Ismael Pérez Vigil

Un pacto sobre el Coronavirus – Ismael Pérez Vigil

Publicado en: Blog personal

Por: Ismael Pérez Vigil

Hay temas que, por su complejidad, dificultades, lo delicado y sensible políticamente hablando, uno preferiría dejar de lado, como lo es este de un pacto o acuerdo entre el régimen y la oposición, representada por la Asamblea Nacional, para enfrentar el coronavirus; pero no es posible dejarlo de lado, a conciencia de que no despierta muchas simpatías.

Aclaro desde un comienzo que comparto la necesidad de este acuerdo. Lo considero indispensable y necesario para el país. Si países como Italia, España e Inglaterra necesitan de la ayuda internacional para superar esta epidemia, ¿Cómo no vamos a necesitar nosotros –dada la pésima condición sanitaria y económica en que vivimos– de cualquier esfuerzo que redunde en conseguir apoyo internacional? Mas aun, sí he dicho y puesto por escrito, varias veces, en mis artículos semanales, que no será posible salir de la situación política que nos agobia desde hace 20 años, sin un acuerdo y hasta una amnistía para los culpables de algunos delitos y fechorías que han llevado al país a la ruina, ¿Como no estar de acuerdo con un pacto que ayude a la sufrida población venezolana a mitigar y evitar los daños ocasionados por la pandemia del coronavirus?, y me refiero a un acuerdo con el chavismo/madurismo y sus apoyos militares, con estos, con los que nos están mal gobernando actualmente. No se trata de “perdonar” al gobierno o pasar por alto los desmanes cometidos, sino de un acuerdo para evitar mayores males al pueblo venezolano.

Además, sin ninguna duda, como bien dice la Red de Observadores Electorales: “…sin la actuación concertada de todos los sectores, comenzando por los políticos, no tendremos fuerza suficiente para enfrentar con éxito este colosal reto… todos los sectores, oficialismo y oposición por igual, deben adecuar su comportamiento a la grave situación de emergencia que tenemos ya encima, y establecer vías de colaboración para enfrentar con fuerza la amenaza… Solos no podemos. Requerimos de la ayuda de organismos internacionales y de países con disposición a hacerlo. Para ello es imprescindible concertar las gestiones del oficialismo y de la oposición para hacer posible alcanzar resultados satisfactorios.”  Dicho esto, entremos en el análisis pues este es un tema al que hay que limarle muchas asperezas.

Retóricas aparte, nadie en su sano juicio va a decir “No” a cualquier acuerdo que se denomine humanitario; pero me queda claro –por las opiniones vertidas que he escuchado y leído, por las salvedades y reservas expresadas, por las condiciones que se interponen, por los reclamos que se hacen–, que veo difícil que éste se pueda llevar a cabo. En la balanza está pesando más el plato de los resentimientos acumulados, los abusos y vejámenes cometidos, las cuentas por cobrar, la desconfianza acerca de la “buena” intención del régimen.

Tratando de explicarme a mí mismo lo que ocurre y poner argumentos sobre la mesa, que animen una reflexión, noto un primer elemento y es que, aunque se tenga la disposición anímica para un acuerdo y se crea también en la necesidad del mismo, muchas personas piensan que para iniciar cualquier discusión no se puede aceptar que se ponga por delante lo que consideran un chantaje: el de la “objetividad”, el de “la culpa es de todos”, el del “todos tenemos responsabilidades”, etc. Cierto, no todos tenemos las mismas “culpas” y responsabilidades en lo ocurrido en el país durante estos 20 años. ¿Pero es el momento de ponerlas sobre la mesa o es el momento de hacer algún esfuerzo para tratar de salvar la vida de miles de venezolanos?

Estamos viendo en nuestras calles, sobre todo en los sectores más populares, que por más disposición que tenga la población en cumplir con la cuarentena, a un grandísimo porcentaje de ella, que vive del día a día, que no tiene capacidad de acumulación o de ahorro, se le hace muy difícil no salir a la calle a tratar de obtener algún ingreso que le permita llevar la comida a su mesa. Esa es la población del país que debemos tomar en cuenta, que se debe auxiliar, porque es la más vulnerable a cualquier pandemia, máxime en un país de las pésimas condiciones sanitarias como el nuestro. Sí el virus entra en Venezuela con la fuerza con la que ha entrado en otros países, aquí no quedara títere con cabeza, y disculpen lo drástico de la frase.

Sí, hay muchas razones para desconfiar y pensar que el régimen no nos habla con la verdad y no se nos dice cuál es la real situación de la epidemia, con cifras “duras” y demostrables, pues sabemos que es absurdo tan solo pensar que en todos los países la afectación del virus crece exponencialmente y aquí crece linealmente, sobre todo si simultáneamente se cierran las fronteras del país, se declara la cuarentena y se sacan a los cuerpos represivos del estado –FAES, DGCIM, GNB, PNB– a la calle, a tomar zonas del país para forzar la cuarentena, a tomar bombas de gasolina y a llevarse presos a médicos y periodistas que reclaman, informan o denuncian. No es coherente esa “normalidad” o “situación contenida” de que se nos habla, pero deseamos que así sea, que los casos sean pocos, que la situación está “contenida”, porque pensar lo contrario es pensar en una situación de gran peligro y sufrimiento para nuestro pueblo.

Es cierto que la voluntad inicial para un acuerdo debe partir del gobierno, que es quien, con la fuerza física y los medios del estado a su disposición, controla el país; pero también es cierto que la oposición debe hacer un esfuerzo por posponer algunos de sus objetivos. No se trata de agachar la cabeza, ni de olvidar o negar quien es el único responsable de la crisis económica y financiera, del desastre hospitalario, de la destrucción de la industria petrolera y la falta de gasolina, de la ruina de la industria y otros males que bien conocemos; de lo que se trata es de posponer, para otro momento, todos esos justos reclamos y asignación de responsabilidades.

Si creemos en la necesidad de un acuerdo, para frenar otra desgracia que se sume a las que ya tiene el país, sería tonto pedir al gobierno que, por escrito en un acuerdo, reconozca todo eso; bien sabemos que es probable que lo único que le interesa al gobierno y a sus funcionarios es salvar el pescuezo y que suena a ganar tiempo, a querer aprovechar la coyuntura para fortalecerse. Pero es políticamente más sustantivo y poderoso que la oposición sepa dejar de lado momentáneamente –como hemos dicho– algunas justas reivindicaciones y el pueblo, en su momento, sabrá agradecer esa decisión.

Sería interminable enumerar las condiciones que se pueden poner al régimen para lograr un acuerdo que permita ayudar a la población a pasar con éxito por esta epidemia, que la situación a la que han llevado al país la hace muy difícil; pero, es el momento para la oposición de tomar decisiones, que como siempre ha hecho, buscan favorecer al pueblo venezolano para superar esta situación, que nos vuelva más fuertes para afrontar la tarea de rescatar al país de la crisis política en el que está sumido.

Aunque por el momento no se nota, de parte del régimen, una intención seria de negociar de una forma distinta a las oportunidades anteriores, que han sido un fracaso y una vez más se ve que el gobierno quiere un acuerdo para que le levanten sanciones, que le den recursos, pero sin arriesgar nada y que así va a ser muy difícil avanzar en esa dirección; pero aun cuando sea difícil, la oposición debe continuar el esfuerzo y que en todo caso sea la intransigencia y sectarismo del régimen el que frustre un acuerdo que busque ayudar al pueblo a superar esta epidemia.

Por si fuera poco lo señalado y que connotadas figuras venezolanas estén poniendo objeciones y condiciones a un posible acuerdo, ahora el Departamento de Justicia de los EEUU le acaba de poner una piedra de molino en el cuello, al declarar como terrorista al gobierno venezolano y poner precio a la cabeza de algunos de sus líderes. No obstante que eso hace aún más difíciles las cosas, el esfuerzo no debe cesar, al menos no por parte de la oposición, pues la amenaza de esta pandemia se hace cada día más inminente y hace crecer la incertidumbre y vulnerabilidad.

 

 

 

 

Lea también: «El Debate Electoral«, de Ismael Pérez Vigil

 

 

 

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