Por: Jean Maninat
No es mi línea de trabajo, pero mi amigo François Galouise, director del semanario parisino El cochino desmelenado, me ha pedido que realice una entrevista con algún personaje representativo de la oposición venezolana que, según palabras del propio François, «no se haya prestado al juego entreguista y acomodaticio de participar en elecciones bajo el régimen chavista».
La petición me perturbó un poco, ya que todos mis amigos transitaron hace siglos hacia las tierras mesuradas del revisionismo socialdemócrata o emigraron hacia otros paradigmas teóricos, tomados felices de la mano invisible del mercado. Quiero decir que a estas alturas no están para sandeces. De manera tal, que mi entorno natural era poco propicio para encontrar alguien que llenara los requisitos necesarios para cumplir con la empresa.
Ya a punto de confesar mi derrota me llegó un mensaje de texto de mi amigo, indicándome el nombre y el teléfono donde podría ubicar al modelo platónico de radical sin miramientos que perseguía. Unos minutos más tarde la reunión estaba pactada.
Me dirigí en un taxi hacia mi destino. Debo confesar que en un momento tuve la ensoñación de ser un personaje de Homeland a la búsqueda del inasible sargento Brody. Como el desierto, el tráfico de la ciudad produce los más curiosos espejismos.
Descendimos por una calle de Las Mercedes, entre aceras levantadas y comercios derruidos, como si un artefacto bélico, inteligente y gastrónomo, hubiera arrasado con todo, salvo los cientos de restaurantes que van devorando paulatinamente lo que una vez fue una placentera urbanización.
Abrí la puerta del restaurante donde tendría lugar la entrevista, y recibí el bullicio alegre y dicharachero de quienes saben que sólo un almuerzo bien regado y entre amigos, salva el alma y le da paz a los difuntos.
Al fondo, en una mesa, rodeado por tres autómatas que tecleaban mensajes a velocidades abismales sin levantar la vista de la pequeña pantalla de sus aparatos, estaba sentado la persona a quien sus seguidores llaman con temor, sigilo y respeto: el comandante Twitternator.
-Adelante, sírvase usted mismo, está entre amigos, lo escucho -me dijo con aplomo y voz de barítono-mientras señalaba con el mentón una botella de scotch.
-En realidad es bastante simple, -le dije-, quisiéramos recabar su opinión sobre el proceso político venezolano.
-Perdone, -me interrumpió- aquí no hay ningún proceso político como usted dice; lo que hay es un proceso de entrega por parte de la oposición blandengue al gobierno. ¡Faltaba más!
-Pero… en las elecciones presidenciales la oposición logró…
-¿Logró qué? ¿Qué fue lo que logró? Crear falsas ilusiones. Llevarnos por el despeñadero de la entrega. Distraernos del objetivo fundamental: la resistencia cívica institucional no violenta pero atenta para combatir el régimen sin pausa y a tiempo.
-Pero se lograron casi siete millones de votos con el candidato Capri…
-¡Qué candidato ni qué ocho cuartos! Ese se entregó. Debió inmolarse como un bonzo. No aceptar. Pelear hasta el final. No ceder un centímetro como hubiera hecho yo.
-Bueno, hay quienes han llamado a votar y protestar como una forma de resistencia democrática…
-¡Puaf! Esa es otra manera de entrega. Se trata de protestar, ¿me entiende? Protestar. Nada de agüita tibia. Nada de asistir a actos protocolares. La situación no está para eso. Ya nosotros tenemos nuestros dispositivos listos.
-¿Cuáles, por ejemplo?
-La operación cachito frío, para que la gente se indigne cada mañana con el desayuno. La operación tortuga vial, ni para adelante ni para atrás en los semáforos. La operación llama y no cuelgues, para que todos los teléfonos se mantengan ocupados. La operación no busques tus hijos al colegio, para que con tanto niño llorando la comunidad internacional se alarme. Y por supuesto, mi obra maestra, la operación Twitternator: miles y miles de mensajes de protesta diarios, y en varios idiomas ¿Cómo le quedó el ojo?
-Bueno un poco perplejo -le respondí- pero una parte muy importante de la oposición quiere seguir luchando democráticamente y votando a pesar del ventajismo oficial.
-Porque son ingenuos. Con ese CNE, ni a la esquina. Me entiende, ni a la esquina. Eso sería convalidar. Arrastrarse.
-Por último, ¿estaría usted dispuesto a ser candidato presidencial?
-Si el pueblo así lo reclama y todas las condiciones son propicias ¿Cómo negarme?
Cuando salí apresurado al atardecer caraqueño, el Ávila, afortunadamente, todavía seguía allí.
@jeanmaninat