In Memoriam Earl Weaver

Por: Ibsen Martínez

  En la anécdota que escuché hace años de labios de Ivan Feo García, Earl Weaver sale de la cueva como una bala, indignado por una decisión del umpire que el legendario manager de los Orioles juzga errática. Se coloca la gorra al revés para evitar que, en la vociferación que se avecina, y que la fanaticada del Baltimore anticipa con delectación, la visera llegue a rozar accidentalmente al árbitro. No sé a punto cierto si el episodio ha sido atesorado en Youtube, e invito al curioso lector a verificarlo, tal como lo haré yo mismo cuando termine de escribir a vuelapluma esta nota que quisiera ser luctuosa. Lo cierto es que , tal como evoca el ingenio del cineasta Feo García, el umpire no piensa dejarse sorprender por las wagnerianas bravatas de Weaver. El Pequeño Gran Hombre trae consigo una nueva estratagema de esas que,de puro desconcertantes, prolongan la pausa que entraña una disputa con el árbitro. Se encara ( en realidad, se empina ) para increpar al umpire porque Weaver, es sabido, medía unos sobrios cinco pies con siete pulgadas: un discreto metro con setenta centìmetros en un mundo que, como el de las grandes ligas, es de elevada talla colectiva. El umpire lo intima a obviar la pendencia o “tendré que expulsarte del juego”: __ ¿Sabes qué? Te quedarás con las ganas – replica Weaver.- No podrás expulsarme del juego porque lo que has hecho es tan absolutamente escandaloso que voy a desmayarme. __ ¿Desmayarte? __ Como lo oyes. Voy a desmayarme. Aquí mismo, en el campo. __ Earl. No lo hagas. No aquí. Nada de desmayarte. __ No puedes impedirlo. Voy a desmayarme. Entre tanto, el intercambio es recogido por la televisión. __No lo hagas, Earl. Te lo advierto: no hagas el ridículo. Te expulsaré de todos modos. No te desmayes. __ Voy a desmayarme: quiero ver cómo harás para expulsarme del partido. Entonces, y en un sorpresivo y magistral golpe teatral, quien optó por desmayarse primero fue el umpire, dejándose caer aparatosamente hacia atrás como fulminado por un rayo. Weaver no salía de su asombro, en tanto que las tribunas y los bleachers rugían de júbilo ante el espectáculo. Por una vez, el volátil y batallador Earl Weaver se dio por vencido en una disputa junto al plato, soltó una carcajada, olvidó su reclamo y, escarmentado, regresó al dugout. 2.- Bien dicen los italianos que si non è vero, è ben trovato: el relato merece ser verídico. En su dilatada y prodigiosa carrera como piloto grandeliga, Weaver se granjeó más de cien expulsiones, a menudo luego de una colorida demostración de temperamento y palabrotas proferidas con su voz de papel de lija. Me detengo en esto de las expulsiones a sabiendas de que no luce esencial en la recensión de las excelencias del gran piloto que fue Weaver. Lo hago porque, siendo como soy gente de teatro, opino que lo colorido de un carácter no está reñido con el talento ni el alto desempeño. Bruce Weber, recordaba la semana pasada, en su necrológica para el el New York Times, que en una ocasión, como Weaver no dejase de protestar luego de ser expulsado, el umpire Kim Evans sacó un cronómetro para darle al manager del Baltimore sesenta segundos para abandonar el terreno, so pena de declarar un forfeit que haría perder a los Orioles. Sin perder tiempo, Weaver arrebato el cronómetro y lo arrojó hacia el dugout. En el curso de 17 temporadas, este temperamental estratega que no llegó jamás a jugar en Grandes Ligas, ganó como manager 1.480 partidos con un porcentaje de victorias de .538. Un récord que lo hizo noveno en toda la hisotria del pasatiempo y primero entre los managers activos durante la segunda mitad del siglo pasado. Una pregunta sale al paso de modo natural: ¿cuál fue su “filosofía” de juego? ¿Qué lo singularizó como estratega? Muy citada ha sido su célebre respuesta a la pregunta de cuál es el secreto: “pitcheo, defensa y el jonrón de tres carreras”. En esa formulación sumaria del “método Weaver” lo resaltante es el jonrón de tres carreras: es el emblema del piloto pragmtico y nada sentimental que siempre fue. Weaver rara vez favoreció tácticas como el toque de sacrificio o el “bateo-y-corrido”, pero destacó como uno de los primeros pilotos en dejar entrar la estadística en la concepción de su oficio. Hoy hay consenso éntre los cronistas en que Weaver fue un pionero de la “sabermétrica”, mucho antes que Billy Bean cediera a los razonamientos de Bill James. Tom Verducci, cronista de Sports Ilustrated, citado en la misma reseña de Weber, escribió en 2009 que Weaver fue “el Copérnico del béisbol moderno.Del mismo modo en que Copérmnco comprendió la cosmología heliocéntrica un siglo antes de la invención del telescopio, Weaver comprendió el llamado “smart ball” una generación antes de que fuese empíricamente sustentado”. Su frondosa sabiduría quedó recogida en varios libros autobiográficos, del tipo que se escribe al alimón con un periodista. De uno de ellos rescato hoy esta máxima del hombre que dirigió a virtuosos del montículo como Mike Cuéllar, Dave Macnally Pat Dobson, : “Procura que todos tus outs ocurran en el home”.

Ibsen Martínez está en @ibsenM

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