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Chernobyl
Dirección: Johan Renck
Guion: Craig Mazin
Producción: Sanne Wohlenberg, Jane Featherstone, Chris Fry, Robert How, Craig Mazin, Lina Miseikyte, entre otros.
Música: Hildur Guðnadóttir
Fotografía: Jakob Ihre
Protagonistas: Jared Harris, Stellan Skarsgård, Jessie Buckley, Emily Watson, Paul Ritter, Adam Nagaitis, Sam Troughton, Robert Emms, Karl Davies, Con O’Neill, Adrian Rawlins, David Dencik, Barry Keoghan, Ralph Ineson, entre otros.
En estos días he empezado a ver la serie de televisión de Chernóbil una co-producción entre el grupo Sky del Reino Unido y HBO de Estados Unidos, donde por cierto, se transmite.
La miniserie se centra en el desastre de la planta nuclear de Chernóbil y sus consecuencias, así como los hechos que se sucedieron en Ucrania ese abril de 1986. En la historia vemos cómo y por qué ocurrió, y cómo se trató de ocultar la verdad a los afectados directos, en los kilómetros más cercanos de la zona del desastre, cuyas vidas se perdieron a los pocos días o años más tarde, por penosas enfermedades terminales.
Las cifras de la catástrofe siguen siendo un misterio, pero todos los estudios coinciden en que serían varias decenas de miles los muertos a causa del accidente. Las consecuencias para el medio ambiente, tendrán impacto durante 500 años
El hecho ocurrió a la 01.24 horas del 26 de abril de 1986, cuando los operarios del reactor 4 de la central nuclear ucraniana se preparaban para hacer una comprobación rutinaria de seguridad. Problemas de diseño y deficiencias en la formación de los empleados, causaron las dos explosiones que jamás se les olvidarían a los habitantes del pueblo de Prípiat. Esta situación desnudó a la Unión Soviética ante el mundo y afectó al desarrollo de una fuente de energía que no ha sido capaz de recuperarse del todo desde entonces.
Para el régimen soviético, el hecho de aceptar que uno de los orgullos científicos del país -como eran sus reactores RBMK-1000- hubiese fallado suponía una verdad tan difícil y costosa de admitir que, en un primer momento, el primer acto reflejo de todos los altos implicados fue negarlo, para evitar dejar en evidencia las debilidades de este sector a los enemigos externos.
“Eso es imposible”. Es justo la frase que más se repite en el inicio de la miniserie. Craig Mazin, su creador, afirma que quería explorar qué ocurre cuando se elige conscientemente negar la verdad, decidir que los hechos no importan a no ser que se ajusten a la conveniente versión de los mismos de un gobierno, cuando se insiste en una mentira hasta sus últimas consecuencias.
Eso es exactamente lo que nos ocurre a los venezolanos. En el régimen, como pasa en todo gobierno autoritario, niegan la crisis humanitaria, niegan que las muertes de niños que esperaban realizarse trasplantes de médula en Italia sean consecuencias de una deuda anterior a las sanciones. Maduro todavía se refiere a Venezuela como potencia agrícola, lo montan en un tractor y con una imagen y un “hashtag” o etiqueta en las redes sociales, hacen una campaña para hacer ver que se está cultivando la tierra y aquí no pasa nada. Niegan el desabastecimiento de gasolina y sus consecuencias, niegan su debilidad ante la traición de importantes miembros de su entorno de inteligencia, niegan que Guaidó sea Presidente interino, que esta directiva de la Asamblea Nacional sea válida.
Y no sólo niegan, quieren que todos los hagamos, desde los medios de comunicación, hasta en las redes sociales. Callar la verdad y sólo repetir la suya, una y otra vez, aunque la evidencia diga lo contrario.
Mientras tanto, la verdad, mata.
La verdad, enferma.
La verdad, deprime.
La verdad, desespera.
La verdad, desnuda.
La verdad, da miedo.
Como en Chernóbyl, las consecuencias alcanzan a millones de personas y afectan diversas regiones del planeta. Pero mientras haya un venezolano que la cuente, que la verbalice, que la denuncie, la verdad prevalecerá.
Floralicia Anzola
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