La búsqueda de la victoria – Naky Soto

Publicado en: Blog personal

Por: Naky Soto

Hasta ahora, la mayoría de los precandidatos presidenciales de Venezuela han mantenido discursos que niegan el país que somos. Eso incluye al Nicolás de los lunes, el que muestra en un programa de televisión estatal estadísticas de logros indemostrables, el que se finge simpático y suelta decisiones de Estado entre cuentos que conservan la misma estructura vieja. En su caso, el país de fantasía tiene el propósito de maquillar su culpa en toda nuestra tragedia. Por su parte, en los precandidatos opositores, que incluyen desde las opciones prêt-à-porter (a favor del poder), pasando por los que quieren hacer ruido (como el Conde del Guácharo), hasta los francos opositores, falta un ejercicio clave para entender su lugar en este reto: ¿A cuál país le están hablando? ¿Qué quieren ganar?

Definir el contexto
Cuando los precandidatos no describen el país que somos, evitan hablar de los muertos, heridos y detenidos por protestar; de las víctimas de torturas y tratos crueles, de las centenas de presos políticos y de las personas con procesos judiciales amañados en suspenso. Si no hablan de los desplazados internos, de los exiliados ni de los más de 7 millones de migrantes, entonces la actualización del Registro Electoral no es crucial en su agenda. Aunque según Súmate, de los tres millones y medio de venezolanos en edad para votar que no están inscritos en el RE, más de 1,3 millones se encuentran en el exterior.

Estos son temas incómodos para el poder, que se encarga de silenciarlos con censura, pero los precandidatos pueden tener un discurso en medios de comunicación vigilados por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), y otros en redes personales (privadas y públicas), que complementen lo que no dicen “al aire”. Pero igual, no todos lo hacen.

Las ventajas del poder

Sin precisar cuánto, porque los venezolanos no tenemos acceso a la información sobre el presupuesto público ni su ejecución, el chavismo usa recursos del Estado a favor de su parcialidad política. El peculado de uso se ‘normalizó’ desde que el Psuv logró controlar todos los poderes públicos, sobre todo el CNE, pero además mantiene vía Conatel un régimen de censura severa sobre los medios y opera con total impunidad, por lo que en cada elección repite la ecuación: el Estado trabaja a favor del Psuv y la censura controla toda crítica. Toda. Por eso las entrevistas de candidatos no vetados en medios cumplen con al menos una de estas variables: no dicen todo lo que deben, dicen cosas que a los ciudadanos no les interesan o dicen lo que el poder quiere que se diga. Cuando a este cuadro le suman la ampliación del coro de vasallos del poder, gente del mundo político, económico y social que mantiene una nutrida agenda de medios con un guión tan repetido, que son predecibles y anodinos. Ya ni siquiera dan rabia, pues hablan de un país de fantasía donde el chavismo no tiene culpas, sino sólo problemas.

Un método para domesticar

El poder desestructuró con vehemencia a los partidos de oposición y sus liderazgos, pero también recreó a fuerza de propaganda, censura y violencia un método que opera a su favor: “Odia a la oposición que te voy dejando (inhabilitada, separada y sin conducción común), porque nadie va a violarte los derechos humanos si lo haces”. Criticar hoy a un opositor no entrevera riesgos a la libertad. Mientras tanto, la propaganda redimensiona los errores de las filas opositoras y minimiza los propios, de ahí que la opinión pública se mueva en un ring tan cuestionable y tengas al abanderado de la Acción Democrática judicializada recalibrando el concepto de tirano; que reconocidos opositores avalen los consejos que sobre campañas electorales se atreve a hacer un exviceministro chavista sancionado por varias naciones; o que haya pasado por debajo de la mesa que el Seniat reajustó la Unidad Tributaria en 2.150%, algo que afecta de manera rotunda a todos los venezolanos.

Los opositores más débiles

La división opositora, adelantada y evidente a fuerza de la exposición continua de sus rencores y miserias, impide que los precandidatos hagan un mínimo esfuerzo por ponerse de acuerdo, algo que parece (y es) un absurdo. Concursan con todo en contra, pero respetan el canon mediático que impone el poder; apuestan por un extraño optimismo sin asideros, recrean una vez más la farsa de ‘la fiesta democrática electoral’ y pocos retan a Nicolás. Eso se traduce en una agenda que sigue siendo manejada con la idea de una población que obedecerá lo que ellos decidan, no de una que pasa horas sin electricidad, días sin agua, meses sin probar carne, años sin cambiar los zapatos; una que prefiere gastar sus datos del teléfono con videos que le hagan reír, sin puentes de conexión con la oposición. Para una joven que tiene redes y sólo sueña con irse del país, no hay vínculo posible entre la pobreza extrema del país y el Nicolás que baila en TikTok. Pero ningún contendor se lo está diciendo sino que más bien trata de competir con los mismos códigos. No acusar lo que nos oprime solo fortalece al poder.

Un paso hacia la democracia

Supongamos que la ciudadanía obvia sus circunstancias y los delitos electorales pasados y apuesta por la esperanza (o el pensamiento mágico), pero, ¿puede igual obviar las derrotas a favor de una ilusión burlada ya tantas veces? Creo que no. La gente necesita creer en la elección tanto como en la posibilidad de cristalizar una victoria.

La Comisión Nacional de Primarias (CNdP) no es un consejo jedi que pueda enfrentar solo al brazo electoral del Psuv, y eso explica por qué tantas personas expresan su frustración adelantada contra ella. Por insólito que resulte, ya hay personas que hablan del rol histórico de la CNdP en la transición democrática o en la consolidación del régimen de un tipo que tiene más de 10 años gobernando y de un sistema que tiene 23 años continuos en el poder. Por eso, fingir normalidad y silenciar los problemas del CNE le endosa a la CNdP una responsabilidad mucho mayor a la que ya adelantan. Las reticencias con respecto a las primarias y el potencial rol del CNE (que no es ni será neutral con sus condiciones actuales), no pueden recaer sobre la CNdP, pero es crucial entender esta estrategia de aparente sumisión ante el organismo, que se suma a la ficción de un escenario electoral normal y en consecuencia, niega lo previsible: que el régimen hará lo necesario para torcer la realidad, porque con normas e instituciones justas, Nicolás jamás ganaría una elección ni se mantendría en el poder.

Descríbeme la victoria

La ciudadanía quiere saber cómo los precandidatos lograrán el éxito con todo en contra y con cuáles incentivos podrían restablecer algunos acuerdos mínimos entre ellos. Es improbable que la primaria despierte confianza o ilusión si no se genera suficiente información para superar a la censura pues, según denunció Espacio Público, en Venezuela tenemos al menos 13 estados silenciados, es decir, sin medios privados, por lo que la ciudadanía vive a merced de la propaganda (oficial y evangélica), y de nada más.

En el pasado fui convocada a votar por Francisco Arias Cárdenas y Manuel Rosales como candidatos presidenciales de la oposición. En su momento no encontré razones para avalar estas selecciones, pero fui disciplinada y voté. En 2012, las primarias entreveraron el compromiso de todos los participantes para apoyar a quien resultase ganador. Hay que construir una posibilidad similar, porque el éxito de la primaria está vinculado con el nivel de participación. Si no, partidos y votantes nos dispersaremos aún más. Los líderes que quedan tienen que negociar y reestructurar una coalición que, consciente de sus notables diferencias, tenga la capacidad de ponerse de acuerdo, convencer a sus militantes y en consecuencia al electorado. No es verdad que con estas condiciones “Si votamos, ganamos”. Nuestras desventajas son muchas, ¡hay que denunciarlas! Hay que hacer reflejo de las terribles circunstancias que vivimos, porque representan a una población empobrecida y minimizada con mucha violencia, a la que se le niegan derechos de participación política. Si la gente se siente representada en esos discursos, en esos planes (que deben incluir qué van a hacer para materializar su victoria), es probable que responda en consecuencia. Pero sumisos y fingiendo normalidad, puede que haya primarias, pero no victorias.

 

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