Publicado en: El Nacional
Por: Luis Oliveros
Maduro lo logró. Venezuela está en hiperinflación. Somos el primer país petrolero que sufre esta desgracia. Los datos de la inflación mensual de octubre y las primeras corridas de noviembre apuntan a que la inflación mensual ya ronda (o supera) ese 50% que entre los economistas es el límite para dejar de hablar de inflación elevada y pasar a la otra palabra.
La hiperinflación genera terribles costos para la sociedad que la sufre. En las personas porque ven cómo se evapora su capacidad de compra, aumentan notablemente los índices de pobreza y porque la manera en la cual hacían sus compras y presupuestos padecerá un cambio importante. Las empresas, además del obvio impacto en la demanda de sus bienes y servicios, tendrán que dedicar mucho más tiempo al manejo de la tesorería, inventarios, costos, planes de producción e inversión, en vez de a actividades de innovación o de aumento de la rentabilidad o eficiencia. Pero es que en hiperinflación el que no actúe rápido y con inteligencia no solo pierde, está destinado a ir directamente a la bancarrota. En estos duros procesos la principal meta debe ser sobrevivir, algo que no todos lograrán.
El Estado no escapa del problema, también padecerá sus efectos negativos. La recaudación real de impuestos disminuye, potenciando el déficit fiscal. En general, su popularidad también se ve disminuida, pues a los votantes no les gusta verse pobres y con perspectivas negativas.
Es importante tener presente que el único culpable de la hiperinflación es el gobierno de turno. Su esquizofrénica política económica nos trajo hasta acá. Su afán de mantener elevados déficits fiscales y financiarlos solo con emisión monetaria es el caldo de cultivo de estas desgracias. El financiamiento monetario del déficit está creciendo (al 17 de noviembre) a un ritmo anual de 2.150%, mientras la base monetaria lo hace en 1.074%. En las últimas cuatro semanas la liquidez monetaria se ha incrementado en 42,2%. Todos números récords. El gobierno no parece (o no quiere) tener respuestas para la situación, más allá de aumentar el salario mínimo (el cual presenta una caída en su capacidad de compra, solo en 2017, de 64%) y lanzar fiscales de la Sundde para que persigan a la empresa privada. Sin duda, esta situación le facilita al gobierno la tarea de profundizar su control social.
La duración promedio de una hiperinflación puede estar rondando los 12 meses; sin embargo, luego de culminado ese período no hay garantías de que la inflación deje de ser un problema. Los casos recientes de países de América Latina así lo demuestran. Lo que sí es seguro es que la situación del país será mucho peor que al inicio, con colapsos pronunciados en su actividad económica y financiera.
El caso Venezuela ya presenta las características para ser considerado entre los peores de la región y tal vez del mundo. Al inconveniente de la hiperinflación debemos sumarle una depresión económica sin precedentes (36% acumulado), una fuerte caída de su producción petrolera (32,5% en 4 años) y en medio de un default que pinta desordenado y negativo para el país.
¿Qué hacer ante este panorama? Si su plan es permanecer en Venezuela, no caiga en desesperanza, no pierda tiempo. No mantenga grandes saldos en moneda nacional, busque y utilice inteligente el financiamiento bancario, haga su presupuesto mensual, comparta experiencias con familiares y amigos, utilice sus inventarios para sobrevivir pero también para conseguir bienes a los que no haya tenido acceso (trueque), entienda que se va a descapitalizar, su patrimonio va a disminuir de una forma importante y que lamentablemente antes de mejorar, la situación va a empeorar. Piense que estamos en medio de un terremoto de gran intensidad y aún nos falta los efectos del tsunami. Muy pronto el bolívar actual desaparecerá como medio de pago. La situación actual es buena en comparación a lo que nos viene si no se toman ya las medidas necesarias.
