Lo que hacemos con el sexo

Por: Sergio Dahbar

  Cada tanto tiempo una bomba sexual estalla en el mundo anglosajón y su onda expansiva alcanza los confines del planeta.

La más reciente, hija dilecta de una época, de una crisis y de muchas incertidumbres, se llama Cincuenta sombras de Grey, de la escritora británica E. L. James. Ya se la conoce como «la trilogía erótica más esperada», tres novelas que ­alegan­ tienen el poder de arreglar matrimonios aburridos.

Habrá que ver.

«La Sumisa obedecerá inmediatamente todas las instrucciones del Amo (…). La Sumisa aceptará toda la actividad sexual que el Amo considere oportuna y placentera, excepto las actividades contempladas en los límites infranqueables…».

Así reza el contrato que Grey le propone a su empleada, Anastasia/Ana Steele. Este es el arreglo de obediencia que echa a andar el más reciente fenómeno editorial del año y el que sin duda será el libro más exitoso de julio y agosto en las librerías de casi todos los idiomas. Cincuenta sombras de Grey (Grijalbo) se ha convertido en un devastador título erótico que ha vendido más 20 millones de ejemplares hasta la fecha. Venezuela no es ajena a semejante pasión por estas relaciones marcadas por el sadomasoquismo.

Sigamos con el acuerdo. «El propósito fundamental de este contrato es permitir que la Sumisa explore su sensualidad y sus límites de forma segura, con el debido respeto y miramiento por sus necesidades, sus límites y su bienestar». No se puede decir que la formalidad se cumple a cabalidad en una relación honorable.

¿Y quién ha escrito este fenómeno? E. L. James, madre británica, 48 años. James se encuentra felizmente casada con un guionista de televisión, y es una mujer que ha desempeñado cargos ejecutivos en la televisión y la publicidad de Inglaterra.

Como suele suceder en estas ocasiones ­lo que siempre le conviene a la leyenda posterior­, el manuscrito fue rechazado varias veces por editoriales británicas.

Una pequeña casa de Nueva Gales del Sur (Australia) se arriesgó casi al tiempo que la autora, defraudada de tanta indiferencia, comenzaba a difundir la versión digital.

Lo curioso es que no hizo falta invertir en promoción. La chispa se encendió en diferentes clubes de lectura: mujeres australianas buscaban un nuevo libro para leer. Como casi siempre ocurre, no se ponían de acuerdo entre los largos y los cortos, los complejos y los divertidos, y alguien sacó del bolso Cincuenta sombras de Grey. El flechazo se produjo de inmediato. No hizo falta nada más que un buen rumor bien diseminado.

«A las mujeres les gustan las fantasías sexuales porque la parte más erótica de su cuerpo está dentro de su cabeza. Y les gusta leer novelas románticas con sexo, porque las aleja de su vida rutinaria. De hecho, he recibido muchos correos de lectoras que me dan las gracias porque, después de leerla, han notado cómo su vida sexual con su pareja se ha reactivado. Así es que puede ser que sí esté contribuyendo a levantar un poco el ánimo en momentos difíciles como los que estamos viviendo», ha confesado E. L. James.

«El amo acepta el control, el dominio y la disciplina de la Sumisa durante la vigencia del contrato.

El Amo puede usar el cuerpo de la Sumisa en cualquier momento (…) de la manera que considere oportuno, en el sexo o en cualquier otro ámbito».

El Amo se llama Christian Grey, joven de 27 años de edad, «absurdamente guapo y ridículamente rico», en palabras creativas de la autora. Todo en él es dominio y sumisión. Anastasia tiene 21 años, es virgen y como debe suponer uno se enamora locamente de Grey. Es inexperta y algo aburrida, así que el estilo de vida de este Amo del Universo la seduce locamente. No podía faltar el complejo redentor: Anastasia piensa que su amor conseguirá que él se libere de las sombras de su pasado que le atormentan. Hay que reconocer que se trata de una historia muy tierna.

Erotismo y sumisión, ahí está el detalle. «He leído siempre novelas románticas con escenas de sexo y me gustan, pero este mundo de la dominación y el sado me pareció fascinante. (…) Creo que destapé algo, porque a todas nos gusta tener fantasías, aunque se quede sólo en papel».

Más claridad, imposible. Las norteamericanas, tan afectas a la doble moral, leen Cincuenta sombras de Grey en iPad o e-readers para que nadie se entere de lo que condena sus pensamientos al infierno. Si nadie las ve, de repente la culpa les hace cosquillas.

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