Con pasmo leo y escucho que vuelven sobre caminos recorridos. Un ejercicio que rinde pleitesía y adoración perpetua al vicio de la necedad.
Hubo muchas razones válidas y sensatas para no escoger el camino de las primarias. De igual peso fueron los argumentos en contra de escoger el candidato único por la vía de consenso. La decisión fue -cabe advertir que por mayoría- emprender la ruta compleja de un proceso que hace descansar la decisión sobre los electores. «Vox populi, voz Dei», dijeron.
Ahora, a pocos meses de la fecha fijada, como quien dice a la vuelta de la esquina -22 de octubre de 2023- y porque a algunos se le eriza el pellejo cuando ven las encuestas, pues vuelve la discusión. Poco importa el realero invertido, las miles de horas de trabajo árduo, el esfuerzo por establecer normas y procedimientos. Todo eso, pues ahora algunos pretenden lanzarlo para el zanjón, para luego sentarse alrededor de una hoguera de vanidades y escoger a dedo a quien llevará el estandarte en diciembre del 2024. Ahora resulta que el consenso es la «fórmula ideal».
«Tarde piaste, pajarito», repetía el hombre aquel. «¿Con qué se come eso?», preguntaba uno de los ya difuntos.
La agenda de la oposición la fija la oposición, no el régimen. Faltan un montón de meses para la elección presidencial de diciembre de 2024. Hoy hay unos ilegalmente «inhabilitados». Quizás mañana dejen de estarlo o se sumen algunos otros. Eso no puede ser óbice para desmontar unas primarias que ya están muy adelantadas y en las que ya muchos recursos han sido invertidos. Los cangrejos caminan de lado y también echan para atrás o se entierran. Y son, por cierto, mal ejemplo cuando de estrategia política se trata.
Tarde para venir a inventar el agua tibia.