¿Vamos a hacer lo que manda la dictadura? - Elías Pino Iturrieta

¿Vamos a hacer lo que manda la dictadura? – Elías Pino Iturrieta

«A los  promotores del remiendo, a los entusiastas del cambio de la A por la Z no les importa que el plan  provenga del seno de una dictadura, o tal vez, sientan que las dictaduras de pronto se encariñan con la idea de congeniar con los opositores tras el cometido de una elección que cumpla las reglas de la  democracia»

Publicado en: La Gran Aldea

Por: Elías Pino Iturrieta

Cuando Páez quiso prolongar su mandato con el regreso a la casa de gobierno, o al escoger la candidatura presidencial de uno de sus  allegados, amplios sectores se declararon en oposición y fomentaron una nominación distinta a través de una campaña de prensa que involucró a diversos ámbitos de la sociedad. La dictadura de José Tadeo Monagas provocó la creación de clubes de opinión cada vez más atrevidos, llamados fusionistas, que pretendían la restauración de la república hollada por las agallas de dos hermanos negados a soltar el coroto. Para evitar que el brujo predilecto de Crespo fuera rector de la más alta casa de estudios, un centenar de jóvenes caraqueños distribuyó panfletos en las calles para que no ocurriera  un flagrante agravio del recinto universitario. Más tarde, los mismos  discípulos de la UCV, indignados por la atmósfera de adulación fomentada por Guzmán, llevaron a cabo una fiesta de burla, supuestamente cultural, que hizo las delicias de los caraqueños. En las tenidas ateneístas que sucedieron en la época de Gómez y de Pérez Jiménez, más abundaron  las críticas y los planes subterráneos que los poemas y los discursos de orden. Y así sucesivamente.

Se refieren aquí manifestaciones cívicas que no llamaron a la insurrección, ni al derramamiento de sangre, para que ninguno de los fiscales de la actual dictadura levante una acusación por intento subversivo, o por instigación al odio, como viene sucediendo últimamente con manifestaciones refractarias que cada vez se consideran más ofensivas y letales por la inseguridad  cada vez más patente de los círculos del poder.  Pero, en especial, para pasar revista somera e incompleta a las reacciones que la sociedad ha tenido a través del tiempo sin que nadie las haya visto con extrañeza, o como cosa inusual. Desde luego que no tiene propósitos eruditos su referencia, sino, sobre todo, la intención de una crítica de los políticos, analistas, escribidores, influyentes de las redes sociales y espontáneos en las artes de la opinión pública que manifiestan su preocupación y su asombro porque la mayoría de los líderes de la oposición se niega a aceptar el  propósito de Maduro de mantener la inhabilitación de María Corina Machado como candidata presidencial de la oposición.

Los promotores de la idea de un acuerdo mediante el cual se cambie la candidatura de la señora Machado por otra que sea bendecida por el régimen fundamenta su idea en un asunto práctico. Basta con hacer una mudanza de persona que no implica la modificación de los cometidos de rechazo a la dictadura expresados en la elección primaria, para que los planes originalmente trazados continúen sin interferencias. Una mudanza  de candidatura es apenas la superación de una traba sencilla, el cumplimiento de un trámite simple a que solo pueden oponerse los intolerantes que habitualmente buscan la quinta pata del gato. Maduro y sus acólitos apenas se aferran a un detalle, a un pormenor sin trascendencia como es el cambio de fulana por fulano, y colorín colorado. Así, centavos más, centavos menos, es la cuenta sacada por los amigos del remiendo que parecen dispuestos a cantar en el coro de una bienvenida facilidad, de un maquillaje que solo se ocupará de la piel sin meterse con el interior del cuerpo.

A los  promotores del remiendo, a los entusiastas del cambio de la A por la Z no les importa que el plan provenga del seno de una dictadura, o tal vez, sientan que las dictaduras de pronto se encariñan con la idea de congeniar con los opositores tras el cometido de una elección que cumpla las reglas de la  democracia. O, mucho más digno de atención, que están ante un desenlace práctico que puede evitar muchos quebraderos de cabeza. En esto último nadie les puede quitar la razón: se alejarían malestares como la desaparición definitiva de la libertad, el tormento del cuerpo, el derramamiento de sangre y la pérdida de la vida. Sin contar descalabros principistas, desde luego, pero semejante bobería no le quita el sueño a los recientes  campeones de la praxis política. Para ellos, el inicio de una supuesta sociedad de bienestar depende de hacerse los pendejos con la respuesta colectiva más importante de los últimos años frente al desastre del régimen de Maduro, gracias a la cual se concretó una candidatura presidencial  de origen popular y de una contundencia como pocas veces se ha visto en la historia contemporánea de Venezuela. Lo más parecido a la candidatura de Rómulo Gallegos, aunque parezca exagerado y sobre lo cual puedo debatir con los remendadores de papeletas electorales.

Y todo esto sin que el escrito que ya termina aterrice en lo esencial del documento de la dictadura contra la nominación de María Corina Machado, basado en patrañas indiscutibles y en subterfugios legales que claman al cielo. Pese a lo grotesco de la reacción del régimen, a que todo lo que señala sobre el punto es absolutamente lampiño, hay personas que lo reducen a que nos reunamos mañana para estrenar nuevo abanderado. Caramba, hay de por medio una historia que se debe respetar, por lo menos, una tradición de coraje cívico.

 

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