerra y todo, se hayan puesto, unos minutos antes a sabiendas de todo lo que sucedía, a cantar villancicos sobre las maravillas de la feliz jornada para la salud de la patria. Si alguien lo dudaba, ya sabrá que ellos son los dañados pilares del templo que se derrumba sobre los venezolanos.

Ahora bien, el balance sí es cosa que hay que hacer con más cautela. Para empezar hay que recordar que después de 2015 no hay que ser muy listo para poner entre paréntesis todo lo que salga de la boca de Tibisay, sobre todo en la hora de los números. Los resultados son suficientemente contundentes contra Maduro, pero a pesar de eso habría que apostar a que fueron mejores, se sabrá. Por cierto, el rector Rondón podría en su última vejez hacer algunas revelaciones relevantes, que ya no interesarán mucho para entonces, salvo para algunos investigadores y tesistas de las escuelas de Historia y Politología; siempre es prudente dejar registro.

En todo caso, lo que no es dudable es el desprecio nacional por Maduro. Ello se debe, calcule si quiere, a la abstención nunca vista. A lo que habría que agregar, ciertamente, los votos de los otros candidatos que también lo adversaron. Le queda un escaso 25% en la aritmética de Tibisay y sin hurgar en los votos coaccionados por el hambre o trampeados en mesas sin testigos, muchas parece. Lo más difícil es saber cómo se reparte la abstención, obviando los vagos y los antipolíticos de siempre, muchos migrantes sin posibilidad de votar, el asunto es saber cuántos se abstuvieron para apoyar al Frente Amplio y la MUD, que tan poco esfuerzo hicieron para lograrlo y cuántos lo hicieron justamente para castigarla. No obstante, ambos sectores coinciden en el desprecio a Maduro, que es lo que más cuenta, pero la pregunta no deja de tener interés para lo que ha de venir, para la valoración y el comportamiento futuro del liderazgo.

Lo dijo diáfanamente el rector Virtuoso, que lo primero que hay que lograr para que no se pierda la energía vital de ese domingo feliz es rehacer y pronto la unidad. Lo que implica, seguramente, detener antagonismos ya vencidos el 20 de los corrientes, discursos justificativos monocordes y reiterados, para lograr la unidad de propósitos y acción. Poner a hablar a candidatos y abstencionistas. O como esa magnífica resolución de la Asamblea condenando las falsas elecciones, las primeras y gruesas reacciones de la comunidad internacional y, al parecer, el incremento represivo gubernamental producto del miedo y la desesperación. En el cual cayó este diario, que un día será reconocido como el que más ha resistido los atropellos de toda laya de gobierno alguno y sigue en pie.

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