Por: Carlos Raúl Hernández
A los partidos y fuerzas sociales les toca defender con firmeza las líneas de la estrategia pacífica
El sacudón parió un platelminto y eso permite establecer tres planos en una política económica que en síntesis consiste en empobrecer la gente, africanizarla, retroceder sus avances civilizacionales e instituciones, para sustituirlas por las llamadas comunas, hidras devoradoras de millardos. Eso no profundiza la revolución sino la ingobernabilidad. La dinámica parece ser: 1) a partir de 2003 hasta 2014, el ministro Giordani aplica el modelo económico del siglo XXI. 2) hace unos meses las encuestas señalaron desplome del gobierno en los sectores populares, sonaron alarmas y surgió la idea de rectificar el camino subsahariano. Sale Giordani del Gabinete. Se habla de pragmáticos y de las medidas de Ramírez. 3) Maduro viajó a recibir consejos de Fidel Castro, para saber cómo ha mantenido una tiranía de 56 años: a la consigna de arruina y vencerás, arrecia la expulsión de las clases medias como ocurrió en Cuba. El regreso de Giordani.
Y una de las máximas figuras políticas del gobierno, que por mucho tiempo ostentaba el galón de no ser comunista, se burla satisfecho como un adolescente de que la oposición se quedó esperando medidas neoliberales. Es el comentario que le merece que no hay las medicinas de los enfermos de cáncer o del corazón, ni alimentos suficientes, ni escuelas para niños y jóvenes que nacieron para perder. Los colectivismos siempre redujeron las sociedades a la miseria como resultante objetiva de iluminatti que pretendían implantar la justicia social, la democracia económica, la distribución equitativa de los bienes y otros alifafes trágicos. Confiscar fuentes de riqueza pretendía hacerla de todos y que los trabajadores se apropiaran de la plusvalía que les quitaba la burguesía explotadora. El iluso de Marx creía que era el salto histórico al reino de la felicidad y resultó el horror.
New York, parroquia de Shangai
Hayek lo vio desde los años 30 y caracterizó el socialismo como una de las más grandes equivocaciones humanas. Pero el bolivarianismo es algo nuevo, la aberración de la aberración, una estrategia consciente, premeditada y fría para arrasar el bienestar, el modo de vida e incluso la dignidad humana, como ocurre en Venezuela. Tiene poquísimos precedentes ya que muchos socialistas se devolvieron de la demencia. Den Xiao Ping en 1977 proyectó películas en una reunión del Comité Central del P.C. chino para que vieran la espantosa depauperación en las regiones campesinas creada por las comunas de Mao. Los rudos camaradas lloraron lágrimas de vinagre y allí comenzó el viraje al socialismo de mercado, que a fecha de hoy sacó 400 millones de personas de la miseria y convirtió China en un gigante económico. Manhattan calificaba hoy a duras penas para ser una parroquia de Shangai. Raúl Castro intenta, acobardado por su hermano, hacerlo Cuba e implanta tímidos elementos para una economía productiva.
Pero la percepción invertida del hacer político se ha generalizado en Venezuela. Recientemente la Unidad publicó un papel en el que criticaba la incapacidad trágica del gobierno para revertir la sentencia contra la ciudadanía toda, amigos y adversarios de la revolución. Un material bien concebido y que plantea los dramas económicos en la vida cotidiana de la gente real. Y de repente arremeten contra él, infaman brutalmente la Unidad y con hacha de carnicería tronchan los huesos de una supuesta complicidad con el gobierno descubierta en los tuétanos sanguinolentos del escrito. Es traición que se hable de los problemas económicos de la gente y lo consecuente es afincarse en consignas probadamente autistas, como los cubanos, la definición de dictadura o la partida de nacimiento. Retrata la mentalidad que hay que superar para el triunfo necesario.
La cárcel de la mente
Venezuela es hoy prisionera de ideologismos extremos y vacíos, sembrados por el modelaje revolucionario, que apuntan a minar la oposición democrática. Una visión maniquea, agresiva, vejaminosa, ignora la dignidad humana y lo único que le sale del cerco los dientes son contrahechas criaturas que huyen por los rincones. A tiempo prudencial de corregir el rumbo, hay que saber que la inminente posibilidad de que el gobierno implote electoralmente dependerá de que la oposición exorcice los demonios y se incorpore a construir la nueva mayoría nacional, la fuerza tranquila para el año que viene. Como lo analizan grandes estudiosos de la política una amplia votación de centro es garantía de que los países democráticos se preserven y no caigan en maximalismos suicidas.
La división de las fuerzas de cambio es el principal obstáculo de sí mismas. A los partidos y fuerzas sociales les toca defender con firmeza las líneas de la estrategia pacífica, de reconciliación nacional, el distanciamiento de los arrebatos. En ceremonia aniversaria de AD, el secretario general Henry Ramos Allup expuso cómo la antipolítica trajo una cadena de desgracias desde su comienzo en la década de los 90: «… no existe en ninguna parte del mundo civilizado la política sin partidos organizados que hagan posible el libre juego e intercambio de ideas. Algunos… hablan de hegemonía. Cuidado (… ) que por ahí vienen los totalitarismos de extrema derecha o de extrema izquierda (…)».
@CarlosRaulHer