Que Dios ilumine a Milei, pero debe ayudar - Trino Márquez

Que Dios ilumine a Milei, pero debe ayudar – Trino Márquez

Publicado en: Polítika UCAB

Por: Trino Márquez

El discurso del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos había generado una gran expectativa, no solo entre los asistentes al encuentro, sino también entre quienes siguen el curso de la economía y la sociedad argentina. Se pensaba que el mandatario recién estrenado, que triunfó con un lenguaje, un estilo y unas propuestas de cambio rupturistas, expondría su programa de gobierno y hablaría de los mecanismos para concretarlo, en un ambiente tan cargado como el de Argentina, donde el estatismo y el populismo han predominado durante décadas.

Se esperaba que hablara Milei acerca de las desigualdades sociales provocadas por el intervencionismo peronista, y cómo la enorme pobreza y las brechas sociales comenzarían a cerrarse, a partir del giro hacia la construcción de un Estado más reducido y eficaz y una economía más eficiente, apalancada en la iniciativa particular, el aporte de los sindicatos y los trabajadores, el resguardo de la propiedad privada y la defensa del Estado de derecho. Se suponía que hablaría como presidente de la República y estadista. Como un mandatario que buscaba atraer a su país a los inversionistas extranjeros presentes en Davos y a quienes leerían sus palabras. Que trataría de cautivarlos por la claridad y precisión de su programa de gobierno. Pero, no ocurrió así.

Milei no estuvo a la altura de ese reto. Confundió el auditorio. Parecía estar inaugurando un curso de economía de mercado en una universidad liberal, cuya misión consiste en enfrentar al socialismo. Habló como un profeta liberal, no como un estadista obligado a exponer ideas renovadoras y a decir cómo transformar los sueños en realidad. Además de este desaguisado, ya suficientemente grave, se dedicó a ver fantasmas por todos lados y a pelear con cuanto eventual aliado pudiese apoyar su programa.

Declaró que el socialismo es el enemigo más peligroso en el planeta porque causa miseria y destrucción. Esta visión pudo haber sido cierto durante la Guerra Fría, cuando el comunismo era el antagonista del capitalismo. Pero luego de la destrucción del Muro de Berlín, del colapso de la Unión Soviética y sus satélites de Europa del Este, salvo excepciones como las de Eritrea y Corea del Norte, ninguna élite política está planteándose socializar los medios de producción y construir economías colectivistas. Hasta en Venezuela, luego del fracaso del socialismo del siglo XXI, el régimen de Maduro viene de retroceso. Ese proyecto quedó archivado.

El verdadero enemigo de la humanidad no es el socialismo, como dice Milei, sino el autoritarismo, cada vez más desembozado hasta en sociedades que han disfrutado del sistema democrático durante largo tiempo. Uno de los casos más alarmantes es la India, donde Narendra Modi está imponiendo un rígido esquema represivo que ha ido acabando con el modelo democrático en la nación más poblada de la Tierra. En Estados Unidos, de las democracias más sólidas y antiguas del planeta, numerosos analistas, con razón, temen el hundimiento del Estado constitucional si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca. El peligro de Putin, Xi-Jinping, Erdogan o la teocracia iraní, no reside en que sean socialistas, sino en que sienten un desprecio olímpico por las elecciones libres, la alternancia en el poder, la libertad de expresión, el Poder Judicial independiente y por todas las demás instituciones integrantes del Estado de derecho. Milei ni siquiera rozó estos temas en su primera gran intervención pública internacional, a pesar de que se trataba de un foro mundial.

Milei atacó sin ninguna necesidad, ni viniera a cuento, a las feministas, a los ecologistas (porque no cree en el cambio climático), a los socialdemócratas y socialcristianos. Todos potenciales socios de sus aspiraciones transformadoras. Actuando de ese modo es imposible atraer aliados y reunir una masa crítica que impulse los cambios tan profundos que Argentina requiere.

Me encuentro entre quienes consideran que el libre mercado crea las condiciones más propicias para generar riqueza y superar la miseria de nuestras sociedades. El capitalismo, en efecto, a partir de la Revolución Industrial, como Milei señaló, ha creado mucho más bienestar y elevado la calidad de vida de la gente hasta fronteras que antes eran impensables. Con el libre mercado los agentes productivos alcanzan su mayor grado de eficiencia y productividad. La experiencia histórica ha demostrado que el intervencionismo y el estatismo exagerado vuelven a las naciones improductivas e ineficaces. La China maoísta, la Unión Soviética y la propia Argentina peronista, entre muchos otros casos, lo demuestran con suficiente claridad.

Milei debe convencerse de que todo proyecto que pretenda romper con el pasado y abrir nuevos caminos, debe tomar en cuenta que los cambios los realizan grupos humanos con intereses distintos y, muchas veces, contradictorios. Si un líder democrático pretende impulsar reformas, debe asumir que la agrupación de voluntades en torno de objetivos compartidos, la búsqueda de aliados y el aislamiento de los adversarios, resulta una operación llena de sutilezas y guiños, incluso con quienes no comulgan totalmente con sus ideas.

Espero que, por el bien de Argentina, de los liberales y de América Latina, Dios ilumine a Milei. Pero, el hombre debe ayudar.

 

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