El Esequibo y el referendo solitario – Tulio Hernández

Publicado en: Frontera Viva

Por: Tulio Hernández

“No es posible consultar al pueblo si se defiende o no la integridad territorial de Venezuela, porque se trata de un derecho irrenunciable, junto con el derecho de soberanía, conforme al artículo 1° constitucional”.

Esta sentencia del maestro en Derecho y Literatura, Román José Duque Corredor, publicada por su autor en las redes, el pasado 22 de septiembre, desde París, pocas horas antes de su fallecimiento, tal y como lo relata en un escrito Ramón Escobar León, es a mi juicio una de las más precisas y contundentes apreciaciones que se emitieron en torno al referendo sobre el Esequibo que se realizó ayer domingo 3 de diciembre por arbitraria decisión del gobierno de facto venezolano.

“Además, el tal referendo ­­—continuaba Duque Corredor—­ implica derogar la ley aprobatoria del 15 de abril de 1966 del Acuerdo de Ginebra, lo cual viola el artículo 74, que prohíbe los referendos sobre leyes aprobatorias de tratados internacionales”. Con estas dos frases podríamos haber dado el debate por clausurado. Pero era necesario preguntarse por qué al régimen se le ocurrió hacer esta consulta de una manera tan apresurada y correr el riego del fracaso, poniendo en la mesa un tema que, tal y como lo verificamos ayer con la abrumadora abstención ocurrida, difícilmente podría movilizar a la población. Incluyendo a los escasos seguidores del chavismo que aún quedan.

Hay una primera motivación que quedó clara en la retórica que predominó todo el día domingo 3 en los medios oficiales, especialmente en Venezolana de Televisión, el canal estatal, convertido desde 1999 en aparato de propaganda del PSUV. Hablo de la tentación, muy propia de los gobiernos de facto, de crear un conflicto internacional, buscar un enemigo que permita unificar a la población en torno a una causa común, tratando de disolver las fracturas internas que el propio régimen ha creado.

Por eso tantos analistas, en las semanas previas al referendo, recordaron que a las dictaduras les gustan las guerras. Hacerlas o, por lo menos, invocarlas. Y si es por conflictos limítrofes, mejor. Recordamos por estos días, a manera de ejemplo y analogía, lo que intentó hacer la dictadura argentina en 1988, cuando emprendió aquella aventura insólita de declararle la guerra al Reino Unido por la posesión de las Islas Malvinas. Claro, a la dictadura argentina, la de Videla, Galtieri y afines, la jugada le salió tan mal que la guerra aceleró su caída.

La cifra de casi setecientos jóvenes que perdieron la vida abatidos por la superioridad bélica de los británicos y la derrota militar en una confrontación que desde el comienzo se sabía perdida fue una causa más para la condena interna e internacional a un modelo político que ya traía como mácula la abrumadora cifra de miles y miles de presos, torturados, asesinados y desaparecidos.

Ahora todo parece indicar que al régimen de facto venezolano la jugada de ayer también le salió mal y que, pese al esfuerzo de manipulación informativa, emprendido sin pudor alguno, la idea de convocar a cerrar filas en torno a una causa que —así la vendieron—, no era de un gobierno, sino de “la nación en pleno”, no funcionó. La soledad reinó en las mesas de votación.

Los enemigos creados, el gobierno de Guyana y la Exxon Mobil, presentados como agresores de la soberanía venezolana, no fueron lo suficientemente atractivos, como para que la ciudadanía saliera masivamente a respaldar con un Sí las cinco preguntas que componían la consulta.

Otros factores deben incluirse en la evaluación del fracaso. Uno, la inconsistencia de las preguntas, en general mal formuladas, innecesarias, o que no podían ser respondidas con propiedad por una población que no está lo suficientemente informada ni instruida sobre un tema que no es fácil de entender.

Hay una de ellas casi graciosa. Parece uno de esos momentos geniales de los guiones de Cantinflas en su mejor época. Reza así: “¿Está usted de acuerdo en rechazar, por todos los medios conforme a derecho, la línea impuesta fraudulentamente por el Laudo Arbitral de París de 1899, que pretende despojarnos de nuestra Guayana Esequibo?” (sic). Es chistoso.

Otro factor probable ha sido la cercanía con el éxito arrollador de las primarias de la oposición. La interpretación dominante fue que el refrendo consultivo se propuso como cortina de humo al triunfo de María Corina Machado y al hecho contundente de que la oposición democrática tiene ya, de manera segura, una candidatura única.

Es posible, también, que el ventajismo absoluto de la campaña realizada por el régimen para movilizar el referendo: el silenciamiento de las voces críticas, el ocultamiento sistemático de todo el trabajo que se hizo durante los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni para recuperar el territorio Esequibo, la cobertura distorsionada de medias verdades sobre el apoyo de la oposición a referéndum, el silenciamiento de los cuestionamientos precisos de María Corina Machado y movimientos como Voluntad Popular; haya producido un efecto boomerang entre la población.

Pero el verdadero trasfondo del fracaso de la convocatoria hay que buscarlo quizás en el hecho de que la población entendió muy claramente que se trataba de un acto de burda manipulación y no en una verdadera afirmación de soberanía. Y, lo más contundente, que obviamente existe un rechazo, profundo y masivo, de la población al régimen espurio presidido por Maduro.

En todo caso, hay cosas que han quedado absolutamente claras y que obligan a pensar seriamente en cuáles serán los próximos pasos del régimen con relación a las elecciones de 2024. Una, que el chavismo ha perdido plenamente su otrora capacidad de movilización y convocatoria. Dos, que no le importa mentir sistemática e impúdicamente, como lo estuvo haciendo ayer durante todo el día, mostrando un éxito que nunca ocurrió. Y, tres, que el CNE ha creado una gran confusión manipulando la presentación de resultados, sin dar las cifras reales de abstención, el número de votantes, ni mencionar el número de actas escrutadas.

La conclusión es que en unas elecciones libres, con testigos de mesa de la candidata opositora y observadores internacionales neutrales, obviamente el candidato oficialista no tiene ninguna esperanza de ganar. La gran pregunta es si llegarán a medirse o utilizarán el “mandato del pueblo” emitido ayer para crear una situación de emergencia, un “estado de excepción”, a través de un escalamiento del conflicto con Guyana y negarse a escuchar la voluntad ciudadana.

 

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