Entre gustos y colores – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Soledad Morillo

Si usted hace como yo y se lee varias veces las 77 páginas (con sus anexos) del estudio de opinión de Delphos, entenderá cuán compleja es la situación. No voy a analizar los hallazgos. Voy sí a destacar que queda claro que entre la población abunda la confusión y, como es de esperarse, los sentimientos encontrados. Tanto que incluso hay contradicciones y ello no porque el modelo de investigación tenga errores de formulación y ejecución – que no los tiene – sino porque vivir en Venezuela se ha convertido en un estado de enredo permanente. 

Aquí estamos, en julio de 2019. Maduro viendo películas (que luego comenta en sus alocuciones) apoltronado y echándose aire fresco en palacios y cuarteles y el país en medio de un calorón de angustias convertido en «casas muertas» habitadas por gentes que o son supervivientes o son personas afanadas preparando su emigración. Pero en medio de este paisaje socio económico desolado, habita también algo que es inasible. A falta de un término que me permita definirlo, lo llamo «lo mío», «lo tuyo», «lo nuestro». Eso, que – repito – es inasible, que no podemos contabilizar ni encontramos instrumentos para medirlo, lo tenemos por igual los que aquí estamos «sobre la misma tierra» y también los que se fueron y en esas maletas de inmigrantes metieron este «país portátil».

Aquí pasan cosas abominables de las cuales los apoltronados en palacios y cuarteles son culpables y responsables sea por palabra, obra u omisión. Sin que tengan la mínima decencia de un mea culpa. Sin que sientan la más elemental vergüenza. El vocablo «desalmado» significa «sin alma o que ha perdido el alma». Eso son estas gentes, desalmados irredentos. Yo dudo incluso que sean gente.

Con estos desalmados lidiamos en lo cotidiano y también con estos seres sin alma tenemos que cuadrar, negociar, acordar un modo en que podamos volver a ser un país de gente y no de «walking dead».

En Oslo o en Barbados, nuestros representantes habrán de gestionar y gerenciar una estrategia de salvación. No es fácil y por supuesto no les envidio la tarea. Los imagino teniendo que impregnarse las narices de alcohol alcanforado para poder tolerar los aromas fétidos. Pero no me cabe duda que ellos  entienden que por encima de cualquier cosa está el país, estamos nosotros. Y eso va mucho más allá de si me gustan en lo personal esos que portan el estandarte tricolor de la libertad, la democracia y la nación por la que estamos luchando. No me tienen que gustar. Al fin y al cabo, entre gustos y colores no han escrito los autores.

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