Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
Hace unos días circuló un video, que rápidamente se difundió por las redes sociales en grupos de WhatsApp o chats, en el cual, de una manera clara y bastante didáctica, el politólogo John Magdaleno expone sus puntos de vista y las conclusiones de sus trabajos e investigaciones sobre el papel de los procesos electorales en los cambios de regímenes políticos y las transiciones hacia la democracia.
Enfoque de Magdaleno.
El trabajo de Magdaleno en esta materia es intenso y tiene más de nueve años desarrollándose, por ello me dirigí al autor para que me facilitara las referencias de algunos de sus trabajos y les trascribo a continuación el vínculo a uno de ellos: «Una breve introducción a las transiciones hacia la democracia: elecciones tentativas de ciento dos casos de transiciones a la democracia en el mundo». En Democracia y Libre Empresa. Caracas: Fedecámaras (disponible en: https://bit.ly/3y9cNa5)
El video, rápidamente también, reabrió una polémica entre colegas politólogos, que ya tiene, como el tema mismo, algún tiempo discutiéndose de manera académica. No es mi intención involucrarme en la polémica, pero si utilizar la ocasión del video de Magdaleno y la polémica que suscitó, para resaltar algunos aspectos de la situación política actual.
Problemas de una elección.
Fijada la fecha para la realización de la elección primaria que seleccionará al candidato, unitario, de la oposición democrática que participará en las elecciones presidenciales de 2024, la Comisión Nacional de Primaria (CP), además de resolver problemas de técnica electoral para que los venezolanos, que queremos un cambio político en el país nos podamos expresar, tendrá que enfrentar algunos problemas que caracterizan a la situación política actual y que no son tan fáciles de resolver, como paradójicamente, podrían ser los electorales.
Me refiero a la desmotivación política general y la abstención de indiferencia que desde hace años esta enquistada en el país. Agruparé ambos fenómenos en uno solo, asumiendo que la desmotivación −cuyas razones las doy por discutidas y no repetiré− es una de las causas que motoriza a la perniciosa abstención. No es la primera vez que escribo sobre este tema, es una discusión cíclica, como ya he dicho otras veces y por eso no me preocupa volver sobre argumentos y cosas que se han dicho o que he escrito, en ocasiones anteriores, así que me disculpo de antemano con aquellos que tengan memoria suficiente, por repetir algunas ideas.
La abstención.
El de la abstención, como ya he recordado en otras ocasiones, es uno de los fenómenos políticos que menos se ha estudiado a nivel mundial y, particularmente, en Venezuela, donde, además, durante muchos años, no fue un evento significativo. Hoy lo es. Cada vez que se aproxima un proceso electoral surge ese fantasma, que es algo más que un fantasma, es una realidad que comprende desde 1998, más del 30% del electorado, que se ha convertido en una masa inerte, un peso muerto, que puede disminuir levemente en algunas ocasiones o incrementarse cuando la oposición la invoca por razones políticas.
En todo caso, es un fenómeno poco estudiado y en aquellos lugares en los que se ha estudiado, se dice que una de las causas principales para la abstención son los problemas administrativos; es decir, las dificultades organizativas para votar. De allí que en todas partes se hagan considerables esfuerzos para aligerar el proceso. Primero, para procurar que todos los que están en capacidad de hacerlo, que cumplan los requisitos legales, estén registrados, y por eso tanta insistencia en que los padrones electorales, el Registro Electoral (RE) como nosotros lo denominamos, sean lo más exactos posibles y que la gente se registre. Y después, obviamente, facilitar el proceso electoral como tal para que la población ejerza ese derecho: número de centros y mesas asequibles y seguras, material electoral suficiente y fácil de manejar por el elector, sistemas de escrutinio rápidos que reduzcan la incertidumbre, etc.
Vencer la abstención.
Dado lo anterior como resuelto, comienzan a considerarse, en todas partes, sin ninguna excepción, otras dos razones importantes para reducir la abstención o llevar la gente a votar: Primero, tener candidatos y propuestas por las cuales valga la pena movilizarse; y segundo, que la gente confié en que los votos van a ser asignados al candidato y a las propuestas que cada quien decidió. Pero ambas razones, debemos reconocerlo, en el fondo, son razones eminentemente subjetivas. Qué duda cabe que el candidato o la propuesta por la cual se vota o vale la pena hacerlo, es algo meramente subjetivo; pero también es meramente subjetivo el sentimiento de confianza en el proceso. Por eso, por ser subjetivos ambos factores, tienen que tener basamentos empíricos, cosas objetivas que demuestren que vale la pena votar; por ejemplo, un proceso organizado, pero transparente en el que se tenga confianza.
En ese sentido en Venezuela estamos en el peor de los mundos; a pesar de que existen sobradas razones teóricas y políticas para moverse a votar, al evaluar las consideraciones anteriores, hay muchas razones que crean incertidumbre a la hora de movilizarse para hacerlo, sobre todo en una elección primaria, en la cual por definición, estaría motivada a votar solo aquella parte de la población que quiere ese cambio político en el país y ve en la posibilidad de escoger un candidato unitario de la oposición democrática, una oportunidad para hacerlo.
Razones para abstenerse.
Salvado ese primer escollo, entran a jugar las razones de tipo administrativo, que han plagado los procesos electorales en Venezuela; cosas como la alteración del registro, la desconfianza en el órgano electoral, la falta de candidatos o propuestas por los que valga la pena movilizarse, e incluso, perdida de facilidades para votar por cambios de centros, reducciones de los mismos, ubicación en sitios remotos o peligrosos, etc.; por lo tanto, muchas personas, antes de evaluar qué cosas han cambiado en el actual proceso de primaria y esperar por otros cambios que serán anunciados, se preparan para inhibirse de participar.
De allí también que convertir la abstención en una política que sea movilizadora y se distinga inequívocamente de la simple indiferencia, requiere de un esfuerzo mayor y mucho más sostenido que participar. En el caso de la abstención, ese esfuerzo por convertirlo en una política movilizadora, nunca lo hemos visto hacer de manera sostenida, concreta, por parte de aquellos que preconizan o promueven este tipo de políticas, que se pueden hacer prácticamente por rutina.
Indiferencia y abstención.
La indiferencia y la abstención se pueden matizar y analizar de diversas maneras. Por ejemplo, en países desarrollados se trata de justificarla diciendo que la gente se abstiene porque no siente que hay cosas por las que valga la pena movilizarse, que no hay mayores diferencias entre los candidatos; que las opciones y sus políticas son tan similares que, gane uno o gane otro, no habrá mayores diferencias, no hay nada verdaderamente importante en juego en los procesos electorales. Esa afirmación, que es hoy algo discutible en todo el mundo, ¿Es el caso de Venezuela? ¿No hay aquí razones de fondo, realmente importantes, por las cuales valga la pena votar? Desde luego que sí y no las repetiré ahora.
Conclusión.
En los procesos electorales en Venezuela la desconfianza persiste y mina la credibilidad de todos ellos. Ahora nos toca vencer esas resistencias que en parte nosotros mismos creamos y que seguimos alimentando con diversas actitudes, en las que pareciera que solo hay interés en presentar las dificultades obvias, que nos colocan en posición de desventaja frente a quienes controlan todos los poderes, que tiene gigantescos recursos, que lucen todo poderosos y que son el verdadero rival a vencer. No podemos persistir en ese empeño de mirar hacia los lados para encontrar a los culpables de nuestros errores, como conjunto.