Usted tiene buena pluma. Nadie lo duda. Pero quizás navega en aguas turbulentas y desconoce algunos escollos que debe superar al momento de escribir una crónica de un acontecimiento social de características muy especiales, cuyos anfitriones y convidados son personas de la más alta alcurnia reciente.
Tenga a mano las «Obras Selectas» de todos los bardos invitados al festín. Varias de las memorables frases plasmadas en esos incunables le ayudarán a perlar su texto y darle el necesario abolengo.
Haga una lista previa de las maravillas que ocurrieron en el ágape. Si es un casorio, festeje la belleza inmaculada de la novia y destaque la gallardía y buen porte del novio. Describa con lujo de detalles las miradas amorosas que se cruzaron y cite las palabras de algún invitado de estirpe.
Comente las exquisiteces que se ofrecieron como condumio. Evite comentarios sobre algún borrachito que cayó en lamentables imposturas.
Aplauda la enorme satisfacción de quienes desarrollaron el oficio de servir. Diga que mesoneros, cocineros, «vallets» y demás personal estaban en extremo complacidos de haber sido privilegiados con la gracias de poder atender en una noche tan linda como esa.
Expláyese en loas y evite comentarios sobre los riesgos que anfitriones, invitados y personal de servicio corrieron al acudir al «matrimoniazo». Eso no se dice. Ni siquiera se esboza. Eso tiene que pasar por debajo de la mesa. De hecho, si hubiere consecuencias por violaciones a las normas, óbvielas. Cuanto mucho, y muy al desgaire, diga en su relato que algunos pocos sufrieron algún ligero percance de salud, causado por algún resfrío menor pescado días antes, pero que los anfitriones hacen votos por la pronta recuperación.
Haga, pues, una elaborada pieza de fantasía. Bella. Sutil. Que ponga de relieve la elegancia que privó en todo momento. Recuerde que usted está en esta ribera del Arauca vibrador, donde hay cosas que no se dicen, so riesgo de procedimiento judicial y conducción a una habitación tras rejas.