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¿Por qué votaré por Capriles?

Por: Fabricio Ojeda Díaz

  Las razones de por qué mi voto será para @hcapriles: Esto lo tenía atragantado desde hace tiempo, y lo más honesto y saludable, supongo, es decirlo. Que me disculpen los que piensan distinto, amigos y parientes, y quienes opinan que por ser hijo de quien soy, tengo “ajuro” que ser chavista.
¿Que los adecos mataron a mi padre? Es cierto, pero eso ocurrió hace 46 años, en una convulsionada etapa histórica en la que el gobierno apeló a la violación de los derechos humanos como estrategia de “defensa” de una incipiente democracia que ellos mismos pervirtieron. Fue un asesinato cometido por hombres específicos, con nombres y apellidos, quienes fallecieron o ya son ancianos, cuyos hijos y nietos no tienen por qué heredar la culpa de sus actos. Agradezco la iniciativa de reabrir el caso, tomada por las actuales autoridades. Valoro ese gesto no por resentimiento, odio ni deseos de venganza, sino porque puede servir para rebatir la tesis oficial del suicidio y recuperar, si no su vida, al menos la dignidad del sacrificio de mi padre. Yo, por mi parte, los perdono. La justicia divina se encargará de pasar facturas. Y si la justicia terrenal actúa y queda aún a alguien a quién sancionar, al menos moralmente, que se le castigue con todas las garantías, pero los venezolanos debemos asumir el futuro. No podemos pasar toda la vida enfrentándonos por lo que sucedió en los años 60. Si alguna enseñanza nos debe quedar de estas últimas cinco décadas y media, es que ningún país avanza si una mitad busca dominar a la otra, si cada quien anda por su lado despotricando o persiguiendo al adversario, apostando sólo a intereses particulares o colectivos sectarios. La única manera de progresar es trabajando todos, sin distinciones, egoísmos, mesías o caudillos, sin imposiciones, dejando de lado los antagonismos políticos para construir como hermanos una Venezuela mejor.
Respeto la posición de cada quien, en especial de miembros de mi familia, y siempre defenderé su derecho a expresarla y actuar según sus principios y creencias. Para ellos, el cariño sigue siendo el mismo. Lo que aquí escribo es algo individual que no tiene por qué involucrarlos. No se trata de un “salto de talanquera”, pues jamás he creído conveniente que los militares, de derecha o izquierda, gobiernen, entre otras cosas porque su visión y formación cuartelaria los acostumbra a mandar u obedecer sin derecho a pataleo, y además, la historia enseña que por lo general se quieren quedar toda la vida en el poder.
Nadie me “calentó las orejas” (en este caso quedaría mejor decir “enfrió”) ni me pagó un céntimo. Prefiero subsistir con mi modesto trabajo, pero mantener la conciencia tranquila. Esto lo digo para adelantarme a las malas lenguas, y para quienes ven en el insulto y la descalificación una forma válida de ataque (impulsada por su máximo líder) contra quienes piensan diferente y tienen la osadía de expresarlo. Dicho esto, ahí van las razones de por qué yo, Fabricio Ojeda Díaz, votaré por Henrique Capriles y no por el teniente coronel Hugo Chávez:
En primer lugar, porque deseo elegir a una persona cuyo estado de salud no genere la incertidumbre de si podrá o no ocuparse de los asuntos concernientes al Estado. Alguien que no tenga una concepción militarista del poder ni militarizada de la sociedad, que no difunda un discurso de odio y confrontación, sino que por el contrario, promueva, respete y defienda el derecho a pensar diferente, como esencia de la democracia.
Quiero que se acaben las divisiones y enfrentamientos entre viejos amigos, entre hermanos, entre padres e hijos, entre parejas, entre venezolanos; que la violencia no esté a la vuelta de la esquina, y que de nuestro vocabulario se eliminen las palabras guerra, invasión y muerte.
Prefiero votar por un hombre de las nuevas generaciones, nacido en 1972 (seis años después de la muerte de mi padre), con ideas modernas, que no está contaminado con los vicios del pasado ni comprometido con los abusos y desviaciones que se cometieron durante la vieja democracia. Un hombre que en cada discurso llama a la inclusión, a la paz, a la hermandad, a la seguridad, a la inversión en un esquema de garantías jurídicas, a la unión de los sectores público y privado para lograr el desarrollo del país, con empleo digno, sin expropiaciones caprichosas, sin zozobra.
Un candidato que utiliza un lenguaje de respeto, de reconocimiento al adversario, que ha prometido mantener y mejorar los programas sociales ya existentes y crear otros, dentro de un clima de libertad de prensa y opinión, sin persecuciones, sin retaliación. Que siempre llama a la reconciliación de los venezolanos y promete utilizar nuestros recursos para solucionar los graves problemas que nos afectan, y no para financiar proyectos utópicos ni gobiernos y dictaduras extranjeras.
Un joven sencillo, sin poses, con un lenguaje claro, que ha dedicado su vida al estudio, al trabajo y la lucha política, en lugar de disfrutar de los privilegios inherentes al hecho casual de haber nacido -como Bolívar- en el seno de una familia pudiente.
Un venezolano que no se va a volver «loco con los reales» del tesoro público, pues ya lo ha demostrado en los cargos públicos que ha ejercido por mandato popular, como diputado, alcalde de Baruta y gobernador del estado Miranda.
En fin, un hombre que tendrá la responsabilidad de dirigir a Venezuela dentro de un esquema de no confrontación, de tolerancia y respeto hacia los ciudadanos, con servicios públicos eficientes, educación, seguridad, generación de empleo, en paz, pero con mano dura al delito y la corrupción. Eso es lo que necesitamos luego de una etapa traumática de la historia democrática que los venezolanos podemos concluir con los votos este 7 de octubre.

Fabricio Ojeda Díaz
Periodista

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