…y Dios creó esa mujer - Carlos Raúl Hernández

Garbanzos crudos – Carlos Raúl Hernández

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

El rescate de las democracias iberoamericanas durante los 80s-90s, y en las pétreas dictaduras comunistas, fue obra de acuerdos políticos entre el viejo y el nuevo orden, que abrieron salidas electorales controladas por autocracias, pero la oposición eran bulldogs que aferraban la menor posibilidad de cambio. No hay barricadas para derrocar autocracias con inocentes como carne de cañón, ni banderas ondeando, ni persecución de malvados comunistas. Mientras las ideologías, las emociones y la ingenuidad fanatizan, impiden que el pragmatismo acceda a las brechas, y las deja pasar. Un radical de izquierda o derecha es impermeable, impenetrable como un garbanzo crudo y quienes han consagrado sus vidas al error invariable, rechazan airados cualquier (inexistente) “sugerencia” y así agradar a su deidad de turno. Llevan dos décadas y media sin “capacidad para discernir la realidad, ni para entender lo que dicen los que sí la disciernen” (Maquiavelo) Tiempo atrás trabajé de cerca con “predestinados”, valientes, entregados, pero cabezas cundidas de termitas ideológicas que devoraban cualquier idea útil y la convertían en aserrín. Argumentar tonterías sonoras, más la doble incapacidad para discernir y entender, los hacía (hace hoy a otros) presa de simplezas, modas y convencionalismos sin discernimiento. El preacuerdo de República Dominicana de 2018, abría las puertas a una “transición” (perdóneme el ridículo voquible) y quien comandaba las discusiones sería hoy un padre de la patria pero ¡súbito¡, una misteriosa llamada cambió el destino. En la era de “autopercibirse” se “autoperciben” triunfadores, no así cuando estuvieron cerca.

En la era del vacío, era colaboracionista “discernir” que las “salidas” eran chorradas, como los “trancones”, el vacilón del Referéndum Revocatorio montado por el gobierno para burlarse, el “presidente Guaidó”, la invasión, el TIAR, “falta poco”, “las sanciones”, pero no concurrían a elecciones que tenían ganadas, sumidos en ensoñaciones diurnas y secas. ¿Cuánto contribuyeron las operaciones del MIR, el VOP y la izquierda del PSCH para propiciar el golpe y mantener a Pinochet 17 años, hasta que los salvó el alacrán Aylwin y los llevó a votar? ¿Cuánto los Montoneros y la izquierda peronista para fortalecer el feroz despotismo argentino? Por contraste, ¿cuánto aporta la posición institucional de Álvaro Uribe para no repetir las gafedades venezolanas en Colombia? (y cuidado si la oposición española hoy se desliza por el mismo tobogán). Triunfar requiere primero desterrar el quijotismo, el voluntarismo, las alucinaciones heroicas y los delirios de grandeza. Los demócratas efectivos no son desmelenados “tiradores de paradas”, ni héroes de trascendencia metafísica, sino sujeto prácticos, inteligentes y calibrados frente a los enrredos del poder. En Iberoamérica, como en muchas otras partes, la democracia no fue obra de místicos ególatras, ungidos con una misión de vida, sino curtidos protagonistas de luchas duras, con suficiente sentido práctico para conquistar espacios y a canalizar a su favor errores económicos, cuarteaduras militares y apoyos internacionales. Así acumularon fuerzas y fueron a las urnas sin acorralar ni chantajear a los adversarios, lograron entendimientos con ellos y ganaron. Cuando los dictadores quisieron alebrestarse o hacer fraude, se hundieron, porque el punto de ruptura eran los acuerdos.

El 18 de mayo 1980, gana con 46% de los votos Fernando Belaúnde Terry en Perú, después de 18 años de dictadura. Luego los gobiernos civiles se hunden en el caos y el terrorismo, remember for ever, y la pierden de nuevo en 1990. La democracia regresa en 2000, cuando el Congreso destituye a Fujimori, quien colapsa por el fraude electoral contra Alejandro Toledo. Mientras aquél estaba en la ONU, el Departamento de Estado le advirtió, que no regresara a Perú. Como la “sabiduría popular” es siempre contradictoria, afirma al mismo tiempo “que después de ojo sacado no vale Santa Lucía” `pero también que “nunca es tarde cuando la dicha llega”. En 1981 Ecuador se sacude las polainas y las charreteras gracias al proceso de «reestructuración jurídica del Estado» del general Rodríguez Lara, quien convocó un referéndum para escoger entre dos proyectos de constitución. Triunfa el bloque democrático de Jaime Roldós. En acuerdo con los militares y EE. UU, la democracia se reinstala en Bolivia después de casi 20 años de dictaduras militares, con el presidente Hernán Siles Zuazo en 1982. El país venía de casi 8 años de una de las dictaduras más sanguinarias de la región. El dictador brasilero, general Ernesto Geisel, inicia en 1974 una apertura controlada, que culmina su sucesor el general Joao Figuereido. Los acuerdos gobierno oposición –léase acuerdos– comenzaron con comicios regionales en los que ésta ganó las principales ciudades. Aunque los líderes democráticos proponían elecciones directas, el gobierno concedió unas de segundo, reservándose 35% de los escaños y la oposición concurrió, no lloró, aunque los duros, los consabidos teólogos de la liberación, y radicales de verdad, torturados y presos, anunciaron abstenerse y «no participar en la farsa».

Los reclamos de Carlos Marighella y otros «duros», entre ellos Dilma Rousseff, jefa del grupo terrorista Val Palmares, Rubens Tucunduva, Friederich Rohmann, Estela Borges, de derrotar la dictadura a tiros y niples, quedaron para la épica. El año siguiente, 1984, Tancredo Neves gana las elecciones de segundo grado en el Congreso, en un final de fotografía, 43.20% a 43%, porque Neves no era un caído de cuna. Cuando Figuereido mordió el polvo, se acercó a la bancada opositora y les dijo: «espero que me olviden». Sabiamente lo tomaron al pie de letra y jamás lo volvieron a nombrar. La Guerra de las Malvinas agrieta la hegemonía militar y en Argentina 1983, Raúl Alfonsín gana las elecciones con 51.7 % de los votos. Apoyada por la partida secreta del gobierno de Carlos Andrés Pérez, Violeta, ama de casa y viuda destrozada, que juró vengar el asesinato de su inseparable marido Pedro Joaquín Chamorro, propinó una paliza en Nicaragua 1990 a Daniel Ortega y sus nueve rudos comandantes de verdad, no charlatanes y decidió cogobernar con el sandinismo ¿El despotismo chileno se derruye con el triunfo del NO en el plebiscito de 1988 y con el cogobierno Aylwin-Pinochet o esa es otra fantasía colaboracionista? En México setenta años de «dictadura perfecta», como la bautizó Vargas Llosa, implotaron cuando el PAN, la minoría de siempre, se entiende con PRI, gana Vicente Fox en 2000 y pone al país en la ruta del éxito.

Estudiosos imaginaban eternos los totalitarismos, pero los acuerdos entre los comunistas y los emergentes hacen posible el fin de la URSS, por lo que no ocurren persecuciones. Hubo excepciones que confirman la regla, como esa versión de Drácula, Ceucescou en Rumania y golpes militares o guerras civiles africanas. Luego de renunciar apenas en 1990 al Partido Comunista, Rusia elige a Boris Yeltsin Presidente de la República con 59% de los votos, contra el candidato comunista, Nicolas Ryzhkov. En 1991 con los presidentes de Ucrania y Bielorrusia, declaran la disolución de la Unión Soviética y crean la Comunidad de Estados Independientes. En el Partido Comunista de Hungría los heterodoxos Janos Kadar e Imre Poszgay cambian el nombre al país, de República Socialista, a República de Hungría, y barren en las elecciones de 1990. En Polonia de 1980 Lech Walesa funda el sindicato luego partido Solidaridad que aplasta amistosamente en las elecciones de 1988 al general Jaruzelski, quien controlaba los poderes, los medios de comunicación, el organismo electoral y la oposición obtiene 100 de los 100 escaños del Senado y 160 de los 161 diputados. El aceptó el resultado electoral porque no había cárceles que temer, y el líder democrático Tadeusz Mazowiecki se hace primer ministro.

 

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