Soledad Morillo Belloso

Impunidad y contaminación – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Solemos hablar de impunidad cuando alguien comete un delito y no es penalizado por ello. Pero el asunto va mucho más allá y, de hecho, en la mayor parte de las culturas y de las religiones, el concepto de impunidad abarca mucho más.

Hay en cada sociedad normas -escritas y no escritas- que se transmiten de generación en generación. En ellas se establece lo que está bien y lo que está mal, con independencia de si quien se comporta bien es reconocido y aplaudido, y quien mal se comporta no sea reprendido y penalizado -como dicta el deber ser- y logra pasar liso. Que un estudiante se copie está mal, con independencia de si es cazado en falta o no. Los piratas en la universidad que se copiaban, y creían que se la estaban comiendo, luego tuvieron que enfrentarse con la realidad de sus propios compañeros de estudios sabiendo quiénes eran.

Las sociedades más desarrolladas saben distinguir el mal del bien. De hecho, se enseña eso a los niños tanto en hogar como en escuela. En los países se habla de normativa legal. En las religiones, de faltas y pecados. En todas las estructuras se prevén sanciones. Buena parte de la literatura universal versa sobre esto. Un crimen, un delito, una falta, una irresponsabilidad deben ser sancionados y castigados.

La impunidad tiene efectos muy perniciosos. Y se refiere no sólo a lo que se hizo sino también a lo que no se hizo.

En Venezuela ha habido etapas de mucha impunidad. Pero jamás a los niveles actuales. Hechos pedazos los principios y valores, no hay legislación o constitución que sirva si la sociedad está dando por sentado que sin remedio el mal priva sobre el bien y nada puede cambiar esa situación. Eso es, por decir lo menos, una estupidez de marca mayor. Porque ello es rendirse. Y aceptar como un sino ineludible que los malos evadan el juicio y la sanción que corresponden. Donde hay crimen ha de haber castigo. De no ser así, se impone un pernicioso régimen de injusticia. Y la sociedad se contamina de maldad, una maldad que resulta en un violento atentado contra el progreso. Y afirmar que «esto no tiene remedio» es, para ponerlo en lenguaje coloquial, escupir para arriba.

 

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