Soledad Morillo Belloso

El país que debemos tener – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Más allá de las descripciones que expertos en economía escriben con precisión en abundantes textos, el candidato que resulte elegido en las primarias debe mostrarnos el país que debemos tener. Que podemos tener. Seducirnos para luchar por ese país por el que bien valga la pena dejarse la piel.

No es por cierto la potencia petrolera que fuimos. O el emporio de minerales. Fuimos titanes en eso y sin duda podemos volver a brillar en esas áreas.  Pero eso no será la luz que nos guíe. Cuando Venezuela nació nuestra vida no estaba sustentada en el oro negro, y sin embargo de esta tierra surgieron muchos hombres (y mujeres) que emanciparon a America.

En estos largos años de descabellada revolución, millones de venezolanos fueron desterrados. Sí,  hablo de destierro, no de éxodo ni de diáspora.  Porque cuando un gobierno hace que los ciudadanos decidan irse de su tierra en procura de la felicidad en otras latitudes, eso es en los hechos sentirse abandonados y condenados a un destierro. No se fueron  porque quisieron. Emigraron porque no les quedó de otra.

La vida humana es corta, mucho más breve de lo que suponemos. Apenas unas decenas de años.  Ah, pero la de los países es larga. Y no se acaba en unas cuantas generaciones. En esos venezolanos que hoy son niños o que aún no han nacido hay que pensar. El pasado pasó y sólo nos sirve para conocerlo a fondo y no repetir las simplezas y errores que nos condujeron a este miserable estado.

¿Cuál es la promesa básica? Si la campaña electoral se convierte en un bochinche, una rumba con cancioncitas banales, una borrachera de frivolidades, pues todo continuará igual. Y seguiremos cuesta abajo.

Si seguimos comprando frases imbéciles que congratulan la pobreza, pues seguiremos en la construcción de la lástima. Y con ella continuaremos cavando nuestra fosa.

Hay que decir la verdad. La verdad de lo que hoy tenemos y somos. Por cruda que suene. Pero también -y sobre todo-  hay que decir la verdad de lo que podemos ser. Esa verdad inspiradora que nos incite a luchar con todos y por todos. A privilegiar el nosotros por sobre el más vano egoísmo. Eso es lo que nos distingue de «ellos». Sí,  «ellos», los que convirtieron a nuestro país en una caverna comandada por sátrapas y delincuentes de oficio.

Necesitamos escribir un nuevo guión para Venezuela.  Limpio, afanoso, prudente. El bien tiene que ser más poderoso que el mal. La decencia tiene que ser aplaudida y lo sinvergüenza rechazado abiertamente.

Necesitamos convencernos a nosotros mismos que la sencillez es una virtud suprema y el manirrotismo una mala costumbre. Y eso es lo que deben aprender nuestros niños en la escuela y en el hogar. Que ningún delito debe quedar impune. Que trabajar es de buenos ciudadanos, que la pluralidad es buena consejera y la grandiosidad está en la grandeza y no en la fatua pedantería.

Hace dos siglos luchamos por la independencia. Hace 24 años la perdimos. Somos siervos de un régimen déspota. Pues hay que luchar por la libertad y por el derecho a ser República.

 

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