Dos señoras, pizza y una propina – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Soledad Morillo

De este país se puede uno cansar, hartar, desenamorar, quejar, desesperar, desilusionar y muchos más verbos. Pero jamás se dejará de asombrar. De haber sido un venezolano de estos tiempos tan estrafalarios, Ionesco no pasaría de ser un escritor costumbrista si de narrar las cosas que aquí ocurren se tratara. 

El domingo fui a almorzar con una muy querida amiga que se hallaba de visita por estos lares margariteños. Mi marido se quedó en casa y yo ya hacia las tres de la tarde fui a buscarla. Escogimos ir a comer pizza, que es una comida que para ambas tiene amables recuerdos de domingo, ella por razones de cuando era estudiante universitaria y yo de memorias de tiempos de la primera adolescencia cuando el papá de una de mis más queridas amigas nos llevaba a comer esa exquisitez en el club italo venezolano de Caracas, para aquel entonces apenas en inicios de construcción. Allí, en una suerte de galpón, servían una pizzas que cuando las rememoro se me hace la boca agua.

La tarde estaba preciosa y particularmente agradable. En la pizzería – un lugar de una sencillez placentera – había suficientes comensales como para que el local no luciera depresivo. El mesonero fue gentil al atendernos y degustamos las pizzas disfrutando de darle a la sinhueso en una amena conversa. El tiempo corrió demasiado rápido y cuando menos acordamos caía la tarde. 

A la salida nos detuvimos en la caja para hacer el pago de la propina, pues nos había Sido solicitado que lo hicieramos aparte de la cuenta y en un punto de venta electrónico habilitado para tal propósito. Así lo hicimos, llevé a mi amiga a su casa y me regresé a la mía donde me esperaba mi marido con la noticia del triunfo de xxxx sobre xxxx en la Copa América. Hasta ahí el cuento no tiene nada de singular y usted, amigo lector, no entiende a santo de qué le puede importar que está escribidora haya ido a comer pizza con una amiga una tarde de un domingo de junio en Pampatar. Lo bueno, créame, viene a seguir.

La mañana del lunes recibí en mi correo electrónico el reporte detallado de la operación bancaria, que revisé por mera disciplina. Copio a seguir lo que leí en el comprobante de la operación correspondiente a la mencionada propina.

Mercantil informa las operaciones realizadas en puntos de venta con tus Tarjetas Mercantil:
 
 
OPERACION 01

CANAL: PUNTO DE VENTA MAESTRO
OPERACION: CONSUMO 
NOMBRE DEL COMERCIO: ORGASMOS SEXSHOP NUEVA ESPARTAVE

NUMERO DE TARJETA DE DEBITO: -*****06XX
CUENTA DEBITO: CUENTA CORRIENTE -*****35XX
MONTO: BS. 8.000,00
FECHA DE LA OPERACION: 23/06/2019
HORA DE LA OPERACION: 17:31:29 PM 
NRO. DE AUTORIZACION:0415XX 
NRO. DE OPERACION:60307XX

Mi marido puede dar fe del incontrolable ataque de risa que me hizo casi convulsionar. 

Claro, la «aneda» que es de antología, la compartí de inmediato con familiares y amigos. Y recibí varios comentarios que bien vale la pena compartir con mis lectores, aunque sólo sea porque no todo en esta tierra puede ser que hasta las a cujies lloren de dolor. Mi marido: «No quiero ni imaginar qué clase de servicios merecieron esa propina». Un compadre: «Veo que fue un almuerzo con final feliz». Una amiga: «mija, dime dónde es esa pizzería». Un amigo muy pana: «valió la pena esa tarde». Otro compadre: «Comadre, eso es lo que yo llamo pizza con ñapa».

Los tipos de las policías que me vigilan en todo lo que hago deben estar aún pensando cómo hacer publicidad con este asunto, buscando destruir mi reputación, mientras yo sigo ahogada de la risa.

No me digan que Venezuela no es única…. Ja, ja, ja.

Lea también: «Hay que construirla«, de Soledad Morillo Belloso

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