Por: Ismael Pérez Vigil
La conseja política de los últimos días y el deseo de todos con cuantos se converse en la calle, ha girado en torno a la renuncia de Henry Falcón a la candidatura presidencial. Analicemos esta posibilidad.
Los objetivos de la candidatura de Falcón deben ser múltiples y solo él los conoce realmente. Pero, simplificando las cosas y alejándonos de suposiciones o ficciones, se puede asumir que Falcón persigue uno de dos objetivos: Ganar las elecciones y convertirse en presidente, pues desde luego esa es la finalidad de todo político; o bien, perdiendo en un honroso segundo lugar, convertirse en una referencia de la oposición venezolana.
Que Falcón se alce con el triunfo electoral el 20M, para cumplir el primer objetivo señalado, es una quimera. Primero, porque no es cierto lo que él señala que está compitiendo en condiciones similares de oportunidades anteriores y que es posible su triunfo contando con la ventaja del alto nivel de rechazo que tiene el actual gobierno.
Algo muy significativo ha cambiado que elimina eso de las condiciones electorales similares. El fraude electoral siempre ha estado presente –quizás con la excepción del fraude electrónico, del que no hay pruebas sólidas–, pero desde lo ocurrido con la elección del Gobernador del Estado Bolívar en 2017, cuando se alteraron manualmente las actas de votación para arrebatar el triunfo a Andrés Velásquez, la dictadura demostró que está dispuesta a todo con tal de mantenerse en el poder.
Aunque no se llegara al extremo de la alteración de actas, porque una supuesta avalancha de votos por Falcón cerraría esta posibilidad, tal avalancha no va a ocurrir. Ciertamente el rechazo al actual gobierno es muy alto, más del 70% conservadoramente hablando, pero ese factor está presente desde hace tiempo y nada indica que ese rechazo se haya convertido en voto opositor. Lo que históricamente sí ha aumentado el voto opositor ha sido la disminución de la abstención y todos los estudios de opinión indican que la falta de participación electoral el 20M va a ser considerable, más del 45%, si es que no es mayor, y ya el 45% es suficiente para que la dictadura imponga su solido 32% de electores que aun en las peores condiciones ha obtenido, como se evidencia en los tres últimos procesos electorales.
Ese 32% de votos por la dictadura significan más de 6 millones de votos; sí a los 20 millones de votantes le restamos ese número y le restamos el 45%, como mínimo, de no participación, quedan menos de 5 millones para repartir entre Falcón y los demás candidatos. Pero además algunos ya hablan incluso de una “sorpresa” electoral el 20M, que no sería la avalancha de votos que Falcón espera, sino su probable desplazamiento al tercer lugar, por la “magia” electoral de la dictadura en aquellas mesas y centros sin la debida vigilancia, con lo que asestarían de paso otro importante golpe a la oposición democrática.
Después de las parlamentarias del 2015 la dictadura hizo su juego: designó inconstitucionalmente el TSJ; anuló la AN con ese TSJ; impidió la realización del Revocatorio; estableció una ilegal y fraudulenta ANC; sacó del juego a los partidos políticos más importantes; inhabilitó, apresó o envió al exilio a los líderes opositores mássignificativos; adelantó las fechas de las elecciones y desplegó todos sus recursos populistas para eliminar los votos nulos del 2015 y recuperar su votación en las elecciones de 2017. Todas acciones ilegales e inconstitucionales, por algo es una dictadura, a las que se suma la represión, la violencia, la persecución y el uso de la fuerza. Desplazar, ahora, electoralmente a la oposición a un tercer lugar, no es un objetivo descartable de la dictadura.
La oposición por su parte se condujo erráticamente con las acciones de la AN, no supo explicar adecuadamente ni dar contenido a los frustrantes intentos de diálogo en República Dominicana, no supo aprovechar las movilizaciones populares de 2016 y la masiva recolección de firmas de 2017, ni pudo cuidar adecuadamente su triunfo electoral de 2015, preparándose mejor para los procesos electorales de 2017, llegando a la debacle de no participar en las elecciones de alcaldes, en donde su participación electoral cayo al 12% desde el 40% que había obtenido en las parlamentarias de 2015; y no hace falta insistir en los análisis que se han hecho sobre lo negativo que ha sido para la oposición y el país los procesos de abstención electoral en 2017.
Con el cuadro anterior, es evidente que se impone un proceso de reconstrucción de la fuerza mayoritariaopositora si queremos salir de esta dictadura. Para ese proceso de reconstrucción, convertirse en la referencia de la oposición, como pienso es uno de los objetivos de Falcón, tiene sus aristas. Supongo que Falcón no quiere ser la referencia opositora de la dictadura; pero si lo que quiere es ser referencia para la oposición y jugar un papel importante en la reconstrucción de ésta, después del 20M, mantenerse en la “carrera” presidencial es un obstáculo.
No solo porque rompe con la estrategia de la unidad, errada o no, de no participar en un proceso que no reúne las mínimas condiciones democráticas, señalado incluso por muchos países; sino porque está recibiendo el rechazo de un considerable grupo de opositores, partidos, organizaciones y dirigentes que consideran a la unidad como una pre condición política para enfrentarse a la dictadura.
La renuncia de Falcón a la candidatura, denunciando un proceso electoral que no reúne las condiciones democráticas mínimas, ni siquiera las que él acepto y pactó, convertiría a Falcón de villano en héroe, en referencia para toda la oposición, y el país, no solo de los que lo apoyan, sino que reduciría el rechazo de los que plantean no participar. Sería además un golpe muy duro para la dictadura, la dejaría con poco margen de maniobra y podría incluso obligarla a suspender las elecciones y negociar una salida política con la oposición.
Los números no dan para Henry Falcón; su renuncia seria cambiar un posible tercer lugar, en el proceso electoral del 20M, para convertirse en una referencia opositora innegable, nacional e internacionalmente; como lo fue Alejandro Toledo en Perú, en mayo del año 2000, cuando renunció a la segunda vuelta electoral y sumió en el caos a la dictadura de Alberto Fujimori, quien seis meses más tarde pidió asilo en Japón y desde allí renuncio a la presidencia.
Un comentario
Lamentablemente no analiza un tercer camino que es la posibilidad de comprar la posición de Falcón con un cargo en la gobernatura del país. Se ha rumorado que ha recibido ofertas de Embajadas y de Vice Presidencias. Esta tercera vía me suena más posible que las anteriores, no creo que renunciar a sus aspiraciones de candidato le gane a la renuncia, con esta oposición pierde más renunciando.