La generación de relevo ya llegó – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Soledad Morillo Belloso

Es el titular. A 8 columnas, en negrillas, en altas, en la primera plana. Seis palabras. Oración construida en presente del indicativo.  Imposible no verlo, imposible pretender obviarlo, imposible intentar leerlo de otra forma. 

En el antetítulo se lee: «Con pensamiento renovado». En el sumario: «Aunque con veinte años de retraso, llega el siglo XXI. Trae nuevas ideas, nuevos modos, nuevos planteamientos».

Algunos no han leído ese titular. No se han enterado o, más grave aún, no se quieren dar por enterados. Creen que si lo ignoran, no existe, no pasa, no es. Temen que aceptar la realidad del liderazgo de la nueva generación los va a poner de lado, que los va a relegar a un cuarto en el fondo del pasillo, condenados al olvido. Se ven al espejo y su primer pensamiento en la mañana es preguntarse de dónde salió esa nueva arruga, a dónde se fue ese mechón de pelo que hasta hace unos días lucía frondoso. Ya no sirve la cremita, el ácido hialurónico o las inyecciones de botox. El tinte ayuda, pero qué va, se nota en cualquier foto que ese pelo pintado está demasiado fino. 

Envejecer no es el problema. El meollo del asunto está en poder  continuar creando, produciendo, contribuyendo. No hay que retirarse. Hay sí que encontrar ese nuevo papel y posición. 

Todos los hombres y mujeres que tuvieron real importancia política  en nuestra historia entraron en posiciones de liderazgo cuando eran jóvenes. Algunos, picados por el bicho del poder, tan equivocadamente, se negaron a darle espacio y aire a la generación siguiente y ello tuvo consecuencias nefastas. Se convirtieron en discos rayaos, en impedimentos, en escollos; por seguro de no haber actuado de ese modo la historia hubiera sido distinta y ciertamente  mejor. 

Pero ahí está el titular, «La generación de relevo ya llegó».  Ese titular tiene años viendo bloqueada su publicación. Ya no tienen cómo. Y la mayoría estamos felices y con sonrisa de bienvenida. El titular aplica en todas las áreas y sectores: economía, artes, literatura, comunicación, ciencia, tecnología, industria, comercio, educación, salud y, por supuesto, política. No vemos aún con suficiente claridad el efecto de ese arribo. Toma tiempo cambiar. Cambiar actitudes, cambiar posturas, cambiar miradas. 

Quizás la maravilla de ese liderazgo de la generación de relevo es su capacidad para, sin denostar del pasado, tener en la mente un país distinto en un mundo distinto. Es fascinante descubrir en esa generación un elaborado ánimo constructivo. El país que ellos tienen en su cabeza y que han vaciado en miles de páginas no es éste que tenemos hoy y, tampoco, el que teníamos hace 20 o 25 años. Es el país del deber ser, o, más importante aún, el país que puede ser. El que da por cancelado el tercermundismo, la mediocridad, el «peoresnada», el pobrecitismo. Es el país donde la tan festejada  viveza criolla es vista como lo que es, una estupidez. En ese país los «nerds» son los más populares del Liceo y la universidad y el ser un crack en cualquier deporte es modélico. 

Esa generación ya llegó. Algunos ya están, ya son. Una muchacha venezolana es la CEO de Google México. Edgar Ramírez es ya una estrella cinematográfica con un portafolio actoral sobresaliente. Daniel Morales, Danny Ocean, venezolano, de hoy apenas 28 años, viralizó las redes en 2016 y 2017 con su canción «Me rehúso» difundida originalmente por YouTube y que llegó a colocarse en los primeros lugares en Argentina, Chile, Colombia, México, Panamá, Paraguay, Perú, España, Suecia. Una joven de identificación @lucyPN alborota diariamente las redes con su singular narrativa y nos plantea retos y acertijos. Prodavinci es un espacio abierto de reflexión profunda sobre los más variados temas. Gabriela Montero es referencia en la música, como lo son Nella Rojas, María Brea, Gustavo Dudamel, los Amigos Invisibles y varios otros.

Una sociedad necesita referencias vivas. No puede ser que el organismo social tenga como arquetipos a gente de hace dos siglos. Eso, me perdonan, es un disparate. Por fortuna, tenemos  nuevas referencias en Venezuela y para los venezolanos. Son el presente indispensable. Maduros pero todavía lejos de la «supuesta edad de retiro». Están a caballo entre una generación y otra. Ello tiene poco con ver con su edad cronológica. Tiene que ver con su no conformarse, no sentirse cómodos en la realidad que tenemos,  no «almohadarse». Su vida es diariamente un «pensar fuera de la cajita». Julio Castro, Susana Rafalli, Luis Pedro España, Rafael Arráiz Lucca, Eugenio Martínez, Alberto Barrera Tyzka, Román Losinski, Mari Montes, Pedro Benítez, Asdrúbal Oliveros, Héctor Manrique, Eglée González-Lobato, Ángel Alayón, Álvaro Montenegro, Gerardo Blyde, Ana Rosario Contreras. Y muchos, muchísimos  más. 

¿Y los políticos?

Muchos. Buenos. Densos. Profesionales. Con libro y calle. Con conocimientos e inteligencia emocional. Nacieron en el siglo pasado pero no se quedaron estacionados. Ven el mundo y el país con ojos de futuro. No aceptan estereotipos ni nos empapan con discursiva repleta de frases hechas y retórica barata. Se caen, se limpian las heridas y vuelven a levantarse. No creen en héroes ni quieren serlo. Desprecian la épica ya tan fuera de época. Creen en la política como compromiso, pasión y oficio. Son demócratas por convicción y no por mera conveniencia. Son rebeldes ante el «más de lo mismo», ante el continuismo, ante las fuerzas que quieren mantener el «status quo». Rechazan el lenguaje que incluye palabras decadentes como «realpolitik», «establecimiento». Eran niños o jovencitos o no habían nacido cuando cayó el muro de Berlin, cuando Mandela triunfó contra el apartheid, cuando el 4F92, pero de esos hitos lo saben todo, porque se han pasado años desgranándolos.

Ya están aquí. Algunos en cargos y posiciones de gran difusión; otros preparando los motores.

Coartarlos es una insensatez; frenarlos una torpeza. Hay que abrirles las puertas, apoyarlos, ayudarlos.

Y los mayorcitos, ¿dónde quedamos? ¿Atrapados?

Tenemos unos cuantos años por delante. Tenemos escuela y experiencia. La clave está en convertirnos en plataforma. En ser útiles.

César Miguel Rondón tiene muchos años de ejercicio profesional. Pero lejos está del retiro. Ha enfrentado exitosamente numerosos escollos. Hoy no es la voz que escuchamos en la radio. Es una red de comunicación del nuevo milenio en dónde cabe el presente y el futuro. 

Américo Martín es una mente privilegiada en lo político. Y se hace disponible para cualquiera que necesite consultarlo. Pero además su prosa tiene frescura como de hombre de treinta años. 

Leonardo Padrón escribe y describe el pais y lo convierte en teatro, novelas y artículos. Es el narrador de lo que fuimos,  lo que somos y lo que seremos. 

Di apenas tres ejemplos inspiradores, pero de seguro podría llenar páginas. Y usted que me hace el favor de leerme tiene en la punta de la lengua nombres como Ricardo Montaner, Gustavo Tarre Murzi, Ana Teresa Torres, Elides Rojas, Benjamín Sharifcker, Carolina Herrera, José Toro Hardy, José Antonio Gil Yépez, Trino Márquez, Raúl Istúriz, Jorge Roig, Colette Capriles, Milagros Socorro, Ligia Bolívar, Carolina Jaimes Branger, Jorge Palacios, Amalio Belmonte, Patricia Van Dalen, Eduardo Marturet.  Tantos, tantos. Son tantos.

A nosotros, los mayorcitos, nos toca ser el punto de apoyo para esa generación de relevo que ya llegó. Humildemente, me place serlo.

Hay un país naciendo. Es un parto difícil, doloroso. Pero cada minuto de este complicado alumbramiento vale la pena. Les juro que vale la pena. 

Lea también: «¿Quién trabaja para quién?«, de Soledad Morillo Belloso

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