La ciudad de los zamuros – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Por motivos familiares, estuve en Caracas por unos diez días. La ciudad ha cambiado. El trafico ha bajado, el ruidomk9HMijk_400x400 ha subido. Pero la otrora Sultana de El Ávila, esa ciudad que fue inspiración de muchos poetas, compositores y artistas plásticos, muere, de a poco, frente a los ojos atónitos de habitantes y visitantes.

Caracas era una ciudad marcada por cuatro actividades principales: comercio, estudios, negocios y gobierno. Ahora se le nota a leguas la mengua. Sus establecimientos comerciales gritan precariedad. Dejó de ser la urbe donde miles de negocios buenos y productivos se acordaban. No baja ni un milímetro el gobierno, que ahora es omnipresente. Y la basura. Esa que infecta calles, aceras, plazas, parques. Mientras la crisis se incrementa, la ciudad produce más y más desperdicios. No se dan abasto los institutos de salubridad municipal para deshacerse de tanto y tanto desecho.

Claro, un gobierno mendaz niega todo, hasta la mendicidad que abunda por doquier en una ciudad que no tanto tiempo atrás fue la niña mimada de las capitales latinoamericanas, la que innovaba, la que creaba espacios y ambientes atrayentes, esa que se asomó al límite de lo cosmopolita mientras la gran mayoría de las ciudades capitales de América Latina no pasaban de ser pueblos grandes. Ahora Caracas es la ciudad de los zamuros. De las aves carroñeras y, también, de los seres humanos carroñeros.

Los zamuros de antes volaban en lo alto; ahora entran en las viviendas sin temor ni pudor. También se aposentan en los palacios del poder. Se han hecho del control de todo, enseñoreándose salvajemente. No cabe extrañeza. Viene a ser la metáfora del país.

Nadie tiene claro qué esperar de una nueva Asamblea Nacional. La gente responde a los encuestadores cosas elementales: que legislen para acabar con este estado de cosas, que fuercen a los otros poderes públicos a cumplir lo que la misma Constitución, esa juraron cumplir y hace cumplir, les manda. No dice la Carta Magna por ninguna parte que el Estado debe rendirse ante persona o poder alguno. Menos que quien gobierne sea un partido en situación y actitud de Olimpo. En capítulo alguno reza el permiso tácito que ya por años se le ha otorgado grácilmente a quien ocupe la Presidencia de la República para hacer lo que se le venga en gana, o para guardar millarditos bajo el colchón.

Y, sin embargo, todo eso, y mucho más, ha pasado. Si me preguntan qué espero de los nuevos diputados que habrán de jurar el 5 de enero de 2016 lo resumo en tres: 1. Saberse la Constitución de «pe» a «pa», cumplirla y hacerla cumplir, no importa cuán difícil resulte; 2. Respetar a los ciudadanos por encima de lo que los poderosos esperen y desean; 3. No mofarse de los venezolanos; que lo grave no está en que el país se burle de sus funcionarios públicos; lo realmente grave y peligroso está en que los funcionarios crean que tienen derecho a reír a carcajadas de los ciudadanos.

En realidad, no es sólo Caracas. Es Venezuela entera invadida de zamuros. No en balde el país se ha muriendo de a poco.

Votaré el 6D. Hay que espantar a los zamuros.

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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