Elecciones y Esperanza – Ismael Pérez Vigil

Publicado en: Blog personal

Por: Ismael Pérez Vigil

Emitir opinión política no es un acto trivial, como algunos piensan o como otros lo hacen de manera ligera; mucho más hoy que las redes sociales permiten que cualquiera opine, sobre lo que sea, de la manera más profunda o ligera y que cualquiera tenga acceso a esa información para replicarla, apoyarla o negarla. De allí que opinar y cuidar lo que se dice es un tema a considerar.

Los regímenes declaradamente hegemónicos, autoritarios, totalitarios o dictaduras, ejercen la “censura” sin ningún tipo de disimulo; simplemente, nadie puede estar diciendo y expresando públicamente, lo que le pase por la cabeza, sobre todo, si se refiere al desempeño, la acción u omisión del régimen de turno y quien lo haga recibe persecución, cárcel o exilio, en el mejor de los casos.

Pero, en ciertos regímenes, más disimulados, se ejerce la modalidad de la “autocensura”; la sociedad, especialmente la política, recibe “avisos” suficientemente claros −que en algunos casos se vuelven amenazas− que les indica a los interesados, lo que dijimos en el párrafo anterior: nadie puede estar diciendo y expresando públicamente, lo que le pase por la cabeza, con relación al gobierno de turno.

Cuando se ejercen ciertas responsabilidades, que implican a una “colectividad” o grupo de personas no se debe, por imprudencia, comprometer los objetivos de esa actividad y se debe medir bien lo que se dice. Sobre todo, en países y culturas en los que somos muy dados a la crítica fácil y palabras altisonantes y, especialmente, a reclamar a otros para que sean ellos los que hagan esa crítica. Se impone entonces un cauto silencio, un medir al extremo las palabras para evitar que se comprometan los objetivos que se deben cumplir.

Siempre hablando de política, ese comedimiento es también válido para hacer las críticas al propio sector político al que se pertenece, pero en ese caso para evitar desestimular, desanimar, ser injustos o simplemente hacerle el juego al gobierno, demoliendo a las propias filas opositoras.

Pero lo que no se puede aceptar es que se pretenda impedir que defendamos las propias ideas sobre lo que debe ser la democracia, si las consideramos justas y válidas; o no permitir que, por mal entendida prudencia, no difundamos mensajes de esperanza, de estímulo, para infundir un ánimo que buena falta nos hace. Por ejemplo, algunos denigran de la vía electoral para enfrentar los problemas políticos del país, obviamente están en su derecho; pero pretenden que los que creemos en esa vía, no digamos nada, no defendamos el voto como esencia y principio fundamental de la democracia y hasta se ofenden si lo hacemos.

Se impone expresar la validez de los que defienden el voto; de los que piden y exigen elecciones libres, justas, supervisadas nacional e internacionalmente; de los que reclaman, por ejemplo, que se abra el Registro Electoral, en Venezuela y el exterior, para que todos aquellos que lo necesiten se puedan inscribir o hacer las modificaciones pertinentes para ejercer su derecho; y así, pudiera seguir listando las actividades que se deben defender para fortalecer el voto o para evitar su conculcación.

Nadie puede tampoco impedir que alentemos a mantener la esperanza; sí, esa esperanza en que Venezuela tiene y se merece un futuro luminoso, importante, que nos libre del oprobio y la ignominia en la que hoy vivimos. Después de más de dos décadas, acumulando problemas, penurias y necesidades, ya somos muchos −y cada vez más− los que aspiramos un cambio político en el país, que permita recomponer su estructura institucional, social y económica. ¿Y cómo no desearlo y querer hacerlo, después conocer las últimas cifras de Encovi2022, del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)?

Las cifras de esa encuesta o estudio deben alarmar, como para que nos sintamos en la obligación de propugnar por ese cambio político y, en nuestro caso, hacerlo por la vía que consideramos más sólida y segura en el largo plazo, la vía electoral. Pero veamos que dice la encuesta.

En la encuesta, más allá de algunos resultados que parecen favorables, se nos revela que “…la pobreza por razones sociales aumenta de 31% en 2019 a 42% en 2022.” −un incremento del 35% −. Y que esa pobreza, cada vez tiene más que ver con “…factores sociales y de infraestructura, como la vivienda, educación y servicios…”, además de los económicos que ya conocemos.

La encuesta nos advierte que, aunque se note una cierta mejora económica, en general, en el país y en los indicadores de trabajo, la desigualdad no cede y la brecha se hace más grande, pues “…las cifras demuestran que Venezuela es el país más desigual del mundo… [y que]… la diferencia entre los hogares más pobres y los más ricos es de 70 veces el salario…”, [pues] …en los hogares con pobreza solo 45% está laborando”.

En materia educativa es alarmante que más de “…1.500.000 niños no están en el sistema escolar… [debido a]… la poca oferta educativa… que se agrava porque el 73% de los hogares no cuentan con Internet y un 69% carece de dispositivos de comunicación…” que serían factores o instrumentos que permitirían aliviar en algo la situación.

El informe señala que “…se redujo de 59 a 49% el porcentaje de migrantes que envían ayudas a sus familiares en Venezuela, lo que indica que van dejando de ser un complemento para los hogares venezolanos.”

No hay excusa válida para cruzarnos de brazos con pesimismo, cuando las necesidades del país, como nos muestra Encovi2022, son tan grandes. Frente a estas cifras es necesario darnos un baño de optimismo y esperanza, en que las cosas, si las hacemos bien y unidos pueden funcionar y ayudarnos a superar la situación.

Se nos abre un período, desde ahora y una buena parte del año 2023, para realizar un proceso de “elección primaria”, para escoger el candidato unitario de la oposición que enfrentara al del gobierno en la elección presidencial de 2024. Se abre un período para que los diferentes candidatos y aspirantes a ser representante de la oposición democrática recorran el país de sur a norte y de este a oeste, que se asomen a las entrañas de cada ciudad y pueblo importante, hasta el último caserío o barrio, ellos o sus seguidores, para decirle a sus habitantes que en el país sí hay futuro y animarlos a enfrentar la situación. Pero esos candidatos deberán tomar en cuenta que, una buena parte de los venezolanos no han conocido un sistema democrático como el que conocimos los venezolanos de las generaciones políticas que nos levantamos en el país después de 1958; y hay muchos que cuando se realizó la última elección primaria de la oposición, en 2012, tenían apenas ocho o diez años de edad; de manera que tampoco conocen lo que es escoger un candidato por una vía electoral y ahora tendrán la primera oportunidad para hacerlo.

Cumplido este proceso, le tocará a la oposición democrática enfrentar con ese candidato unitario y un Programa Mínimo de Gobierno, acordado por todos los aspirantes y los factores políticos del país, para lograr en la elección presidencial de 2024 una victoria como las obtenidas en 2007, en 2015 y en otras elecciones en una buena cantidad de Estados y municipios importantes del país. Salgamos de nuestra comodidad o desprendámonos del pesimismo y la desesperanza, desempolvemos nuestros mejores ánimos y que los venezolanos recorran el país, junto a esos candidatos de la oposición democrática, tras el que más les guste, pero tras alguno de ellos. Rescatemos para nosotros, para nuestros hijos y nuestros nietos, el valor del voto.

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