Jean Maninat

Asesores – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Allá, a finales del siglo pasado, ante la consabida pregunta de estirpe reivindicativa, ¿qué hay detrás de todo gran hombre?, surgió una original respuesta, ¡una mujer sorprendida! Este señor que ronca todas las noches en calzoncillo, ¿es un gran hombre? ¡Andate! Otro tanto podría preguntarse hoy día, pero en diferente dirección, ¿qué hay detrás de todo político electoralmente exitoso?, un asesor de campaña sorprendido. Jolín, quién iba a pensar que este cabeza dura lo iba a lograr, con lo testarudo que es. La verdad, soy un hacedor de milagros, tío.

El asesor de campaña es la gran figura de la política contemporánea, el gran hacedor en la sombra, puede tener inclinaciones (un pelín progresista, un tantito conservador) pero suelen ser leves, tan leves que no interfieren con su trabajo profesional, ni con el cuantioso salario que merecidamente cobra por moldearle la personalidad al aspirante de turno, cual demiurgo cibernético, limándole las asperezas del trato, los tics ideológicos, disipando los vacíos intelectuales, las pasiones a flor de piel, y los vicios privados que son susurro público.

Basta un soplo suyo y el muñeco de arcilla y redes sociales comenzará a caminar, abrazar a sus congéneres con entusiasmo ensayado, a congeniar con altura con el adversario de ayer, a poner cara de búho que escucha atento las preguntas impertinentes de los periodistas. Es otro yo que viste al de siempre con nueva piel sintética. Poco queda del prepotente y desaliñado izquierdista, o del atildado y patán conservador. El milagro se ha producido y se cuenta en votos y dólares. El pueblo, entusiasta, aplaude con lágrimas a su Golem salvador.

Pero apenas termina la campaña y nuestro asesor parte a por nuevos aspirantes, su criatura, su creación que dejó atrás, empieza a desperezarse, la piel recién estrenada se cuartea y emerge el viejo yo que aguantaba latente el momento de su comeback. Como eructos involuntarios se le escapan los modos de ayer. “Revivió Pinochet” se le escurre al presidente colombiano y de un tuitazo lanza a 7,8 millones de chilenos a las filas del fascismo. Piensa antes de tuitear  le decía su handler español. Y el rubio de Mar- a -Lago soltó amarras y dejó en el camino una estela de asesores -incluyendo a su hija y yerno- y terminó aupando el pillaje del Capitolio y ocultando bajo la cama documentos confidenciales oficiales. Dad don´t do that.

Se entiende que hay que ganarse la vida, pero el oficio de truquear a un ser humano para convertirlo en algo que no es (se acuerdan del Dr. Frankenstein) debería ser visto con cuidado. Sobre todo si el sujeto de la manipulación puede llegar a ser presidente de un país y descalabrarle la vida a millones de sus conciudadanos. No es juego de Lego.

Habría que regular el oficio, hacerlo responsable de su obra y resultados.  Por ejemplo, vivir una temporada -previamente estipulada en el contrato de servicios- en el país de su pupilo ganador y calarse las verdes y las maduras junto a la población a quien le jugó la mala pasada de hacerlo ganador. En solidaridad con sus víctimas, escuchar todos los programas mañaneros, meridianos y vespertinos que se le ocurran inventar a sus engendros en el poder, o hacer servicio a la comunidad asesorando gratuitamente a los candidatos a presidentes de juntas de condominio y afines. O en fin cualquier penitencia que purgue el pecado de hacer candidato ganador a un mal presidente en ciernes.

¡Entre asesores te vea!

 

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