Sin emociones, no hay razones que valgan – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

No es cierto que un analista se distancia de la realidad para poder analizarla. Al contrario, un buen analista no es un mirón de palo; más bien se zambulle en la realidad, deja que esa realidad que pretende analizar le cale hasta los huesos. Se calza los zapatos de los otros, se deja empapar por sus pesares y angustias. Se involucra y compromete. Se baja de nubes y usa sus conocimientos académicos y profesionales para aportar soluciones, no para quedarse en la distante crítica. Y por supuesto jamás se cree por encima de un ciudadano de a pie.

La situación venezolana está color de hormiga amazónica en celo. Hay que analizarla con inteligencia, no con actitud impávida. Hay que preocuparse, mucho, y ocuparse, mucho. En los análisis hay que que caminar con razones, emociones y pasiones.

No creo que alguien con dos dedos de frente niegue el enorme aporte de @hcapriles y @jguaido a la lucha por la democracia. Ambos han sido cruciales. Hoy tienen que trabajar juntos. Hacer sinergia. Resolver sus diferencias. Consejo: hablen entre ustedes. Sin micrófonos ni cámaras

Llegará el día en que mirarán para atrás y entenderán que había que desoir las voces de los separatistas, que sin los unos los otros no llegarían sino a estacionarse en una nebulosa. Juntos, suman y multiplican. Alejados, restan y dividen. Aplica para todos. El liderazgo verdadero sabe de sinergia. No de diferencia.

Preocupa ver a algunos liderazgos a veces más pendientes de lo que piensan quienes escriben en los medios, los consultores y encuestólogos que lo que piensa y siente el ciudadano de a pie.

Se puede haber tenido la batuta del liderazgo en un momento dado y no tenerla en situaciones subsiguientes. El verdadero liderazgo entiende su momento y sabe cuándo ya no es su momento. Entiende que su papel cambia, no para menos importante, sino para propiciar que la dinámica no se detenga. Se llama madurez.

El liderazgo político es un proceso situacional. No es algo que se tiene de por vida. No es hegemónico.

La grieta entre los sectores (supervivientes) de la clase media y los sectores populares es cada vez mayor y más profunda. Hablan idiomas totalmente distintos. Los liderazgos políticos y religiosos son hoy por hoy los únicos que pueden ser traductores.

El distanciamiento entre los liderazgos políticos de oposición no solo es un error estratégico y táctico, es una demostración de inmadurez. Y si algo ya no es el pueblo venezolano es inmaduro. El sufrimiento lo ha hecho crecer y deshacerse de fatuidades. No se tiene verdadero liderazgo si no se entiende que el papel no es ponerse al frente, es ponerse en el medio y generar una dinámica colectiva. Propiciar que las masas dejen de ser masas y se conviertan en equipos. Los verdaderos liderazgos no solo se conectan con la gente, conectan a la gente. No hacen grupos, construyen equipos.

La gran pregunta para todos los liderazgos de la (verdadera) oposición es cómo ordeñar el hartazgo, cómo capitalizar el descontento, cómo sacarle rédito al estrafalario fracaso de Maduro y su régimen, no solo en el reciente episodio del 6D sino en toda su tan corrupta, ineficiente y desalmada gestión. Que los venezolanos no quieren a esta gente, está más que claro. Pero falta conectar con esos venezolanos hastiados. Con sus emociones. Falta enamorar a los ciudadanos. Falta que los liderazgos reactiven el sistema emocional. Falta que se conecten y conecten. Porque sin emociones, no hay razones que valgan.

 

 

 

 

Lea también: «Gloria al Bravo Pueblo«, de Soledad Morillo Belloso

 

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