Hirudoid diplomático – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Mandar al cajón de los asuntos sin importancia a lo que essoledad morillo belloso 2 realmente importante tiene consecuencias gravísimas. Eso ocurre tanto en la vida personal como en la de los países. Por años, largos años, lo de la zona en reclamación fue convenientemente hibernado por el gobierno. Hubo de espepitarse barranco abajo el precio del petróleo, estallar una crisis de finanzas públicas, hundirse el señor presidente en una impopularidad insospechada y comenzar a voltearse el apoyo incondicional que el rojismo recibiera de algunos gobiernos caribeños para que, zas, al tema del diferendo con Guyana le fuera aplicado un tratamiento de emergencia para subirle la temperatura y revivirlo. Tarde piaste, pajarito.

 Objetivamente, esta «pelea» la tiene perdida Venezuela. Y el gobierno bien que lo sabe. Sabe que no basta con tener la razón. En un conflicto, es indispensable que a uno le den la razón. Hoy, nos guste o no, a lo más que podemos aspirar es a un reconocimiento de víctima generosa, con quizás alguna compensación, siempre y cuando Venezuela no cometa la torpeza de convertirse en victimario. En este pleito, Guyana tiene todo para ganar y nada que perder. Es el débil y eso lo hace poderoso. Tiene de su parte su condición de país pequeño (801.194 habitantes según la ONU en 2014), pobre, mestizo de minorías, afectado frecuentemente por el embate metereológico y con una escasa preparación bélica. Venezuela, a ojos del mundo entero, es un país ricachón, pedante, botarate, gritón, armado hasta los dientes y con cierto desagradable talento para el autoritarismo petrolero. La sola idea de movilizar a las FANB para intentar recuperar el territorio en disputa (espacio al cual tenemos legítimo derecho y eso no lo discuto) sería un gesto repudiado de inmediato no sólo por las potencias mundiales sino, también, por la pléyade de países que conforman el archipiélago de naciones pequeñas del hemisferio y más allá. Así que cualquier acción bélica por parte de Venezuela debe estar descartada de plano, so riesgo de recibir sanciones internacionales de importante escala.

 Entretanto, el gobierno guyanés juega inteligentemente sus piezas. Su debilidad es, paradójicamente, su fortaleza en este match geopolítico. La gente que vive en la zona en reclamación no se siente venezolana, no habla Castellano, no tiene nacionalidad venezolana y jamás ha sentido que el estado venezolano ha movido un solo dedo por su bienestar. Ha sido hasta ahora particularmente pobre y con severas carencias. El acuerdo con la Exxon Mobil aparece ante esa gente como la oportunidad de salir del hueco en el que han vivido desde que tienen memoria. Y esa posibilidad se la ofrece Guyana, no Venezuela. Entonces, es claro hacia donde se inclinará su preferencia si la Magdalena sigue sin estar para tafetanes, como se prevé. El presidente guyanés, que evidentemente no tiene un pelo de tonto, juega sus cartas, a su favor. Lo sorprendente está en que aquí en Venezuela haya quien se sorprenda. Más que sorprendente, es insólito que en lugar de ser la Exxon Mobil quien haya recibido el contrato, no haya habido en el estado venezolano alguien con la suficiente sagacidad para lograr que ese contrato lo hubiera tenido PDVSA. Al menos de esa forma alguna vela nos hubiera quedado en el entierro. Pero no. A la visible incapacidad diplomática sumamos la incompetencia para hacer negocios petroleros rentables para el país. Así las cosas, en esta novela perdemos por todas partes. Ni nos preocupamos ni nos ocupamos. El marido que no atiende a su mujer no puede quejarse que aparezca otro a ocupar el lecho.

 Llamar rimbombantemente a la «unidad nacional» en torno a este penoso asunto es un argumento manido, maniqueo, una estrategia que puede darle a Maduro la excusa para victimizarse y lavarse las manos. Es bueno recordar a los agitadores del patrioterismo ramplón que este gobierno comenzó por allá por 1999 y que desde el día 1 Maduro ha sido uno de los más importantes funcionarios, incluso a cargo por 7 años de la política internacional en su condición de Canciller. No caben las soluciones heroicas ni la excusas melodramáticas. Nada de jugar a ser próceres. Sólo intentar aliviar el dolor y el costo de los errores. Hirudoid diplomático.

 soledadmorillobelloso@gmail.com

 @solmorillob

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