Por: Soledad Morillo Belloso
Lo más importante en el asunto de escribir y hablar es lo que cualquiera puede entender como básico. Es decir, es comunicación. Eso significa que hay un «emisor» que quiere enviarle un «mensaje» a través de un «medio» a un «receptor».
Seguramente, el vocabulario de Rafael Arráiz Lucca es sin exageración alguna al menos la mitad del diccionario de la RAE. Rafael es extremadamente culto, leído y versado. Sin embargo, sus ensayos, versos, artículos y un largo etcétera están escritos para que el ciudadano de a pie los pueda leer y entender. Sus «podcast» son una maravilla y hoy se ha convertido en el más delicioso cronista y narrador de los temas más variados. El entiende que no se trata de impresionar a sus lectores, oyentes y televidentes. Que no hace falta y es, por cierto, contraproducente usar un lenguaje barroco, enrevesado y cursi.
Henry Ramos Allup sabe mucho. Se ha devorado toneladas de libros y ha escrito unos cuantos que son referencia. Escribe con sencillez. Y cuando toma el micrófono, ya sea en el Hemiciclo en la Asamblea Nacional o en una rueda de prensa, o un acto en una vecindad, habla en castellano, con sujeto, verbo y predicado, sin jamás recurrir a la ridiculez de las frases almibaradas o la catarata de citas célebres.
Julio Borges se ha pasado la vida entera tragándose libros, incluidos los más complejos y densos textos de filosofía. Pero es perfectamente capaz de explicarle a cualquiera, doctos o no, en qué consiste un concepto tan complejo como la justicia.
Gerardo Blyde es un experto en constitucionalismo. Y, además, por estudio y ejercicio, sabe muchísimo de política. Y de nada le serviría toda esa montaña de conocimientos si no fuera capaz, como lo es, de traducir esa sapiencia en un lenguaje que le sirva a la gente.
Delsa Solórzano es probablemente la persona que en Venezuela sabe más del complicadísimo tema de los Derechos Humanos. Tiene muchos años de estudio y ejercicio. Empero, cuando habla en cualquier parte todo el mundo le entiende. Ella no quiere lucirse.
Julio Castro tiene no sé cuántos postgrados. El tipo es «el papá de los helados» en su área. En la infinita cantidad de declaraciones y entrevistas explica con claridad lo que pasa con el Coronavirus. Y todos, los que saben del tema y los que no, entendemos.
Susana Rafalli es sin lugar a dudas una experta de clase mundial. Sabe de nutrición todo lo que es posible saber. Y lo explica en «cristiano».
Lo mismo puedo decir de Luis Pedro España, quien, además de ser una enciclopedia en materia de desarrollo social, es un maravilloso comunicador.
La lista de expertos venezolanos que entienden la importancia de la simplificación del proceso «emisor-mensaje-medio-receptor» es, por fortuna, larga y nutrida.
Amigo, el que habla o escribe enrevesado busca su aplauso, procura su veneración. No quiere que usted le entienda o aprenda. Quiere impresionarlo. Cada vez que escucho o leo a los de lenguaje churrigueresco, bueno, me acuerdo de aquella comiquita: «¿Qué dijo, Harry, qué dijo?». En fin…
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