Del carnaval a la resurrección – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Lo hecho por el gobierno nacional y varios gobiernos regionales y locales como «celebración» de los carnavales , ¿fue un gesto de la más pueril irresponsabilidad u un acto más de inmoral oportunismo para exprimir lo poco que le va quedando de jugo a la fruta?

En paso rasante por los canales de tv controlados por la revolución, vimos pachanga. Circo. No pan. Opio para el pueblo. Todo justificado por el derecho constitucional del «pueblo» a la rumba. El festival de la salsa a gañote herido fue en realidad un nuevo festival del guiso. Dineros públicos no se usan para surtir de medicamentos y alimentos a una población enferma. No. Bolívares y dólares preferenciales se dilapidan en un muy costoso disfraz que engorda corruptos bolsillos. El miércoles post rumba, la resaca tapa la hambruna y la decadencia. Y ahí la cuaresma, días suficientes para preparar rezos que tapareen las desgracias de la Venezuela que sigue, infantilmente, esperando un milagro que quizás ocurra el Domingo de Resurección. Y así, en actitud de culto al llantén (el arbusto nacional) nos unimos en plegaria, pidiendo al Altísimo que haga El lo que nos da flojera o, peor aún, pereza, que es por cierto un horrendo pecado capital. Y el rezo colectivo lo usamos como indulgencia plenaria.

El país está todo infeliz. Y eso no es una matriz de opinión. El país se ve en el espejo y no puede soportar lo que ve, no tolera en lo que lo han convertido. Estamos en presencia del funeral de Venezuela. Y todos somos deudos. Un nuevo país nace, con el pecado original a cuestas. Y necesitamos el sacramento del bautismo. No la fiestica del bautizo. El bautismo, como sacramento de fe.
En nuestra historia hay solo dos experiencias en las que nos pasó algo como esto: cuando Boves y cuando la Guerra Federal. Alemania murió en 1945. Y volvió a nacer. Necesitamos espiritualidad, sí , pero también racionalismo y liderazgo de autoridad y no de poder. Y no es «comeflorismo». Es una gigantesca fortaleza de espíritu.
¿Saben por qué estamos horrorizados? Porque 30 millones nos paramos frente a nuestro propio retrato y nos dimos cuenta que somos Dorian Gray. Llevamos años, todos, diagnosticándonos como «víctimas de» y hoy nos paramos frente a nuestro propio retrato y vemos la terrible verdad: que todos somos tambiém victimarios, todos somos pecadores, de palabra, obra u omisión. Y ya no nos vale echarle la culpa al otro.

O despertamos de la pesadilla y nos redimimos o no habrá resurrección. Y la rasca cada día nos anestesiará menos.

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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