Jean Maninat

El regreso de Kid Lula – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

En la política, como en el boxeo, los grandes fajadores siempre regresan, para perder o ganar, para intentar un último resuello, el que los salve de un tiro en la sien, la más incómoda salida del cuadrilátero de la política. Ni una esquina con su nombre queda para recordar la estampida. En el mausoleo de los grandes come back, el del obrero metalúrgico Luis Inácio Lula da Silva, tiene todos los ingredientes: niño pobre, obrero, dirigente sindical, líder político de izquierda y finalmente presidente de Brasil, para ser aspirante a una serie de Netflix que cuente su vida. ¡Atentos guionistas!

Su regreso triunfal ha dejado un reguero de histeria, de manos a la cabeza jalándose los cabellos, de golpes de pecho al ritmo de imprecaciones seudoreligiosas, y ha desenterrado pulsiones que uno pensaba en algo mitigadas por el proceso civilizador. Como las pestes, siempre regresan a destruir lo logrado.

Un dato sobrenatural que vale la pena resaltar del regreso del Kid Lula es el retorno del más allá (cuentan que algo deformado y cubierto de tierra) del senador gringo Joseph McCarthy, quien habría sido convocado por una  convención de Mães-de-Santo, sacerdotisas del Candomblé, para acorralar la expansión del comunismo en Brasil y Latinoamérica. En el mismo conciliábulo se determinó que Lula sería una reencarnación de Stalin y que su barba cana estaría entremezclada con injertos de pelos de la del mismísimo Fidel Castro. Este último descubrimiento sería un aporte del Venezuelan Arepa Patriotic Fund Against Communism con sede en Caracas y Miami.

Su contendor derrotado, Jair Messias Bolsonaro, (Messias, no wonder)  encarnó lo peor de las praxis antidemocráticas, el macho envalentonado, vulgar, pendenciero, homofóbico y conspiranoico, ignorante y cerril. Aún así logró  obtener 58 millones de votos, y perder por un tris, lo cual nos habla del ánima de un país que fue reconocido por la riqueza multicultural de su arte y literatura y la fortaleza de su recuperación democrática. (¿Qué pensaría, por cierto, Doña Flor y sus dos maridos?).

El triunfo de Lula ha sido modesto, por menos del 2%, y tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados las fuerzas que apoyaron a Bolsonaro suman más escaños que las variopintas que apoyaron al expresidente. Perdió la joya de la Corona, São Paulo,  y obtuvo menos gobernadores aliados que el presidente saliente,

Bolsonaro. De manera tal que estamos hablando de un tigre de papel (algo rojillo es cierto), que ni que quisiera podría realizar cambios dramáticos y revolucionarios.

Pesa sobre sus espaldas los 380 días que pasó preso, gracias a un proceso penal que luego fue anulado por el Supremo Tribunal Federal. Cada quien escogerá la decisión que más le plazca, si la condena o la anulación de la condena. Lo cierto es que es la misma justicia la que actuó. Tendrá que lidiar con una oposición seguramente liderada por un díscolo y resentido expresidente (pero… en Brasil las alianzas cambian a viento de Reis) y con la mitad del país rabiosamente en contra. El regreso del Kid Lula, no es como para envidiar.

(N.B. En momentos de ponerle punto final a esta columna miles de brasileños manifiestan en Río de Janeiro pidiendo una intervención militar. Cualquier parecido con una imbecilidad similar, no es pura coincidencia).

 

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