Hagamos un acuerdo – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

No me refiero a un acuerdo político entre el oficialismo y lamk9HMijk_400x400 oposición. Visto está que, en este nuevo escenario de autocracia judicial, la concordia entre rojitos y demócratas es francamente más difícil que subir un corozo de rabo. Tampoco me refiero a un acuerdo entre gobernadores de adversos signos políticos. Por muy disparatado que suene, para los gobernadores y los alcaldes carmesí más importante es la opinión que de ellos tengan en «palacio» que la que puedan tener los ciudadanos que en definitiva son los electores. Es un disparate, una incoherencia, pero es así. Será porque esos gobernadores, incluso en año electoral, piensan que los votos se deciden en «palacio» y no en las calles donde se está pasando el trabajo hereje y las carencias y calamidades son lo único en abundancia.
Pero los ciudadanos podemos llegar a un punto de mínima conciliación. Es decir, llegar a un acuerdo civilizado, con independencia de la barbarie y el salvajismo que se nos impone desde «palacio».  Podemos, por ejemplo, recuperar los buenos modales. Dar los buenos días y las buenas tardes. Dejar el paso o el asiento a los ancianos. Espantarnos cuando vemos a un indigente comiendo de la basura. Horrorizarnos ante los terribles actos que ocurren como la masacre en Tumeremo. Rechazar socialmente a quienes sabemos están involucrados en actos de corrupción. Respetar las mínimas normas de convivencia, esas que nos indican que no se bota desperdicios al suelo y la gente no se saca los restos de comida de los dientes en público y menos frente a las cámaras de TV, como recién vimos a un diputado rojito hacer en nada menos que una sesión del Parlasur, para vergüenza ajena de todos los venezolanos.
También podemos acordar que la solidaridad es ya cuestión de vida o muerte. Que o nos ayudamos entre todos, o nos reventamos todos porque, con la excepción de los enchufados y otras nauseabundas especies de corruptos, la hora de las malas llegó para todos. Podemos acordar que hay que prestarle atención a las notas de ciudadanos que ruegan ayuda para conseguir medicinas. Un gobierno responsable no hubiera permitido que llegáramos a este «estado de desgracia» al que hemos arribado. Pero si de algo estamos ya más que seguros es de la irresponsabilidad social que caracteriza a este modelito de gobierno.
Hagamos un acuerdo. Una suerte de pacto de no agresión entre los ciudadanos de a pie, que nos permita sobrevivir a esta crisis que devino en caos y va camino al colapso. No compremos llamado alguno a la violencia verbal o física. No aceptemos que algunos mequetrefes de oficio quieran convertirnos en fieras. Respetémonos. «El respeto al derecho ajeno es la paz». ¿Le suena esa frase? Es de Benito Juárez, mexicano, quien fuera presidente de su país y acaso una de las figuras más prominentes en la historia latinoamericana. Ese sí es un modelo a seguir. No pseudo líderes de espíritu y comportamiento de caudillos destructores de la civilidad. A
En fin, hagamos un acuerdo. Seamos diversos, plurales, civilizados. Seamos, pues, gente. Resolvamos nuestros problemas con las neuronas, no con las hormonas.

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