Las primarias – Fernando Rodríguez

Publicado en: El Nacional

Por: Fernando Rodríguez

Como es bien sabido las iniciativas que emprende el mundo político opositor son muy mal vistas, en todo caso vistas con desidia, por los ciudadanos de a pie –y también de camionetas de lujo–, tantos han sido los desvaríos, los conflictos internos, la insana cohabitación con el enemigo y la abulia y el silencio al menos en los últimos años. Y, no hay que decirlo, la bestialidad sin nombre de la satrapía que nos aplasta.

Nosotros lo hemos señalado en este espacio, esperamos que sin ambages. Pero igualmente creemos que hay que tratar de  levantarse a pesar de la contundencia de los golpes recibidos. Y de esas maneras de ponerse en pie en estos momentos, recuperar la respiración y disponerse de nuevo a la contienda en el malhadado round, pareciera ser la vía electoral la única eficaz: primarias ahora, presidenciales el 24.

Sobre esto parece haber un amplio consenso, a pesar de la guerra civil del G4, en especial entre Primero justicia y Voluntad Popular; la decapitación del presidente interino; algunos fraccionamientos internos de los partidos inducidos vilmente por el gobierno, en especial de AD en que los alacranes parecen haber mordido un pedazo significativo; y otros etcéteras. Al parecer solo queda en el seno de la oposición “tradicional” el presumible distanciamiento de María Corina, esta vez su oposición a la participación en las primarias del CNE chavista.

El ideal de estos comicios primarios es obviamente tener un candidato opositor, uno solo idealmente. Lo cual, de entrada, no será posible, como otrora, porque el gobierno tiene su propia oposición que a no dudar empleará en lanzar sus candidatos disfrazados, que harán algún daño. A sumar los iluminados espontáneos, generalmente turulatos, que se sienten predestinados por alguna voz superior (la mamá, los marcianos, algún santo, los vecinos, su patética egolatría…). Estos coleados son inevitables en procesos tumultuarios, hasta en los bonches de ciertas dimensiones y, casi siempre, no siempre (los Fujimori, Castillo, Bukele…), son extraviados sin mayor importancia cuantitativa. Ojo con Ecarri, que le vendió el alma al diablo por un precio alto, lamentablemente.

Lo de María Corina es distinto: su tradición opositora sin tregua, a veces sorda y ciega, la avalan, aunque sea la inaguantable tía díscola de la familia. Y, además,  las cuestionadas  encuestas –algo hay que hacer al respecto, usar tapabocas por ahora– le dan un airoso lugar, a veces el primero, cuando no está Lorencito que ya aburre.  Su valor y su constancia, que también son ciertos, vale la pena ganárselos, claro, sin ceder a su negacionismo sistemático.

De manera que si es verdad que al venezolano mayoritario lo entusiasma votar y ya ha llegado a un punto de saturación por los castigos y humillaciones que sufre desde hace un cuarto de siglo, como parece mostrarlo la cólera y la movilización por el sueldo mínimo, quién quita que hagamos el milagro, José  Gregorio ayudando. Si lo hicieron los chilenos con la bestia de Pinochet y sus militares subordinados hay alguna probabilidad que lo hagamos nosotros con Maduro y nuestras rapaces fuerzas armadas criollas. En todo caso a falta de mejor traje para hacer fiesta vale la pena ensayar con este aunque esté algo raído. Encontrar no el único, pero sí el mejor.

 

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