La ilegalidad en pasta – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Es como si fuera un cubito. Un concentrado de ilegalidad. Que se sumerge en un liquido y se convierte en una sopamk9HMijk_400x400 que más bien es un protoplasma viscoso. La confesión pública del fiscal Nieves es la punta del iceberg o acaso la gota que rebasa el vaso. O la bola de nieve que corre colina abajo agrandándose cada centímetro recorrido.

 Hace una semana escribí que el país de los ciudadanos del común está harto. No sé si me quedé corta o si del hartazgo pasamos en cuestión de horas y a velocidad supersónica del hartazgo al asco más insoportable. A la náusea. Usted y yo y millones de ciudadanos estamos asqueados y no podemos tolerar la podredumbre que está en el suelo que pisamos, en el aire que respiramos, en la realidad que vemos, olemos, escuchamos y palpamos. El país se nos convirtió en una palangana llena de una sustancia fétida en la que simplemente no sólo no podemos vivir sino que nos está aniquilando. La Constitucion no es sino un jarrón chino que fracturan y pegan con saliva de cotorra.

 Un miligramo de honra y pundonor haría que varios funcionarios del Estado renunciaran irrevocablemente y solicitaran la anulación de sus actuaciones. No voy a escribir sus nombres y apellidos. Ustedes y yo y ellos/ellas sabemos bien quiénes son. Sabemos todos -y principalísimamente ellos/ellas- que nadie puede alegar su propia torpeza. Que se puede delegar trabajo. Nunca -y en ningún caso o circunstancia- se puede delegar responsabilidad. No cabe el «ponciopilatismo». Así las cosas, los altos jerarcas de la administración de justicia no pueden juguetear con «el-yo-no-fui-fue-Teté».

 Muchos creen que el problema de Venezuela es económico. Yo insisto en que es po-lí-ti-co. Podrá entonces venir otra macro bonanza, o varias, y si no arreglamos el despelote político, esa(s) bonanza(s) traerá(n) amarradita(s) en el costado recurrentes desguaces. Aquí no está pasando nada diferente a lo que advertimos ocurriría. 16 años y pico de gastar dedos y saliva. De avisar que por donde íbamos llegaríamos impepinablemente al desastre, que seguir al flautista de Hamelin criollo nos conduciría a este estado de cosas.

 Seguramente el proceso de apelación del caso de Leopoldo será retrasado. Bastará cualquier excusa. Ya ni siquiera intentan maquillar sus acciones. Es un cuento morboso de nunca acabar. La economía de Venezuela, es decir, la suya, la mía y la de millones, ha sido puesta al servicio del poder de unos pocos a quienes, por cierto, poco les importa la situación del país y de sus millones de ciudadanos. Y si la política en realidad no es sino el arte o el juego del poder, es de tontos poner el poder en manos desaprensivas de quienes se juran dioses mitológicos que nos hacen creer que son invencibles y que nosotros somos débiles. Eso no es nuevo en la historia de la Humanidad. En todos los tiempos ha habido situaciones similares. Y fue por ello que el ser humano inventó la democracia. Para acabar con los pseudo dioses y hacer del asunto del poder un juego entre iguales. En democracia, frases del tenor de «como sea» sólo son pronunciadas por esos que se creen dioses. A esos hay que derrotar. A esos hay que vencerlos, pero no con armas mitológicas sino con las herramientas humanas de la democracia. Porque cuando usamos armas de dioses, nos convertimos en eso mismo a lo que nos oponemos. Y generamos un círculo vicioso. Usemos la buena política para ganar.

 soledadmorillobelloso@gmail.com

 @solmorillob

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