Por: Carlos Raúl Hernández
Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez quieren tapar la derrota con «el magnicidio» número 24
El gobierno se llevó en San Cristóbal y San Diego una escandalosa derrota y ahora Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez quieren taparla con «el magnicidio» número 24. Se confirma de nuevo el axioma: las elecciones son el elemento central para la lucha democrática. «¿Con ese CNEEE… ?, ha sido el grito de guerra de los que se las saben todas, los tío conejo, los vivos que no se chupan el dedo. Es el cogito ergo sum de los que trascendieron al pensar superior y descubrieron el arrime entre el colaboracionismo opositor y el gobierno. Pero luego del 25M tendrán que buscar otro eslogan menos cacológico. Hay suficientes razones para desconfiar del CNE: argucias, paralogismos, trampas a granel, y para creer que las rectoras son reencarnaciones de Circe. Pero Patricia Ceballos y Rosa Scarano, los tachirenses y los carabobeños, demuestran que donde ronca tigre no hay burro con reumatismo, frase que merece ser de Aristóteles, y bien calificada para sustituir la otra.
Cada uno carga su cruz, dijo el Maestro y todo el mundo tiene sus radicales, los duros. Quienes más presionaron la destitución dictatorial de los alcaldes fueron Cabello y Rodríguez en su papel de Vin Diesel y Stallone de la revolución (al parecer se suma una artística versión de la Mujer Maravilla). Maduro vacilaba y se curó en salud al advertir lo que pasaría, pero por su situación no tuvo fuerza para impedirlo, y no hay razones para dudar que le montaron un embeleco. Las acciones pasionales irreflexivas y tremebundas tienden a ser contraproducentes. Si pensaran un poco y sin tanta abominación por los demás, hubieran previsto y evitado la carambola ranverse y la derrota innecesaria. Ahora la necia telenovela del «golpe» sin militares presos, con el inaccesible fin de estimular la moral sus huestes decepcionadas.
Pussy Riots en campaña
Don Vito Corleone sentenció que no hay que odiar al adversario porque eso nubla la claridad para abatirlo, y la política es más ajedrez que bronca de esquina, sin que deje de haberla por razones estatutarias, dijo alguien. La vía a desarrollar es electoral, pero la perinola dialéctica que clava hacia adelante y hacia atrás con igual elegancia, pretende convencer algún cerebro menguado de que el triunfo se debió a las guarimbas. Eso podría marcar el final de las campañas electorales con afiches, pancartas y mensajes comunicacionales para sustituirlas por caucho quemado, basura, correteo en las calles y vecinos asfixiados. Ambulancias en vez de camiones de sonido. En tantas confusiones no sabemos, aunque nos explican, si la salida era en el fondo lo mismo que decía la MUD, pero en versión punk, tatuajes, pelo verde en cresta, piercing en la lengua, collares de perro y pantalones de cuero con chaleco.
Algo así como los valses vieneses de la MUD interpretados por Blondie, Bowie, Iggy Pop, Sex Pistols o las más de moda Pussy Riots. La revolución vejó, humilló con saña y se burló de la gente de esos dos municipios que se habían pronunciado en diciembre de manera abrumadora. Y tuvo la pueril ocurrencia de darles una cabilla electoral, mientras les propinaba la paliza. Ocurrió lo previsible. Las comunidades se defendieron. Pero esos resultados concretos no sirven para extraer la cómoda conclusión de que «somos mayoría» y lo que queda en adelante es simplemente hacerla valer, como un cheque de Bill Gates, ni para avalar el CNE. Las mayorías políticas no son intuiciones, ni premoniciones, ni formas puras del entendimiento que algunos saben que están ahí porque lo indica la razón o las encuestas.
Juego de tronos
Las mayorías son momentos políticos complejos que primero se construyen laboriosamente, solo existen cuando se cuantifican electoralmente. Y en 2015 el país tendrá que materializarla en la elección parlamentaria, lo que exige un despliegue intenso, profundo y extenso de inteligencia, organización y defensa del voto. Es doblemente complejo porque se lucha contra la maquinaria del Estado, sus recursos económicos en conjunto y una clara usurpación del Estado de Derecho que obliga a luchar por adecentar las condiciones electorales. Por contraste una muchachada de cuarentones, cincuentones y sesentones, cuestiona participar si «no hay condiciones de igualdad». Se oyó a muchos decir que concurrir en San Cristóbal y San Diego «legitimaba al régimen». ¿Se deslegitimaba si se le regalaban los municipios al chavismo?
Hasta hay una utopía arcaica que defiende el voto manual, como si los fraudes electorales se inventaron con las máquinas de votación. Quien solo vote en unas elecciones impolutas, por su salud mental es bueno que se mude a Suecia, Noruega o Dinamarca, y nunca a Florida, porque ahí se las ganaron a Al Gore con votos y algo más. Juana la Loca y su marido Felipe el Hermoso se amaron locamente desde que se vieron, tanto que su muerte a ella le nubló la razón. Dicen los mentirosos que se sentaba al lado del cadáver en una mecedora y le contaba los problemas del día en íntimas cuitas hasta la madrugada. La democracia y la libertad tienen viento de cola, porque la ineptitud de gobierno lo colapsará. Y si eso ocurriera habría que levantar a Maduro y sus acólitos de la tumba y hacerlos recibir su derrota democrática, no dejarlos que se salgan de la suerte para regresar como Drácula.
@CarlosRaulHer