Soledad Morillo Belloso

La paradoja de la libertad sin compromiso – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

En el imaginario colectivo, la libertad suele asociarse con la ausencia de ataduras, con la capacidad de moverse sin restricciones, de decidir sin rendir cuentas. Pero esta visión simplista de la libertad ignora una verdad fundamental: no es más libre quien menos se compromete. Al contrario, la verdadera libertad nace del compromiso, de la capacidad de elegir conscientemente y de asumir las consecuencias de esas elecciones.

El compromiso no es una carga, aunque a menudo se perciba como tal. Es un acto de valentía, una declaración de principios, una afirmación de lo que somos y de lo que queremos ser.

Comprometerse es tomar las riendas de nuestra vida, es decidir qué batallas queremos librar, qué causas queremos defender, qué relaciones queremos cultivar. Es, en última instancia, un ejercicio de libertad.

En Venezuela, donde la incertidumbre y la desconfianza han erosionado la capacidad de compromiso de muchos, esta paradoja se hace especialmente evidente. En un contexto donde comprometerse puede implicar riesgos, donde las promesas se rompen con facilidad y donde las palabras pierden su peso, la tentación de evitar el compromiso es fuerte. Pero esta evasión no nos hace más libres; nos hace más vulnerables, más aislados, más desconectados de nuestra propia esencia.

La libertad sin compromiso es una ilusión. Es como un barco sin ancla, que se deja llevar por las corrientes sin rumbo fijo. Es una existencia superficial, donde las decisiones se toman sin reflexión, donde las relaciones se construyen sin profundidad, donde las palabras se pronuncian sin intención. Es una libertad vacía, que no nos enriquece ni nos transforma.

Comprometerse, en cambio, es un acto de creación. Es construir puentes en lugar de levantar muros, es sembrar semillas en lugar de dejar el terreno baldío. Es asumir la responsabilidad de nuestras acciones, de nuestras palabras, de nuestras elecciones. Es reconocer que la verdadera libertad no consiste en evitar las ataduras, sino en elegir conscientemente cuáles queremos abrazar.

En este sentido, el compromiso es una forma de resistencia. Es una manera de afirmar nuestra humanidad, de conectar con los demás, de construir un futuro basado en la confianza y en la solidaridad. Es un acto de esperanza, de fe en que nuestras elecciones pueden marcar la diferencia, en que nuestras acciones pueden transformar la realidad.

No es más libre quien menos se compromete. Es más libre quien elige comprometerse, quien abraza sus responsabilidades, quien enfrenta sus miedos, quien vive con intención. Porque la verdadera libertad no se encuentra en la ausencia de ataduras, sino en la capacidad de elegir cuáles queremos llevar con nosotros.

 

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