Catalanexit o el brollo catalán – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Tiene varias aristas. Del aspecto constitucional no voy a elaborar. Expertos han analizado la materia y creo que está bastante claro. Me voy a zambullir en el dramón político y socio cultural que en definitiva es, con el perdón de los jurisconsultos, donde yace el meollo del asunto.

Utilizando herramientas típicas de quienes tienen el oficio de populistas manipuladores, el señor Puigdemont, president de la Generalitat, y su mano derecha el señor Oriol Junqueras, han generado un auténtico desastre. Han mentido y confundido sin empacho alguno. Han manoseado emociones y han escondido información. privilegiada. No le dijeron a los catalanes la verdad.

El gobierno español, con Rajoy a la cabeza, cayó al principio en una trampa pantanosa. Rebatir con argumentos legales, constitucionales y jurídicos, por demás relevantes y de peso, distanció empero la discusión de elementos que son cruciales y reales. El asunto, guiado por el oportunismo rampante de Puigdemont, terminó convertido en un pichaque de raras y bajas pasiones. El vicepresidente de la Generalitat, el extraño y peligroso Oriol Junqueras, dice estupideces y ofensas a cuál peor y con cada declaración ha enmarañado convenientemente la madeja. Han sido exitosos al lograr crear en la sociedad catalana  un estado de desasosiego, crispación y división. Y de despiste. Que es precisamente lo que el oportunismo de Puigdemont y sus compinches en este guión buscaban y del cual vaya si se han aprovechado.

La discusión desde el día uno ha debido girar en torno al inmenso coste que los catalanes habrían de pagar si se produjese la tan infeliz independencia.  Argumentos históricos abundan. Y son en extremo válidos. Razones legales, constitucionales y jurídicas hay hasta en exceso. Y Puigdemont ha sido hábil en convertir una diatriba profunda en una discusión de remordimientos, rencores, facturas pendientes y odios. Un guión harto conocido pero que sigue siendo útil. La verdadera discusión en la sociedad catalana ha debido girar en torno a si la independencia los haría mejores y más ricos. Había que haber desarrollado una eficiente campaña para mostrarles a los catalanes cómo ser independientes, dejar de ser españoles y europeos, sólo les generaría perjuicio y pocas o ninguna ventaja. Que el beneficio de independizarse sería mínimo en comparación con continuar siendo lo que Cataluña es hoy. Haber eludido ese debate le echó gasolina a la candente crisis que hoy enfrentan y permitió a Puigdemont colarse por los palos y realizar una campaña diletante, muy esquizofrénica  y en extremo destructiva para la convivencia no sólo en tierras catalanas sino en toda España.

Por semanas o meses, los catalanes (y los españoles y sus descendientes, dentro y fuera de las fronteras) se han sumergido en un debate académico, serio, sin duda, pero políticamente desgastante. Y Puigdemont gozando, restregándose las manos. Hoy, cuando la temperatura ha subido a límites peligrosos, los catalanes se percatan que esto se decanta en la vida de todos los días, en números contantes y sonantes, no en gritos, banderas y colores. La migración en avalancha de empresas a otras autonómicas es grave para los catalanes. Afecta su PIB, el empleo, el turismo, el comercio, la industria, etc. ¿Volverán? La experiencia internacional en sucesos semejantes advierte que, pasado el sofocón, pocas regresarán, sea porque ya invirtieron recursos en la mudanza o porque las autonómicas  receptoras les ofrecerán condiciones muy convenientes en términos operativos, fiscales y de otra índole para convencerlas de no regresar a Cataluña. El altísimo coste del daño económico lo terminarán pagando los catalanes en sus bolsillos, en su vida social en concordia, en su futuro, pero el costo político lo terminarán pagando los líderes y organizaciones políticas, sociales y económicas que promovieron, auspiciaron y patrocinaron el mayor disparate en toda la historia catalana.

Puigdemont, con muy criticable astucia, se las ingenió para sacar la discusión del ámbito político, social, económico y financiero. La convirtió en alaridos, templetes, pancartas, eslóganes, retórica, engaños a granel y toneladas de paja patriótica. Los catalanes, por cierto en extremo hábiles en materia de negocios, van entendiendo ahora, al fin, cuando ya mucho daño se ha hecho, el nivel de teatro que montó el president de la Generalitat y que no pocos le compraron en un impresionante alarde de ingenuidad.

Lo que viene de aquí en más es complicado. Acciones constitucionales y legales. Operativas. Tienen los catalanes y los españoles que rearmar el rompecabezas, con muchas piezas rotas que no pueden ser echadas a la basura y que requieren reparación. Y, atención, esto no se arregla apenas con votos depositados en urnas, aunque muy probablemente a elecciones habrá de acudirse como parte del proceso de sanación. Creerlo es andar buscando soluciones facilistas a problemas legales, constitucionales, políticos, sociales, culturales, económicos, geopolíticos  y psicológicos que son mucho más enrevesados de lo que lucen.

Con la aprobación de la DUI de Cataluña por parte del Parlament no se ha declarado la independencia. Eso no es más que un engaño a muchos que creyeron firmemente en lo que no es sino un vano canto de sirena. Se ha pretendido patear la democracia e instaurar una muy perversa y dañina oclocracia.

soledadmorillobelloso@gmail.com

@solmorillob

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