Las terroguerras - Alicia Freilich

Las terroguerras – Alicia Freilich

Publicado en: El Nacional

Por: Alicia Freilich

Herodoto, fundador de la Historiografía, documentó los diez años de Las Guerras Médicas entre los imperios persa y griego descubriendo que guerrear es “Padre de todas las cosas”. León Tolstoi narró en su novela Guerra y paz (1867) hechos bélicos de las guerras napoleónicas que incidieron en Rusia y Europa central. Son referencias para fijar el  concepto de “Guerra  Institucional” regida por la autoridad de turno, incluso sin consultar a su pueblo. Normas que al evolucionar por siglos incluyen civilizadas leyes garantes de legítima defensa para sus víctimas  si los insurrectos violan el derecho humano a existir en paz.

La  guerra oficializada vigente –sea  religiosa, dinástica, fría,  dictatorial,   revolucionaria– responde a varios motivos: impulso, ritual, arte, negocio y deporte hasta consagrarse como lujo  empresarial –da igual si es abierto, clandestino y en fusión– ahora desde el tráfico internacional de armamentos hoy atómicos, asociados o no al de mortíferas drogas y saqueadas minerías, desde cualquier régimen capitalista, comunista o  socialista. Es la madre-guerra mercantil de todas las batallas nacionales “civilizadas”, numerosas durante los siglos XIX y XX. De rutina son noticia divulgada en sistemas con libertad de expresión. Nada nuevo ni oculto.

Pero al unísono renacen y crecen antiguas legiones subversivas en nombre de sus dioses ancestrales, al modo de las doctrinarias Guerras Santas supervisadas en la Edad Media por el Vaticano y la Inquisición. Reviven calientes en moderna labor islámica radical para rescatar lugares que consideran profanados por  enemigos –credos y cultos no proselitistas, judaísmo, hinduísmo, entre otros–. Sanguinaria en múltiples versiones guerrilleras se autocalifican de patrióticos modelos. Es la terroguerra con su doctrina invasiva también de laico, pero sagrado mandato, infiltrada por décadas desde Cuba en la castrochavista Latinoamérica –Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y  Nicaragua por ahora–. Se  incrustó con millones de inmigradas masas  musulmanas en Europa, donde a su manera promueven  el sistema teocentrista –su trono en Irán– con o sin la presencia visible de rituales religiosos y manipula con acciones separatistas a  gobiernos demócratas  presidencialistas y parlamentarios  –léase el Partido Socialista Obrero Español–. Son el factor medular –a izquierdas  y derechas– que destruye  de facto las distintas constituciones civilistas para fomentar la decadencia progresiva de las democracias. Mediante oratoria independentista ataca los tres poderes democráticos para retornar a políticas y costumbres medievales.

Se confirma cada día con mayor certeza que la masacre del 7 de octubre fue programada por la teocracia iraní a través de sus mantenidos asesinos de Hamás calculando a todo riesgo las reacciones que a su favor forjaría su salvaje acción, pues conocen a fondo las respuestas israelíes en sus triunfos militares defensivos anteriores. Difícil encontrar un soldado iraní en esas operaciones macabras, pero en todas radica la orden sacerdotal “coraní”.

En efecto, la respuesta es dura y fatalmente  ofensiva esta vez, pues no se trata de otra  guerra “normal”, de las convencionales . Su matanza y secuestro de 1.200 civiles desarmados en un kibutz y un concierto por la paz es un método habitual para ellos mismos al utilizar escudos humanos palestinos dirigidos desde su Gaza subterránea para ejecutar  su confesa meta de exterminar a Israel y fundar su Califato desde el río Jordán hasta el mar. Hamás es el verdadero enemigo del victimizado  pueblo palestino que necesita su Estado junto al israelí, solución rechazada por extremistas de ambas falanges nacionales en pugna durante más de setenta años. La reacción del atacado genera repudio y el descrédito de la nación judía como democracia única del Oriente Medio, en plena crisis ante su poder parlamentario actual donde   predomina el sector ultrarreligioso que busca debilitar o dominar al autónomo poder judicial.

Así, al mismo tiempo, las terromilicias de presencia en todos los continentes resucitan el activo antijudaísmo hasta en sectores  universitarios de Estados Unidos donde se discute si los israelíes merecen un genocidio, tradicional quema del eterno chivo expiatorio, un tanto bajo control desde el Holocausto. Por eso Israel debe accionar  hasta culminar el trabajo sucio que pueda eliminar a gran parte de la numerosa secta Hamás, un ejército bien  equipado porque las ayudas multimillonarias de Qatar durante dos décadas para edificar una Gaza  productiva fueron utilizadas en su plan precisamente genocida. Hamás es una ramificación del Yihad y Hezbolá, esparcidos  por el extenso mapa del Medio Oriente. Cada vez, según el  calendario lunar, por  5.784 años el judío en diáspora y nación, debe justificar su difícil existir de continua  sobrevivencia y en modo casi solitario.

Las provocaciones  terroristas de esta semana en Irak y Siria contra  puestos militares estadounidenses no son escaramuzas,  cualquier error o pretexto convierte a esta terroguerra local de noventa días en una temible conflagración  regional –Yemen, Líbano, Siria– de diseño siempre imperial iraní tras bastidores.

Billones de palabras, lamentaciones, tratados y juicios morales lanzan organismos  mundiales inoperantes. El Primer y el Segundo Mundo  mirando para otro lado lamentan con frases trilladas, pero sin condenar  la invasión de Ucrania por Vladimir Putin y muda contra las atrocidades  del terrorismo Islámico. En sus reclamos desde la ONU, el subdesarrollado Tercer Mundo, con pocas excepciones, nunca hace un llamado directo a Hamás para que renuncie a su objetivo  criminal.

En su estilo neosovietista, el narcoterrorismo venezolano que fabrica votaciones sin elecciones desde un poder militarista totalitario, practica juegos de guerra para silenciar, someter o deshacerse de su población hambreada que huye apátrida en busca de sobrevivencia hacia Estados Unidos, la odiada sede del “gringo maluco”, según el criterio gubernamental revolucionario. Así, cuando los llamados  organismos de seguridad estatal, cubiertos con caretas y armados como  para una guerra mundial, detienen, encarcelan y desaparecen a disidentes, ejecutan su terroguerra para atemorizar, neutralizar, paralizar de pánico, eliminar al opositor. Y en el amoral entretanto esa   misma revolución encarcela sin parar a estadounidenses, mercancía  para un canje liberador de su patriotera narcodelincuencia. Y el   estadounidense liberal o conservador, necesitado de urgente petróleo cercano y barato  accede aplicando su compromiso histórico que le permite recuperar a sus ciudadanos. Es la global, inmunda real politik.

En conclusión parcial, esta Terroguerra de código y tropas ya convertidas en ejércitos regulares, dirige, manda, condiciona, pudre a  vastos territorios y no precisamente en Dinamarca. Porque la mentalidad terrorista se incrusta en ideologías, credos, partidos políticos y toda agrupación que vestida de seda, en uniforme militar o túnica  ceremonial, aparta, rechaza y elimina al otro que no comparte su odio discriminador. Al contrario, libertad es respeto a la intimidad religiosa, sexual, emocional, intelectual de cada quien puertas adentro.

La convivencia civilizada es un derecho violado. Desde siempre, pero ahora  con más fuerza y sin vergüenza ni arrepentimientos,  la terroguerra  se empodera  planetariamente. Es el precio fijo de la hipócrita paz verbal. Y sin duda, la mejor inversión financiera en este primer cuarto de siglo.

Estos días la deshumanizada humanidad celebra fiestas invocando paz y amor, vale recordar la eterna fórmula  defensiva del sabio rabino Hilel, maestro predilecto de cuando Jesús de Nazareth  estudiaba  en su sinagoga: “Si no haces por ti, ¿quién lo hará?; si solo te dedicas a ti, ¿qué eres? y si no lo haces ahora ¿cuándo?”.

 

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